Terror, es un intenso sentimiento de miedo que puede llegar a sentir un ser con uso de razón por algo o alguien.
“Solo es una película, no es real” es lo que solían decir los padres a sus hijos cuando éstos se asustaban por las películas de monstruos que veían, pero en el momento en que ellos llegaron, aquella frase solo se convirtió en una mentira para mantener la calma en sus hogares.
Bellas criaturas, tan iguales y diferentes de nosotros, tan gentiles y feroces, tan humanos y monstruos.
Extrañamente para mí, en el momento que supe de ellos sólo podía verles iguales a mí.
— Buenos días, yo soy Leen Hashiba, su nuevo profesor de defensas. — se presentó con su imponente voz aquél hombre asiático con ojos rasgados.
Era bastante grande en comparación a otros profesores de defensa que habíamos tenido, pero a pesar de lo intimidante que llegaba a ser su aspecto, la mayoría de la clase bufaron aburridos al escucharle, mientras otros permanecían atentos a sus palabras.
“Defensas” Cualquiera que le escuchara creería que era una burla de aquél conocido libro “Harry Potter”. Y para una afanada a la lectura, no pude evitar igual burlarme en su momento.
La primera vez que había oído de aquella clase, había creído que me enseñarían a defenderme de los chicos que se burlaban de mí en mi curso, o en un caso más extremo, de ladrones con el que pudieses cruzarte por la calle, pero no, para el momento en que aquellas palabras se pronunciaron, había entendido que aquellos cuentos de monstruos no eran solo cuentos, si no, horribles sucesos.
— ¿Qué ha pasado con la profesora Micaela? ¿La vena de su frente a reventado de la molestia? — bromeó uno de los chicos de el fondo atrayendo la risa de casi todos al recordar a aquella testaruda maestra que se alteraba con mucha facilidad.
Pero a pesar de que muchos reían al respecto, el nuevo profesor en frente de nosotros ni se inmutó, y sólo permanecía serio esperando a que la clase dejara de reír. En el momento en que ésta cesó, su dura voz, con claridad habló: — La profesora Micaela se le a encontrado muerta hace dos días. Fue asesinada.
La serenidad al hablar era terriblemente abrumadora, tan abrumadora que toda la clase rápidamente se paralizó temiendo, de entre tantas muertes, la peor de todas.
— ¿Qué…? — balbuceó Mónica a mi lado mirando con espanto a aquél hombre como si buscase alguna pizca de burla en su rostro. — ¿A caso… A caso fue un…
— Un Vórax, sí — afirmó cortando a sus palabras, y a su vez provocando la conmoción de todos, éste giró a la pizarra, y tomando uno de sus marcadores, rápidamente anotó sobre ésta “VÓRAX”, en una letra en cursiva tan prolija y hermosa como para fascinarte por completo. — ¿Qué saben sobre ellos? — preguntó al voltear.
Todos sabían sobre los Vórax, llegaban a hablarte a fondo de ellos cuando iniciabas bachillerato, pero a pesar de saber de ellos, ninguno habló. — ¿Nada? — se precipitó en cuestionar, y tranquilamente éste movió sus oscuros ojos a cada uno de nosotros hasta parar en Mónica sollozando en silencio a mi lado, y en un intento de que ésta dejase de llorar, mi mano por de debajo de la mesa, delicadamente le tomó ahogando disimuladamente un grito al sentir sus uñas clavarse sobre mi pálida piel.
Y a pesar de que su agarre cada vez incrementaba junto con los segundos en el que el nuevo profesor le veía, mis labios nunca se movieron en queja alguna para evitar que ésta fuese la burla.
Mónica era ese tipo de chica muy sentimental, y al lado de ella yo parecía carecer de sentimientos, pero no era así.
Y para una chica introvertida como yo, rápidamente fue fácil congeniar con una chica extrovertida y muy llorona, dispuesta a hacerme encajar en aquella institución con tal de animarme.
— Tú — me señaló repentinamente desviando los ojos de la morena a mí lado. — ¿Qué sabes sobre los Vórax? — volvió a preguntar haciendo que mis nervios brotaran por mi cuerpo al escucharle. Y aún cuando lo veía un poco tarde, Mónica temblorosa al fin me soltó pudiendo sentir incluso la humedad de mi sangre en aquellas pequeñas cortaduras.
