— ¿Están todos bien? — preguntó aquella señora de cabello corto y facciones arrugadas tratando de asomarse al poco espacio que Richard le dejaba en la puerta. — He escuchado unos gritos horribles, y como los cazadores se han ido, quise pasar a ver si estaba todo en orden.
— Sí, señora Gladys, todo está en orden, mi hija estaba cantando — Mintió soltando una risita para sonar más convincente — suele gritar mucho.
— Ay, esos niños de ahora — negó la señora divertida, moviendo su corta cabellera llena de canas. — A su edad yo solía cantar músicas lindas, pero ésta juventud solo cantan gritos y más gritos de canciones que no se entienden.
— Sí, opino lo mismo, señora Gladys — concordó y ésta echando un último vistazo asintió y se dió la vuelta para marcharse a la casa de al lado con sus lentos y temblorosos pasos; haciendo que Richard soltara un vago suspiro al cerrar la puerta y girase a verme borrando la falsa sonrisa que traía dejando a relucir la bola de nervios que realmente era mirando con temor mi ropa sucia de aquella sustancia y mi rostro hinchado de tanto llorar. — Era la vecina — respondió a lo que ya sabía. — Pen... Puedo explicarte todo pero, por favor, debemos irnos de aquí.
— Se va a hacer tarde, no podemos salir de noche si hay Vó... — «Vórax cerca... Yo era un Vórax.» Me contuve en decir, y solo me limité a asentir y correr escaleras arriba para buscar mis cosas.
No había empacado mucho realmente.
Solo había llenado un pequeño equipaje con cosas escenciales y prendas que me gustaban porque tenía la esperanza de llegar a volver más pronto de lo que pensaba, sin embargo, la seria mirada de Richard al manejar apretando el volante en frente de él me daba el presentimiento de que no sucedería, y solo hacía que mis ojos se cristalizaran formando un nudo en mi garganta.
Y una hora después de manejar, con el estómago rugiendo de hambre, aquél auto se detuvo en una calle deshabitada haciendo que me despertara viendo en frente de mí aquella iglesia que recordaba perfectamente, salvo que estaba mucho más descuidada y deplorable que antes, pareciendo casi en ruinas.
— ¡Maldición! — gritó Richard golpeando el volante a mi lado mientras veía alrededor, y aún cuando en una pequeña casa de el lugar ya hacía una señora bastante mayor sentada en frente de la puerta, éste no bajó a preguntar en lo absoluto.
Primera y básica regla para evitar toparte con un Vórax: No confíes en nadie.
— ¿Qué ha sucedido? — Murmuré viendo el templo con los ventanales y puertas rotas.
— No lo sé, ni pretendo averiguarlo — Respondió arrancando nuevamente el auto a mayor velocidad confundiendome al ver que su dirección no era de vuelta a la casa, si no, alejándose de la ciudad habitada de Wisconsin.
— ¿A dónde iremos? — Giré nerviosa viendo como cada vez más y más árboles se hacían presente en la larga carretera casi siendo cubiertas por la oscuridad.
Era tarde, muy tarde; y la noche amenazaba en llegar haciendo que las luces de el auto fuesen encendidas.
— Con suerte llegaremos a la casa de un conocido — Murmuró conduciendo más rápido.
«¿Un conocido?» Quise preguntar, pero a pesar de las dudas mis labios nunca se abrieron, y solo pudieron echar una última mirada a aquél bolso de el colegio donde de los bolsillos expuestos aún sobre salía aquella barra puntiaguda que el señor Hashiba me había entregado, y aquella sensación de que todo podía haber sido su culpa, llegó a mi mente. Quizás él habría presentido que ésto ocurría, y desde la mañana, sin apetito de nada, yo misma había previsto que mi cuento con final feliz apenas iniciaba en pesadilla. Y sin poder evitarlo, tomé de aquella cosa escondiendolo en el bolsillo delantero de mis pantalones, aún cuando éste sobre salía.
«¿Un conocido en el bosque?» Me detuve a pensar analizando lo que Richard me decía.
