CAPÍTULO 1.

1877 Words
Metros y más metros de agua iban asentándose encima de mí, lo veía mientras intentaba nadar a flote, pero era en vano. El oxígeno empezaba a escasear en mis pulmones y yo aún me negaba a soltar los dedos que mantenían mi nariz cerrada, pero era en vano. Mi cuerpo por pura supervivencia buscaba una bocanada de aire como si fuese lo último que fuera a pasar en ese momento, y no estaba muy lejos de ocurrir eso. Por otro lado, mi corazón estaba a punto de salir del pecho a causa del frío. Nunca antes había experimentado tales cantidades de frío en cada milímetro de piel, lo que no ayudaba mucho al querer mantener mis pulmones al margen de respirar. Poco a poco mi vista empezaba a jugarme una mala pasada y mi cuerpo se había cansado de luchar para salir del agua. No sabía la profundidad del lugar en el que acabé cayendo, pero ver solamente un punto de luz encima de mi cabeza no me daba muchas esperanzas. De pronto, y como si fuera un sueño hecho realidad, vi como alguien se acercaba a mí en el agua como si mi deseo de salir de allí se acabase de cumplir. Me cogió de una muñeca y tiró de mí hacia la luz. Seguí aguantando como pude mientras la apnea se hacía presente en mi cuerpo haciendo temblar a mi diafragma en busca de oxígeno. Cuando el aire azotó mi cara solté la mano para coger una gran bocanada de aire. Froté mis ojos como pude, pero el agua seguía tirando de mí hacia abajo. - ¡Ayuda! –dije sin saber si la persona que me había sacado del agua seguía estando ahí, pero un brazo me cogió fuerte del mío y me arrastró hacia una orilla. Estuve respirando por unos minutos más. Me levanté del suelo habiéndome olvidado completamente de la persona que se supone que me había salvado, pero lo vi ahí de pie a pocos metros mirándome. - ¿Estás bien? –me preguntó. La ropa se le había quedado completamente pegada al cuerpo por el agua. Intentaba mirarle a la cara y no parecer maleducada. -Tengo mucho frío –dije lo primero que empezaba a notar mientras mis piernas empezaban a temblar. -Tienes que quitarte ese vestido mojado o si no, te dará una hipotermia hasta que lleguemos a casa –dijo mientras se quitaba la camiseta mojada. - ¿Estás de coña? No me voy a quedar desnuda delante de ti –el tío seguía quitándose los pantalones también, quedándose en calzoncillos. -Haz lo que quieras, pero tienes que seguirme –empezó a caminar por un caminito que se dejaba ver por el frondoso bosque. Accedí a seguirlo sin rechistar porque no pensaba hacerme la valiente en un sitio donde solo se ven árboles a kilómetros. El camino no fue muy largo, pero el frío que poco a poco hacía que mi cuerpo entero temblase me daba la sensación de que nunca íbamos a llegar. Después de unos largos minutos caminando, el caminito por el que estábamos se esfumó entre los musgos y la hierba que empezaba a multiplicarse. Por suerte, a unos pocos metros el bosque se abrió en un claro. Bajo mis pies la hierba y el musgo mojado fue sustituido por una fina arena blanca que cubría muchos metros cuadrados a la vista. El claro era atravesado por un ancho río de agua cristalina. A su lado, a pocos metros se alzaba una casa construida de madera con un tejado en doble caída. - ¿Te vas a quedar ahí? –el chico me volvió a hablar. Me había quedado embobada mirando el paisaje que tenía delante sin percatarme que le estaba siguiendo. -Lo siento –seguí andando detrás suya. Nos aproximamos a la casa por una puerta trasera que parecía tener. A medida que nos acercábamos vi que la puerta se abrió de repente y otro chico salió en nuestro auxilio con una manta. - ¡Patrick! ¿Qué ha pasado? –nos miró simultáneamente a los dos, pero vino en mi socorro para cubrirme con una manta. Lo que me pareció extraño porque yo no era la que estaba desnuda precisamente. -Casi se ahoga en el lago –le contestó al chico mientras este me acomodaba la manta. Patrick entró dentro después de decirle eso dejándome a mí con este chico. - ¿Estás bien? –le asentí-. Necesitas entrar en calor, ven dentro anda. Le acompañé sin hablar. Sinceramente aún no sabía si podía confiar en unos desconocidos que viven en mitad de un bosque que ni siquiera son guardas forestales y esto no es un resort de verano con cabañas. Entré en la casa y en lo primero que me fijé era el detalle de que estaba completamente de madera incluso por dentro. Las escaleras, las columnas y el techo barnizadas con un color muy oscuro, lo que le daba un toque muy antiguo pero elegante. El suelo sin embargo era muy fino y claro, mis pies agradecían al tacto. Cuando levanté la mirada de lo que fuera que estuviese mirando, ante mí una mujer vino caminando sonriente. -Hola querida, espero que estés bien –vino a abrazarme directamente. Su aspecto era joven, casi que podría ser mi amiga de la universidad. En ese momento me acordé de una cosa, no sabía cómo había llegado aquí. - ¿Cómo he llegado hasta aquí? –pregunté mirándola a ella y al chico. -No lo sabemos –dijo él-. De eso te tendrías que acordar tú, nosotros solo te rescatamos. -Pero… -hice memoria-. No recuerdo muchas cosas –la cabeza me estaba empezando