Vórax…
Muy poco sabía de ellos realmente.
El único conocimiento que tenía, eran las enseñanzas básicas que me habían mostrado al entrar en el instituto hace dos años.
A las huérfanas no se les enseña defensa, se les enseña oraciones, “Ora para salvar tu vida, Penélope” solían decir las mojas que me cuidaban para luego encerrarme en una de las tantas habitaciones, pero a mis 11 años, ni siquiera sabía de qué exactamente debía salvarme. Ni el motivo exacto por el pronunciar cada mañana y noche aquellas oraciones.
— Los Vórax son una especie prima de el ser humano. Son seres cambiantes que constan de características iguales a nosotros pero pueden llegar a transformarse en…
— Bestias — culminó a lo que diría callándome y girando nuevamente su atención a el resto de la clase mientras yo nuevamente volvía a sentarme en mi asiento tomando la libertad de limpiar mi mano con la parte interna de la falta de tablón negra. — Los Vórax son horribles bestias capaces de mandarte al psiquiátrico con solo verles, si no es que te asesinan desde antes. Pero, ¿A caso saben cómo son?. — cuestionó y uno de los chicos levantó la mano para poder hablar.
— Como nosotros — Respondió éste dudoso para luego intentar corregirse — Son humanos que pueden convertirse en un monstruo. He oído que tienen grandes colmillos y un rostro espantoso, como el de un muerto. Casi similar al de un vampiro de películas.
Bufó. — ojalá fuesen solo así — se burló el señor Hashiba de el castaño que se había tomado el atrevimiento de hablar. — Realmente, cada Vórax tiene una particular características, y de todos los avistamiento e información sobre ellos, son pocos los que llegan a repetir semejanzas, y sólo se ve reflejado entre Vórax que son familia. Primero están las características generales; piel pálida o grisácea, ojos casi en su totalidad de un color vino tinto, grandes colmillos en los dientes caninos e incisivos laterales, y tanto sus dedos, alrededor de sus ojos, como también el costado de sus bocas; grandes cicatrices similares a unas estrías o venas rojas, adornan su cuerpo. — describió haciendo que una horrible imagen cruzara en frente de mí con aquellas descripciones. — El resto de sus características, depende de el Vórax con el que llegues a cruzarte… Pero no queremos eso, ¿verdad?.
Todos negaron mientras el profesor giraba nuevamente a la pizarra comenzando a hacer anotaciones, y todos rápidamente empezamos a anotar textualmente lo que aquél hombre escribía.
— La clase de hoy será “Características de los Vórax”, aprovechen en hacer toda clase de pregunta que se les ocurra porque para mañana deberán traer un dibujo de como ustedes crean que sea uno y por lo menos 10 maneras de sobrevivir y prevenirte de el ataque de el Vórax que han dibujado.
— ¡¿Para mañana?! — se quejó al escucharle Noah haciendo que éste girase a verle.
— Sí, mañana — afirmó severo — y además, deberán usar respuestas lógicas. Es mi primera evaluación con ustedes, están cursando el último año, deberían por lo menos saberse 5 maneras, y si no quieren reprobar “Defensas”, les aconsejo que mínimo respondan 7 correctamente. Así que hagan 10.
¿Primera tarea evaluada que mandaba, y exigía tanto?, ¿A caso creía que éramos cazadores?
Ni en internet se respondían con exactitud a esas preguntas, ¿y pretendía que unos alumnos de 17 años las respondiéramos a la perfección?.
— Está loco — se quejó molesta Mónica sentándose en la banca de la cafetería con su bandeja de comida en manos llevando rápidamente una bocanada de su ensalada a la boca. — Es un enfermo, ¿viste cómo habla? ¡Ni siquiera sintió pena al hablar de la profesora Micaela!.
— No puede ser tan malo — trató de hablarle Liam, un castaño de ojos miel viendo divertido a la morena sentada a mi lado pero tratando de hacer que hablase, éste giró a verme dudoso y con nervios, balbuceando al tratar de dirigirme la palabra.
