Note una luz en mi cara, pase mi mano por mi cara y me costo mucho no meterme debajo de la almohada o dar la espalda a la luz, me senté en la cama aún con los ojos cerrados, me pase las manos por la cara y suspire demasiado cansada, gire mi muñeca y mire mi reloj, no era digital por lo que me costo un poco más de lo normal que mi cabeza asumiera que hora era pero cuando me di cuenta que eran las dos y media de la mañana, me desperté en un solo segundo, mi cerebro se activo más rápido de lo que esperaba, y me encontré a Cristina vestida mirándome con una linterna.
—No—le dije sin dudarlo, cualquier cosa que estuviera planeando, iba a decir que no, no pensaba seguir los locos planes de mi amiga en la madrugada, si había una cosa buena que me habían enseñado las series y mi abuela, era que una vez te pusieras el pijama, no debías salir de casa, en este caso de la habitación del internado.
—No has escuchado lo que tengo que decir—se quejo y mire a Cristina demasiado atenta.
—Son las dos de la mañana, tengo el pijama puesto y como dice mi abuela, no salgas de la cama cuando ya tienes puesto el pijama, y esta vez no solo estoy en pijama sino que estaba dormida—le deje claro y con la primera goma de pelo que agarre de mi cajón, me hice un moño para mirar a Cristina.
Analice la situación, estaba claro que si me despertaba a esas horas era por una emergencia, dudo mucho que Cristina se desprendiera sus horas de sueño por cualquier tontería, yo adoraba muchas cosas pero nada era comparado con el amor que le tenía Cristina a dormir, creo que era su verdadero amor y creo que era la cosa que más amaría hacer por el resto de su vida.
—Vale, me has ganado—le dije y la mire—¿Qué pasa?— le pregunte intentando demostrar la curiosidad que no tenía, y no porque no me importaba lo que me tuviera que decir o lo que le pasara, me importaba demasiado lo que estaba pasando por la cabeza de Cristina y si pudiera ayudarla, lo haría sin dudarlo, pero estaba demasiado cansada.
—Tenemos que hacer un viaje—me dijo y la mire sin entender nada.
—Si necesitas un conductor, tienes que hablar con Matt, yo no puedo llevar un coche—le deje claro y la mire tranquilamente mientras intentaba imaginarme que estaba pasando o como la podía ayudar, si tenía que irse a Monaco, la mejor idea era coger un avión y para eso Gigante nos podría ayudar mucho, ya que su padre tenía un avión privado, aunque cualquier persona de este internado podría conseguir un avión privado si quisiera, al no notar respuesta de parte de Cristina la mire intentando analizar que estaba pasando—Puedes pedírselo a Aiden—le dije cuando asumí que lo que quería hacer era un viaje dimensional.
—Tranquila que a mi también me han despertado—comento Aiden y me gire para ver a mi primo apoyado en la puerta, gire más mi cabeza y sentado en mi silla del escritorio estaba Matt sentado con toda la calma del mundo, realmente es la primera persona que conozco que se dormiría en cualquier parte pero que al mismo tiempo el no dormir, no le afecta.
Comprendía que mis queridos amigos estuvieran llenos de una hormona que les hiciera querer vivir todas las aventuras del mundo, es como que sentimos que al ser jovenes, todo se debe hacer ahora, no podemos esperar a crecer porque luego no podremos hacer nada, es una locura ese pensamiento pero es una sensación que se da. Los adolescentes sentimos que las cosas en cualquier momento se escapan de la vida, vivimos los días divertidos demasiado rápido y los aburridos como si fueran entornos por lo que es demasiado necesario para todos los jovenes vivir sin miedo.
—Pues no me necesitáis, y yo necesito dormir—me queje.
Habíamos estado dos semanas bajando de habitación en habitación hasta que al fin se arreglo todos los problemas, nos pusieron ventanas nuevas, completamente reparadas y con más seguridad, esto por parte de la madre de Cristina que dio un poco más de dinero para nuestra tranquilidad. Sin hablar de que conseguí que el cura del pueblo viniera para que limpiara la habitación, aparte de una mujer que era curandera de dos pueblos más lejano, todo gracias a que Matt hizo demasiadas llamadas, por lo que tras mucho tiempo, estábamos volviendo a dormir en nuestra habitación. Habíamos pasado de la habitación de Iris, en la de algun estudiante que nos dejaba la cama suelta, pero obviamente no en la de ningún chico, creo que aunque los profesores sean demasiado abiertos, no van a dejar jamás que adolescentes compartan cama.
