2. Un cielo no tan amable.

1062 Words
2. Un cielo no tan amable. —No, no quiero quedarme en esta casa… —reclama mirándole con hastío. Cielo entrecruza a los brazos, mientras doña Luz le arregla la ropa remendada que lleva puesta. —Es lo o que hay hija, y baja por favor el volumen de tu voz —le suplica bajando la voz, e intenta hacer que se calme o que por lo menos no hable de esa forma. Le ha costado mucho pedirle el favor a don Héctor para que pudiera traerla consigo, y ¿qué hace ahora Cielo? —¿Por qué hiciste que me trajera tu jefe? —Cielo continúa reprochándole, no para nunca, como hace siempre, como cuando se fracturó el brazo hace dos años al intentar subir ella sola el catre de hierro que doña Amanda le había obsequiado para ella. Cielo no sabe que ha sido un logro que esté ahí con ella. Pero ya está harta de recibir solo palabras hirientes de su única hija. —Si me vas a reclamar por todo, ve fijándote en cómo ganarte la vida. Cielo le mira con odio en los ojos. Odia el uniforme que usa y ese ridículo moño que tiene en la cabeza. —Yo no te pedí que me trajeras a la vida. ¡Yo no pedí esto! Doña Luz trata de taparle la boca para que doña Amanda no la llegara a escuchar. No quiere que por culpa del mal comportamiento de su hija tuvieran una mala imagen de ella y cambiases de parecer, le pidan que se la lleve y ahí estarían en problemas. —Niña mal agradecida… —le susurra. Pero Cielo es terca como una mula y no para de insistir. —¿Por qué no dejas que vuelva al cuarto? —¿Prefieres quedarte en ese cuarto que aquí? —le señala todo el amplio salón y parte del jardín. —¿Y qué? Si nada de esto es nuestro… —suelta Cielo —. Solo eres la criada y nada más. ¿Me equivoco? —Estás equivocada. Soy la ama de llaves y me encargo en persona del cuidado de la niña de la casa. Luz se siente orgullosa por haber llegado a ocupar ese puesto en la casa de los Martínez, pero eso su hija no lo entiende, no sabe de todas las penurias que ha tenido que pasar para llegar hasta ahí. —Al menos en el cuarto puedo ponerme la ropa que yo quiera… —Cielo suelta con resentimiento y luego dirige su mirada, con desdén al jardín elegante y bien cuidado, y comprueba que es como los que se ven en las películas que ella sueña estelarizar de la mano de un gran galán, quizás de Tomy el Toro, en un futuro no tan lejano. Ya puede ver su cara en los panfletos de los cines y de las calles. Quiere irse de una vez por todas, ser independiente y no tener que hacer lo que doña Luz demanda de ella. Tuerce los labios y mirándole le dice: —Lo que tratas de decir es que eres la niñera de la hija de estos ricos… —la corrige con brusquedad, no es consciente del daño que hace. En ese momento, doña Luz no la escucha, solo sabe que alguien se ha despertado en la planta de arriba, se acomoda el uniforme y dibuja una sonrisa en sus labios. —Sh, por dios, baja la voz, yo no te crie para… —No me criaste, eso es cierto. Nunca estuviste para mí cuando te necesitaba… —la reprocha con brusquedad. Cielo siempre saca ese tema, pero ella no comprende, no puede hacerlo. Doña Luz lo sabe y busca la forma de callarla, Está harta de su comportamiento. —No hija, no fue así… yo me la pasaba trabajando día y noche… No lo recuerdas porque estabas bien chiquita… —le dice ella, algo nerviosa por el comportamiento de su hija—. Para que no te faltara la comida… Cielo alza los hombros y le muestra desprecio que le tiene. —¿Para qué recordar? —replica ella—. Si no sirvió para nada. Es lo mismo que ahora, quieres encerrarme en esta casa con gente que nos odia. Doña Amanda baja de su dormitorio, y está en la escalera. Cielo le mira de pies a cabeza, y sabe por su cara que no ha dormido nada. Doña Luz codea a su hija para que se comporte como corresponde. —Buenos días doña Amanda —saluda Luz y hace que Cielo salude de la misma forma que ella. Amanda mira a Cielo, como si quisiera predecir si va a continuar lloviendo o no. —Es idéntica a ti —comenta y Cielo se muerde los labios muy fuertemente para no ponerse a negarlo. Odiaba con todo el alma que le dijeran cosas como esa. En ese momento doña Luz sonríe por el comentario. —Es lo que dice la gente. Mi Cielito es una buena chica, ayudará en lo que pueda. Cielo odia el tono que usa su madre al dirigirse a la mujer rubia, a la riquilla que se ve que nunca ha conocido del dolor y nunca ha tenido que pasar hambre, como ella. —Eso es lo que espero —contesta Amanda—. Dulce ha estado algo… distraída, y sospecho que le hace falta compañía de su edad, pero ya sabes que no puede salir de casa. Confío en que tu hija sepa mantenerla centrada en sus tareas. Ese tono de autoridad y superioridad, a Cielo la dan ganas de golpear. Mientras tanto, Doña Luz da unos pasos hacia su patrona y responde: —Lo tiene bien en claro, doña Amanda, no tiene que preocuparse de ello —asegura mirando a Cielo, pero ella ni siquiera ha puesto atención a las nerviosas indicaciones que le ha dado al despertar, pero afirma con la cabeza cuando doña Amanda la mira esperando que lo confirme. —Bien, confío plenamente en ti, Luz, y en tu hija. —mira hacia el reloj de oro que tiene en de pulsera —¿Está lista mi maleta? Cielo se ha fijado en todo los ademanes que ha hecho doña Amanda, y trata de guardarlos en su mente para usarlos en cuanto pueda. —Desde anoche —le responde doña Luz. —Perfecto.
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