¿Quién vivía en el bosque sabiendo que los Vórax cazaban allí?, ¿Quién viviría apartado de toda ayuda?
Fué allí que lo comprendí... Y cuando el auto se detuvo en medio de la nada, mi cuerpo se paralizó completamente incrédula ante todo lo que sucedía. — Vas a dejarme aquí — Murmuré precipitandome a sus acciones y éste sin poder contenerse más, lloró.
Lágrimas tras lágrimas tratando de ser cubiertas sobre el volante, y mientras cada llanto se exclamaba, éstos se volvían en una terrible afirmación a mis palabras. Pero extrañamente, ya yo no lloraba, sólo permanecía en blanco viendo al frente como todo se volvía oscuro únicamente iluminado por las luces de el auto.
— Penélope... Hija mía... — Sollozó y mi mandíbula fue apretada.
— ¡¿Hija?!, ¿hija?, nunca llegué a ser tú hija, y ustedes nunca llegaron a ser mis padres, Richard — callé, y sin esperar a que éste si quiera hablara, rápidamente abrí la puerta saliendo de el coche de un portazo.
Y las esperanzas de que éste se retractara y pidiese que me quedara, se fueron juntos con el rugir de el motor cuando éste sin esperar a despedirse o llegar a entregarme mi pequeña maleta, arrancó atrayendo mí miedo.
¿En verdad se iría?. — No, no, no — Negué rápidamente tratando de seguirle y éste solo aceleró. — ¡Era una broma!, ¡Vuelve, por favor! — Grité en desespero tratando de correr más rápido pero éste sólo había acelerado. — ¡Pa... — Callé repentinamente.
¿Cómo siquiera podía llegar a ser un Vórax si ni siquiera podía alcanzarle?
Ésto era una confusión, yo no podía ser uno de ellos, Richard no podía estar abandonando a su única hija en medio de la nada.
Debía ser un sueño, ésto era una completa pesadilla. Pero mis ojos quemando intensamente y mis lágrimas empapando mi rostro me demostraban a cada momento que no lo era, y en el momento que en que las luces traseras ya no se vieron, mi corazón se detuvo junto con mis pasos quedando en la completa oscuridad.
Las altas copas de los árboles se movían junto con la brisa que pasaba por mi cuerpo causando un enorme escalofríos, y en el momento en que varias hojas secas se movieron bruscamente como si fuesen pisada, mis labios expulsaron un jadeo sobre exaltada girando a mi alrededor con terror en mis ojos.
“— ¿Cómo previenes el ataque de un Vórax?.
— Haz silencio”
Mis sollozos fueron torpemente silenciados tratando, mientras temblaba, de rodear mi cuerpo con mis brazos en busca de algo de calor.
“No seas un blanco fácil” me repetí en mi mente caminando casi en puntillas hasta adentrarme entre los árboles, y al ver unas grandes raíces sobre salir de uno, siendo mi única protección ante mí, mi pequeño cuerpo rápidamente trató de esconderse en éstos. Y en el momento en que todo por un corto segundo estuvo en silencio, mis ojos abiertos enormemente giraron con desespero a mi alrededor.
Yo no era un Vórax, yo no tenía ninguna de sus características, y no sabía si en éstos momentos aquello era bueno o malo, ya que estaba a la deriva.
Había sido abandonada, había sido dejada cruelmente en una cueva de lobos para deshacerse de mí, y ver los motivos de su abandono hacía cuestionar a los de mis verdaderos padres, haciendo que todo el sentido a ésto solo se volviese más complicado.
Un Vórax... Los Vórax ni siquiera se acercaban a las iglesias, los Vórax no cruzaban aquellos templos de Dios, ¿Cómo es que yo había llegado allí?
Tenía tanto miedo que fuertemente temblaba. Quería irme, quería usar mi último recurso para salir corriendo y con un milagro poder llegar hasta el orfanato, o almenos, caminar por escalas hasta encontrar un lugar seguro donde esconderme, pero sinceramente temía que si me movía algo malo pasaría, y como un mal presagio a mis acciones, en el momento en que mi cabeza fue sacada de aquellas raíces, un horrible chillido sonó justo a unos cortos centímetros de mí, detrás de unos pequeños arbustos, haciendo que mi boca también soltase un grito de miedo mientras mi cuerpo caía nuevamente al hueco a mis espaldas e intentaba cubrirme de aquél sonido como si fuese a atacarme, pero nada ocurrió.