—Necesitamos a dos personas, quiero recordarte—me recordó Cristina, me tumbe en la cama demasiado agotada, en ocasiones me daba demasiada alegría tener la habilidad de poder viajar por mundos inimaginables pero que los demás dependieran de mi para todo, bueno no para todo pero para lo que tenía que ver con estos viajes si, y lo odiaba.
Me gustaba tener amigos, pero creo que mi pensamiento no tenía nada que ver con eso, amaba a mis amigos y les iba a ayudar en todo lo que pudiera, pero de la misma forma, tenía un enorme debate interno en que era lo que estaba pasando por mi vida ¿Los viajes estaban bien? No es que dudara en que era una cosa demasiado buena, nos iba a ayudar a culturizarnos y ver el mundo en el que vivíamos con mejores ojos. Creo que todos en un momento de nuestra vida, nos planteamos porque existimos, los ojos se nos cierran y vemos todo n***o, preguntándonos porque no es así todos los días, porque hay colores, dolor, y miles de cosas más.
— ¿Y no lo podemos hacer el fin de semana?—me queje.
Todos me miraron como si estuviera cometiendo un crimen.
—Isabella—me llamo Cristina y la mire—¿Sabes que el sábado es la graduación?—.
Si no estuviera sentada, me hubiera caído de la cama o de cualquier lado en el que estuviera, la graduación era el evento que más adoraba del curso, mucho más que las vacaciones o que los bailes, eran las graduaciones, momentos en los que nos vestíamos y disfrutábamos de lo que habíamos conseguido sabiendo que tras eso íbamos a tener una pausa, unos meses de tranquilidad, pero a mi no me gustaban las vacaciones de forma normal, era como un lugar inseguro en mi época del año, estaba siempre con mi madre y clases de protocolo, no me gustaba las vacaciones pero esperaba que este año las cosas fueran diferentes.
—¿No tienes algún discurso que dar?—me pregunto Aiden y negué.
Me habían ofrecido dar un discurso el día de la graduación, todos los profesores me dijeron que al ser la mejor alumna del colegio y ser un ejemplo de responsabilidad y amabilidad, sería la mejor persona para que los padres vieran como referente de sus hijos, siempre daba los discursos, de inicio de curso, los de mediados de curso o los que los profesores quisieran, y por mucho que mis exámenes hubieran salido bien y que mis ideas no hubieran cambiado, sentía que era la persona menos indicada para hacer cualquier discurso, era una persona que estaba complicando demasiado la vida de todo el mundo en el colegio por lo que no merecía los premios o beneficios que me dieran.
—No pasa nada, mejor, así podemos disfrutar mejor—comento Matt y me ofreció su mano—Vamos, vivamos una aventura esta noche antes de que la luna deje de ser testigo—me dijo y le mire con curiosidad.
Era mi debilidad, no me importaba que estuviera pasando o como, si el que me lo proponía era Matt, iba aceptar cada cosa que me pidiera y me daba pena que no tuviera ese efecto en él, porque no había conseguido por nada del mundo que Matt bailara conmigo porque si.
Mire mi pijama y era prácticamente un chándal por lo que podía ir con ellos sin problemas. Todo esto era culpa y gracias al querido señor Miller, desde que nos obligo a levantarnos en mitad de la noche, estuviéramos como estuviéramos y nos torturo, pues para mi era demasiado traumático por lo que me negaba a que mi cuerpo pasara por esa vergüenza una vez más, guarde todos mis pijamas más pijamas para mi casa y me puse los pijamas menos pijamosos, siendo estos pijamas que podían hacerse pasar por ropa, y obviamente me negué ha hacer cualquier rutina de noche que dejara prueba de esto.
Me levante agarrando su mano.
—Quiero un café y un croissant—le deje claro y me miro—Mejor algo dulce—.
—Te pienso traer toda la panadería si es necesario—dejo claro y beso mi mejilla.