No era ciega, sabía que Liam gustaba de mí, y aquello me confundía tanto, pero yo no le veía si no como un amigo, un descuidado y torpe amigo que siempre faltaba a las clases de defensa por llegar tarde.
Y Mónica a mi lado sólo me vio con insistencia para que yo opinara, algo que no hice.
Mónica solía detestar a Liam. Él era de esos chicos populares que tenía admiradoras pero realmente no se quedaba en un solo grupo, y aquello era de admirar puesto que hacía amigos en todas partes, pero a su vez, el echo de que hablara con todos hacía que generase enemistades, como lo había hecho con Mónica al descubrirlo hablando con su mayor enemiga, Scarlett, una pelirroja muy presumida que cursaba la otra sección de nuestro mismo año.
Pero a pesar de odiarlo, ella era consiente de su insistencia conmigo, y aunque quise negarle muchas veces, ésta insistía en que le diese una oportunidad. A fin de cuentas, era el chico considerado más lindo de la escuela, además de carismático. Y aquello hacía que la confusión de la morena aumentara al ver que aquello ni siquiera me atraía.
Quizás no era mi tipo de chico, quizás no quería una relación, o tal vez, una parte de mí me hacía ver que una chica catalogada como “nada” como yo, no podía estar con alguien así, pero sabía que no era eso, porque a pesar de las constantes burlas al llegar sobre el ser huérfana, mi autoestima nunca estuvo tan baja para sentirme menos que un chico o de poco valor para alguien más.
— Es algo intimidante — aporté a las palabras de la morena. — El señor Hashiba ha mandado un montón de trabajo para mañana a primera hora, ¿cómo demonios voy a saber las debilidades de un Vórax que ni siquiera sé cómo es? — bufé moviendo la ensalada sin apetito de ella, y al ver que el castaño no llevaba ninguna bandeja, instintivamente mi mano le extendió el plato para que éste se la comiera por mí. — Toma, no tengo hambre.
— Oh, no, no, he comido cuando ustedes estaban en clases — trató de negar pero al éste devolverla, mi mano sólo la apartó a un lado alejándolo de mí.
— ¿Por qué ya no comes?, haz estado sin apetito últimamente.
Me encogí de hombros. — Sólo no tengo hambre, Mónica, no es para tanto. Y sinceramente, con todas las tareas que nos mandan, no es como que quiera pensar en comer.
— ¿Por qué no sales conmigo… bueno, con todos? — se apresuró en decir Liam — hay una fiesta en la casa de Marlon, es de la sección “b”.
— He escuchado que es a las ocho de la noche, mis padres no me dejarían y menos a casa de Marlon. Además, no es como que yo desee ir a un lugar en donde él esté — bufé viendo cómo la morena asentía a lo que decía sin dejar de comer.
— Marlon es un idiota — apoyó — Ha habido muchos reportes de Vórax últimamente, y con la profesora muerta, ni siquiera quiero salir de noche sabiendo que hay Vórax tan cerca de nosotros. Yo creí que la profesora Micaela había desaparecido por un viaje con su familia del que tanto hablaba, y resultó que… — calló volviendo a cristalizarse sus ojos haciendo que un suspiro un poco cansado escapara de mis labios al verle llorar por quita vez en lo que llevaba de día.
Vórax cerca, era lo peor que podías oír que alguien te dijera, pero para mí, aquello solo era algo de lo que ya estaba acostumbrada a escuchar.
No era considerada religiosa, pero el hecho de todos saber que era adoptada, me habían catalogado como una, puesto que los orfanatos no eran lugares bien protegidos, solo constaba de cuidadores en su mayoría mojas, las cuales su única protección era la palabra de Dios. Y cueste creerlo o no, aquellas bestias no solían cruzar las iglesias donde nos cuidaban.
— No podemos estar llorando y escondiéndonos toda la vida, Mónica, yo creo que…
— Liam, amorcito — chilló la aguda voz de una peculiar pelirroja cruzando sus brazos alrededor de el cuello de éste, haciendo que sus palabras quedaran en el aire ante su interrupción. — Te estamos esperando desde hace un rato — comentó para girar a vernos con una expresión de desagrado típica de ella.
— Scarlett, diles que voy en un momento.