Nuevamente lloraba, estaba asustada y embarrada de tierra sintiendo lástima de llevar mi camisa blanca favorita... y sinceramente, la única que tendría para mis contadas horas.
“Si estás en un lugar solo, no te muevas, no intentes ser valiente. A un Vórax no le va a importar que quieras escapar, y como un gato, éste te cazará al igual que un ratón si llegas a verte”.
Gateaba sintiendo la tierra húmeda sobre mis rodillas deteniendome cada que una hoja crujían bajo mi piel. Pero aún así, mi cuerpo no abandonó la idea de acercarme a aquellos arbustos, y en el momento en que mis manos trataron de tocar éste, nuevamente el horrible chillido de aquella rata resonó con tanta intensidad aún cuando ésta no se movía de el suelo.
Parecía muerta, pero respiraba y chillaba.
No sabía ni siquiera en qué pensaba cuando velozmente la tomé entre mis manos y de un rápido movimiento doblé su cabeza callando así su intenso ruido.
Le había matado... Y viendola entre mis manos sólo hizo que mi semblante se arrugara en asco y pena dejándole donde estaba mientras trataba de limpiarme con la tierra en el suelo, solo que ésta hizo lo contrario y solo había lograda ensuciarme más de lo que ya estaba. — Lo lamento — Susurré en un hilo de voz al verle completamente inerte en el suelo. — Lo siento tanto.
No podía hacer ruido, no podía haber ruido si habían Vórax's cerca.
No podía haber ruidos si un Vórax buscaba algo de qué comer...
Pero en el momento en que mis ojos se levantaron de aquél animalito para nuevamente marcharme a mi improvisado escondite, fué que le ví.
Ojos tan rojos como llegarías a imaginar el color de el infierno, una enorme boca babeante llena de afilados dientes, y grandes extremidades negras como si se tratasen de unas patas de araña; sobre salían de sus costados mientras ya hacía parado a lo lejos viendo cada uno de mis movimientos meticulosamente.
Y, sin poder evitarlo al verle, grité.
Grité tan fuertemente que incluso llegué a desconocerme cuando mi cuerpo en desespero giró tratando de alejarme como si yo pudiese tener oportunidades de huir.
Pero sin importarme aquello, mis piernas rápidamente se movieron en busca de intentar salvarme.
Corría, corría tanto, siendo dificultoso mirar a causa de mis lágrimas y el bolso estorboso colgado de mí, y aunque no quería girar a mis espaldas, los veloces pasos detrás de mí rompiendo ramas y hojas mientras aquél perturbador jadeo distorsionado acercándose, retumbaba en mis oídos; fue el suficiente motivo para que solo cerrara mis ojos entre sollozos mientras corría sin rumbo alguno raspando mi cuerpo con las ramas sobre salientes de el camino.
Era horrible.
Su imagen se repetía en mi cabeza haciéndome llorar aún más fuerte hasta el punto de ya no escuchar sus pasos, y no sabía si haber dejado de escucharle era buena señal.
Quizás se había cansado de perseguirme, quizás no le causaba apetito.
No me importaban los motivos, mis pies igual corrían viendo repetidas veces a mis espaldas sin lograr ver más que los troncos de los árboles.
Y en el momento en que mi cuerpo se detuvo completamente agitado tratado de acomodar el ligero bolso con pocas prendas. Todo a mi alrededor se sumió en un abrumador silencio. Silencio que escalofriantemente fue opacado con el mover de unas ramas a mis espaldas, logrando sacarme un grito ahogado por el espanto, pero en el momento en que mi cuerpo temeroso giró en reflejo. Mis ojos rápidamente se toparon con una alta figura de tez pálida, casi clavando su mirada en mí, paralizandome de cualquier movimiento.
— ¿Estás perdida, niña?.