Todos nos fuimos de ahí para ir al invernadero, donde estaban esperando varios de nuestros amigos, estaba claro que la idea no era ni de mi primo ni de Cristina, y a Matt no le podía importar menos los viajes, creo que si estaba en esta aventura, era por el simple echo de que sus amigos estaban ahí, si nosotros no hubiéramos decidido hacer esta cosa, Matt no estaría aquí por lo que se que el plan de estar aquí era de alguno de los otros idiotas que tengo como amigos, los únicos que no estaban eran Lisa y John. Comprendía porque no estaba aquí, bueno al menos lo hacía con John, nadie se fiaba de él pero no era un mal chico, no del todo al menos, creo que lo que pasaba estaba demasiado roto y luego estaba Lisa, que obviamente no le habían avisado para no traer a John, pero la estábamos apartando y eso era lo peor del mundo, me sentía demasiado mal.
—Solucionare lo de mi hermana, para que comprenda que esto es sin John y lo demás con él—explico Paula pero no dije de nada, simplemente asentí mientras las cosas se complicaban en mi mente, no me gustaba para nada dejar de lado a alguien pero no podía discutir en estos momentos, necesitaba hacer algo para que Lisa volviera a estar como antes, sin miedo ni enfados, creo que me daba paz tener a todas las personas que quería cerca y bien y esta situación me desestabilizaba.
Antes de que dijera nada, el portal se abrió y todos pasaron a ese nuevo lado, camine con los demás para entrar a esa enorme sala, era tan tranquila, era tan hermoso que cada vez que entraba, me sentía demasiado bien. Era como si después de miles de años, llegará a casa, y si, se que en cierta forma este era mi casa, Aurora era mi abuela, era lo más cercano a mi verdadera historia, y aunque la sangre no hacía la familia, se que las uniones de sangre eran solo códigos de ADN pero no podía evitarme sentirme conectada y atada a las personas que compartían mi sangre y necesitaba saber más de todo, de ella y de la familia.
—Espero que esta vez no compliquéis las cosas—comunico Aurora y se acerco a mi dándome un beso en la cabeza—Esta vez creo que mi querida niña deberías tu ser el conducto en el otro lado y que Aiden se quede a mi lado, además me gustaría saber como puede ser que un chico tan joven y juago, aún no este casado—comento, haciendo que riera.
—Nadie se casa a los diecisiete—se quejo Aiden haciendo que nuestra abuela le mirara—Pero tranquilamente te pienso explicar toda mi vida si quieres, abuelita—bromeo haciendo que todos tuviéramos que aguantar las ganas de reír.
—Nada de bromas, niño—dejo claro Aurora y nos miro—Puede que seáis mis nietos pero sigo siendo demasiado joven—.
No pude evitar reír porque todos nos miraron, se que era una escena cómica y aunque todos sabían que Aurora era nuestra abuela creo que nadie se espera eso, que ella sea nuestra abuela, era una mujer que se parecía demasiado a nosotros, bueno nosotros a ella pero era una curiosidad rara que esa mujer pareciera hasta más joven que mi padre, su hijo, pero creo que era por este espacio, pero aun así era gracioso porque nos trataba como sus nietos aunque podría tranquilamente tratarnos como hermanos, hijos o sobrinos, o como amigos que se acaban de conocer pero creo que en la época que su madre vino, y como la criaron a ella, la familia era algo que se respetaba.
—Conocer mejor a mis adorados nietos siempre es un placer—comento Aurora haciendo que la mirara—Ya se que mi niña bella esta super enamorada, y que es demasiado lista—comento mi abuela haciendo que le mirara demasiado sorprendida por lo que había dicho.
—Obviamente esta enamoradísima, por dios, existo yo—dijo Matt haciendo que le mirara divertida.
—Baja de la nube, principito—le deje claro haciendo que Aurora me mirara. Me encantaba meterme con Matt era como si cualquier cosa que dijera nada malo pudiera pasar, siempre teníamos que tener demasiado cuidado con lo que decíamos a las personas o como les hablábamos pero a Matt le podía hablar como fuera, les podía decir lo que pensara y no se iba a enfadar, nos comunicábamos de formas diferentes, bueno teníamos nuestros problemas pero de forma normal, una comunicación graciosa siempre nos sentaba bien y nos gustaba, me gustaba cuando se metía conmigo de forma cariñosa porque sentía que mi mayor fallo podía ser algo hermoso.