— ¿en un momento? — bufó girando los ojos. — ¿qué tanta conversación podrías tener con la llorona y la huerfanita?.
— No empieces — advirtió severo éste quitando sus manos de su cuello bruscamente atrayendo su ofensa y la molestia de Mónica.
Por mi parte, mis rostro permaneció igual de serio que antes como si sus palabras no me hubiesen afectado en lo absoluto, y sinceramente, estaba tan acostumbrada que ni molestarme valía la pena.
— Déjala, Liam, una persona poco letrada e inmadura, tiende a usar las mismas ofensas para todo. Si te soy sincera, en éstos momentos es tanta la lástima que siento por ella que incluso llego a sentir la obligación de regalarte un diccionario. A ver si encuentra otro insulto por el que realmente valga la pena sentirse ofendida. — respondí y ver cómo sus rostro quedaba completamente pasmado hizo que mis labios se curvaran en una ligera sonrisa de triunfo. — Y si me disculpan, tengo cosas que hacer más importantes que ver cómo tratas de entender lo que he dicho. — culminé a mis palabras, y la pequeña sonrisa de Liam salió a relucir seguido de la pequeña risita de Mónica levantándose conmigo para igual marcharse de aquella mesa.
Y escuchar un “¿Me ha llamado estúpida?” ofendida a mis espaldas, fue lo último que escuché para salir a relucir mi sonrisa divertida.
Scarlett sin duda, era un monstruo, era tan horrible que incluso llegaba a cuestionar que consideren monstruos a los Vórax, cuando la tenían a ella presente.
— No entiendo porqué Liam trata con esas personas, él ni siquiera apoya las cosas que hacen. — se quejó al instante la morena cuando estuvimos lo suficientemente lejos para que no nos escucharan. — Quizás si tú salieras con él dejaría de tratarles y juntarse más con nosotros — opinó aprovechándose de la situación para volver a emparejarlo conmigo.
— No me gusta Liam, y lo sabes. Tampoco me interesa con quién se junte, es su vida, él tendrá sus razones para hablarles. Muchos te juzgan a ti por estar siempre con una huérfana, y no por eso te alejas de mí.
— Solo te atacan con eso porque se sienten intimidados — trató de suavizar las palabras que decía. — Eres muy inteligente, hermosa y buena persona. Ellos no pueden tolerar el hecho de que una chica que se crió en un lugar sin tantos recursos y estudios haya llegado a tanto.
Ella me daba el mérito de todo, aún cuando yo no lo tenía.
Sí había crecido en un lugar donde los estudios no eran tantos y la atención, al haber tantos niños, no era mucha. Pero me había acostumbrado a ello, tanto que incluso cuando cumplí los 11 años, nunca había esperado que realmente una familia me adoptara.
De tantos niños más pequeños, de tantos niños que realmente ése día se habían esforzado en destacar, aquella pareja algo mayor, habían decidido llevarme a mí como si yo fuese su gran tesoro, y desde el primer día en que había llegado, éstos me trataron como parte de la familia. Tan sobreprotectores dándome todo tipo de cuidados.
Sonreí. — Supongo que fue gracias a Helen y Richard. Ellos tienen reglas anticuadas pero, son buenas personas.
— Tus padres — soltó con duda girando a verme confundida. — Tus padres son de lo mejor, Penélope, les haría ilusión que algún día les llames así.
— ¿Padres? — pregunté y ésta al instante asintió. — Pero no lo son… No son mis verdaderos padres, ¿por qué les llamaría así? — sonreí con burla y confusión a sus palabras.
— Porque te adoptaron, son tus padres legalmente. Ellos te han estado cuidado.
— ¿Si alguien te cuida es tu padre? — reí ante mi pregunta girando a verla — Entonces tengo.. — dudé contando con mis dedos — catorce mamás y cuatro padres — reí y ésta bufó ocultando su sonrisa al haber entendido. — Y soy madre también, porque cuido de ti a veces. Así que.. hija mía, recuerda hacer tus tareas porque no pienso desvelarme otra vez para hacer las tuyas.
— Eres una tonta — negó tratando de callar su risa, pero ésta no intentó negar a mis palabras, y solo cambio de tema drásticamente mientras caminábamos a la siguiente clase.