a doler bastante por la adrenalina, me di pequeños golpecitos con la mano en la sien para calmar el dolor. -Ahora no te preocupes por eso –me dijo la mujer-. Por ahora necesitas descansar, cuando despiertes seguro tendrás la mente más despejada. -Sí –dijo el chico-. También necesitarás una ducha y comida, seguro estás hambrienta. No le faltaba razón. -Acompáñame a tu habitación –me dijo la mujer. ¿Mi habitación? No pensaba que sería tan bien tratada entre desconocidos. Subimos por las escaleras de madera a la segunda planta de la casa. Arriba todo estaba lleno de puertas, por lo que era difícil saber cuál era la mía o la del baño y no entrar en las habitaciones de los demás. -La puerta de enfrente es la del baño común –me señaló-. Tu habitación va a ser esta nada más subir las escaleras, para que no te equivoques con las demás. -Gracias –dije amable. Procedió a abrir la puerta y a pasar delante de mí. La habitación me pareció muy bonita. Estaba amueblada lo justo para que pareciese más grande de lo que en realidad era, además de que poseía un gran ventanal que daba a una terraza que estaba amueblada con dos sillones. El techo estaba en caída y tenía una lámpara redonda colgando que quedaba justo encima de la cama. En la pared contigua a la cama había una estantería que cubría la pared entera llena de libros que parecían antiguos. -Espero que te acomodes bien aquí, esta habitación la tenemos especialmente para los invitados –me sonrió mientras iba al armario que estaba a la izquierda de la puerta para sacar algo-. Aquí tienes ropa limpia y toallas para que te puedas asear, te esperaremos abajo para que comas algo luego. -Muchas gracias, enserio –le sonreí amablemente. Salió de la habitación sin decirme nada más. Me parecía una chica súper amable, la verdad. Mientras todos aquí sean así de amables como ella, creo que me podré llevar bien con todo el mundo. Me quité el vestido que llevaba puesto mientras seguía intentando acordarme de lo que había pasado antes de lo ocurrido en ese lago, pero vagos recuerdos acudían a mi mente… “-Deberíamos ir a un lugar más privado, ¿no te parece? –sus manos bajaron a mi culo agarrándolo y apretándome más contra él mientras su boca estaba en mi oreja izquierda. -Sí… yo también lo creo –le cogí de la mano y dejamos la fiesta atrás para salir al aparcamiento trasero del edificio. El frío de la noche me despejó bastante lo nublada que tenía la mente a causa del alcohol y empecé a sentirme mucho mejor. Nos dirigimos al coche de Andrew, mi novio, y este me subió encima del capó para seguir besándome. Los dos sabíamos que esta noche sería la noche en la que por fin le entregaría mi virginidad. El frenesí que llevábamos hizo que los dos nos mojásemos y que las cosas se endurecieran. Antes de lo que me pude haber dado cuenta, las tiras de mi vestido estaban debajo de mis senos y estos, a su vez, al aire. De pronto, Andrew se alejó de mí y su expresión cambió completamente. Como si fuese a pasar otra cosa a lo previsto. -Lo siento Clore, te quiero –metió una mano en el bolsillo trasero de su pantalón y sacó un trapo. - ¿Qué pasa? –le pregunté preocupada. A los dos segundos Andrew me cogió del costado y me puso ese trapo que traía en la mano encima de mi boca y nariz. Al darme cuenta de esto quise forcejear para quitármelo de encima, pero mi fuerza era nula en ese momento. -No me lo tomes en cuenta –soltó junto a una mirada triste. Después de eso todo se volvió n***o…” Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo. Quién me iba a decir a mí que el chico con el que llevaba dos años saliendo acabaría secuestrándome y llevándome a un bosque. Quién sabe qué más pudo haber hecho conmigo, quitando el hecho de que creo seguir manteniendo mi virginidad porque físicamente no me encuentro mal. La cabeza me seguía doliendo, por lo que decidí irme a la ducha sin seguir dándole vueltas al asunto. Salí de la habitación envuelta en la manta que anteriormente traje encima y con lo que esa chica me sacó del armario. Fui directamente a la puerta del baño y la abrí para pasar. Agradecí ver un cerrojo en el interior para poder disfrutar de mi intimidad de forma relajada y procedí a meter mi cuerpo debajo de la tina que colgaba en forma de lluvia por encima de mi cabeza. No sé cuántos minutos estuve en la misma posición dejando que el agua caliente cayera sobre mi rostro y cuerpo, pero quise disfrutar de no sentir de nuevo esa sensación de frío que tuve anteriormente. Cuando terminé de lavarme, salí y me puse la ropa que me dieron. Una blusa gris de mangas acampanadas y unas mayas negras con calcetines a juego. Me miré al espejo y aproveché que había un peine encima del lavabo para cepillarme el cabello. Después metí mis pies en unas pantuflas y salí del baño dejando las toallas extendidas para secarse. Bajé las escaleras para ver si estaba abajo la chica de antes, pero de repente vi tres caras nuevas que no conocía y me miraban como si fuese un intruso. Si pensaba que aquí solo vivían tres personas, me estaba equivocando. 
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