Matt agarro mis mejillas con una malo para besarme sin dudarlo un solo segundo, le seguí el beso como era lo más normal del mundo, amaba los besos que me daba Matt, era como un momento de paz, un lugar seguro en cualquier lado, bueno Matt era un lugar seguro en cualquier estado y momento.
—¿Sabes que es delito usar títulos nobiliarios con personas que no son nobles?—me pregunto Aurora, no dije nada, estaba pensando las cosas, no le había contado en ningún momento que Matt era príncipe, no al menos que yo recordaba pero simplemente es que no era mi secreto, siempre pensaba que las personas tenían derecho a decidir si contaban las cosas que vivían o tenían en sus vidas, cada persona debía tener el derecho a hablar cuando quisiera, aunque eso ser rompía un poco cuando comentaba las cosas que los demás hacían sin que la persona estuviera delante, pues era irónico.
—Ya no es ilegal—dejo claro Matt y me miro apoyando sus brazos en el panel de control, haciendo tanta fuerza que todos los músculos de sus brazos se tensaron, me fije en todos y la mayoría estaban vestidos de lo más normal, quitando a Cristina que iba en su pijama de ositos, Aiden que iba con el uniforme y Matt que iba con una camiseta de tirantes y un pantalón corto marcado por el sudor, estaba claro que había estado haciendo deporte antes de venir a por nosotras, me acerque a Matt y pase mi mano por su brazo haciendo que me mirara de reojo y negué con suavidad—De todas formas, soy heredero de una corona, así que puede llamarme príncipe siempre que quiera—comento Matt y miro a Aurora.
—¿Heredero?—pregunto Aurora nerviosa y Matt asintió.
—Pero dejamos claro una cosa, seré heredero y lo que queráis pero como alguien que no sea Isabella me llame princesito o algo parecido, le pego—dejo claro Matt, pasando sus dedos por mis brazos en forma de calma, como si no pasara nada malo, pero realmente estaba cambiando todo, Matt se había empeñado por años en ocultar que era un príncipe, el heredero de una de las casas reales más importantes del mundo, y ahora como si nada, para que yo estuviera tranquila o para que nadie juzgue mis decisiones, mis palabras, para que nadie me lo hiciera pasar mal.
Matt era mi héroe.
Matt era mi vida entera.
Siempre hay cosas que me gustaban de la vida, y otras cosas no me gustan para nada, era verdad que no me gustaba para nada las mentiras o no saber nada pero tenía claro que no me importaba para nada quedar como idiota, mentirosa o mal por las personas que amaba, y si Matt me pedía que ocultara el mayor de los secretos a todos, lo haría sin dudarlo, sin pensarlo un solo segundo, traicionaría todos mis valores por él.
—Dejemos esta conversación niños—comento Aurora y dio un aplauso para que miráramos a donde estaba ella y como si nada, sin tocar un solo panel, controlando todo con su mente o al menos eso parecía hizo que una puerta se pusiera detrás de ella, una hermosa puerta rosa, tenía mariposas pegadas como si fueran pegatinas pero la puerta era demasiado antigua y las pegatinas no parecían para nada estropeadas. La puerta me recordaba demasiado a la puerta que tenía en mi habitación de Italia, me acerque a ella y la acaricie viendo que en la esquina de la puerta había unas medidas casi borradas, pero unas marcas de que niños habían sido medidos hay, era una cosa que siempre quería que mis padres hicieran pero siempre se negaron—Hay veces que las puertas toman la apariencia de lo que necesitamos ver—me dijo Aurora y la mire.
Suspiré.
Necesitaba ver algo de mi infancia, pero no estaba segura de que era y me daba demasiado miedo que fuera algo que no quería que nadie descubriera, no podía ser algo malo, sino Aurora me protegería pero la puerta era algo para mi, un lugar para mi, algo que necesitaba en estos momentos pero tener que compartirlo con personas que no me sentía del todo cómoda me daba demasiado miedo.
Poco a poco, me recordé a mi misma mientras agarraba con cuidado el mango de la puerta esperando a sentir algo o que algo me impidiera abrirlo pero no era nada, como si nada, sin esfuerzo, sin más, empujando solo un poco la puerta, la pude abrir.