Sabía que para ella era un acto cruel no llamarle a Helen y a Richard “Padres”, pero realmente no veía la necesidad de hacerlo.
No lo mal interpreten, los amaba, ellos me habían cuidado y brindado su amor y enseñanzas pero, “padres” para mí ya se había vuelvo una palabra sin valor alguno. Y aunque estos fuese catalogados como mis padres, yo sentía que era faltarles el respeto llegar a considerarles así, y ellos en todos éstos años nunca presentaron problemas de que les llamara por sus nombres, a pesar de ellos preséntame ante sus amigos como su “hija”.
Las horas habían pasado junto con cada agotadora clase, y mientras todos se marchaban a sus casas, inclusive Mónica, como era costumbre, yo permanecía en la entrada en una de las bancas de la institución esperando a que Helen viniese a buscarme.
— ¿Suelen buscarte tarde siempre? — preguntó repentinamente aquella voz que recién hoy había escuchado mientras se sentaba a un lado de mí en aquella banca.
— ¿Qué? — balbucee confundida.
No era normal que una alumna y un profesor hablasen, y el hecho de estar sola hacían que mis nervios crecieran un poco aún cuando no quería juzgarle.
A ningún profesor se le era permitido irse si alumnos quedaban en la institución, en mi caso, yo era la única razón por la que éstos se quedaban esperando a que me viniesen a buscar.
— Ya ha pasado más de una hora — volvió a hablar viendo su reloj plateado adornando su brazo y yo prendiendo mi teléfono ví que recién eran las 2:30 de la tarde.
— Lo siento por tener que quedarse — me disculpé sin responder a su pregunta colocando mi bolso sobre mis piernas algo descubiertas por la falda de mi uniforme, como si éste fuese a protegerme de él. — Mis padres están por venir.
Asintió y sus ojos viajaron a mis manos apretando aquél morral con fuerza. Aumentando mis nervios cuando éste lentamente metió su mano en su bolsillo levantándose de aquella banca y entregándome así un pequeño tubo con un n***o látex cubriendo su contenido el cual tenía una pequeña argolla a un costado. — Toma. — murmuró confundiéndome por completo, pero sin llegar a negar, curiosa, lo tomé para verle. — Creo que lo haz de necesitar más que yo — respondió ante mi mirada, y sin llegar a esperar que hablase o si quiera me respondiera qué era, éste se marchó entrando nuevamente a las instalaciones dejándome a mí sola a fuera con sólo las rejas de el instituto cuidándome.
Y justo cuando mis manos destaparon el látex que cubría aquello, unas bocinas se escucharon en frente con una desesperada Helen viéndome desde la ventana de el auto pintando repetidas veces para que me moviese más rápido.
— Penélope, apúrate — pidió en desespero confundiéndome al ser ella la que había llegado tarde, pero en el momento en que mis cuerpo se adentró al auto, mis ojos rápidamente viajaron a una pequeña curita en su ante brazo, mientras ésta apretaba sus manos al volante conduciendo más rápido de lo normal, incluso, llegando a casi chocar con otro vehículos al pasarles.
_ ¿Estás.. estás bien? — balbucee apretando mi cuerpo a el asiento para evitar chocar con el tablero de el auto.
Pero sólo me sentí extrañada cuando ésta sin responder, solo tembló conduciendo aún más rápido mientras gotas de sudor frío corrían por su rostro.
— Pen, tienes que irte. — respondió atemorizada cuando mis labios estuvieron a punto de cuestionar nuevamente.
¿Me estaba echando de la casa?
Mi rostro rápidamente se había arrugado en confusión al escucharle.
Todo esto era extraño, incluso había llegado a pesar que quizás solo se trataba de una pésima broma, hasta que una fugaz lágrima fue el inicio de su llanto desesperado haciéndome palidecer, más de lo que ya estaba. Pero aunque quería creer que aquellas palabras eran el único motivo de mi miedo, ver una camioneta de cazadores aparcada a unas cuantas casas de la mía había sido lo suficiente para que mi cuerpo se estremeciera completamente.
Habían Vórax’s cerca, había un Vórax cerca de mi casa.