Millones de puertas, era casi imposible contarlas, no era posible que alguien pudiera saber cuantas puertas se escondían en ese espacio. Todos se quedaron impresionados desde el primer momentos, impresionados, en la entrada del lugar, como si algo fuera a hacerles daño si daban un paso más.
Eva entro como si nada, como si fuera su casa de toda la vida.
—Eva—le riño Alessandro, pero Eva no le hizo caso, se acerco a Alessandro y agarro su mano para tirar de él y que se adentrara en el espacio con ella. Eva andaba por el lugar como si fuera su casa, como si este lugar lo conociera de toda la vida pero eso no era posible, acaban de entrar por primera vez, Eva llevaba poco tiempo en el internado por lo que si alguien debía conocer ese sitio era George que era quien más tiempo llevaba en el internado.
Alessandro no muy convencido se dejo llevar por Eva, no podía decir que no a esa chica, desde el momento en el que conocieron, le rompieron sus esquemas, le volvió diferente. La vida de Alessandro siempre estuvo atada a ser el hijo perfecto, el futuro conde perfecto que su familia necesitaba, era el único hijo y sus dos hermanas no eran adecuadas para el papel, no según sus padres. Ni siquiera las dejaban salir de su casa en Monte Alto, Alessandro siempre quiso huir y ser el mismo pero algo, conciencia o miedo no le dejaban volar pero esta chica le hacía volar demasiado.
Volar le daba miedo.
—¿Qué es este lugar?—pregunto Martha.
Era la unica que aún no había entrado, estaba demasiado asustada. George y Candela se habían adentrado sin dudarlo, estaban mirando cada zona con gran curiosidad sin demostrar miedo. Pero Martha no, estaba demasiado asustada, su lógica no le dejaba avanzar, no dejaba que hiciera nada, la dejaba ahí, congelada con miedo de dar un paso y hacer algo malo. Todos estaban tranquilos pero ella no, necesitaba a su querido Travis para poder saber que hacer. Travis era parte del grupo desde que se formo, era su mejor amigo aunque ella siempre estuvo enamorada de él pero ese fin de semana estaba fuera por lo que no tenía a su mayor apoyo. Todos tenían a esa persona que querían, que les daba paz, menos ella, que estaba sola.
—Creo que deberíamos irnos—comento Martha mirando a todos pero nadie dijo nada, todos miraron el lugar con gran interés—Puede ser peligroso y no sabemos de quien es este lugar—.
Si algo caracterizaba a Marta era la lógica y la precaución, su padre se había hecho rico a base de que fue lógico y no tuvo dudas en las cosas, creía en lo que veía, creía en los datos que le daba la vida, no en las cosas que el mundo creía que estaba pero o había nada, eran cosas que la vida le había demostrado, que le había hecho decidir que eran así, no cosas que la religión o que los libros le daban, su padre siempre le recordaba que no creyera en lo que los libros decían o en lo que los demás decían, solo en lo que la verdad demostraba.
—Vamos—comento Candela acercándose a su amiga y tirando de su mano para que se acercara a ellos, Martha no era de esas personas que se dejaran llevar por lo que los demás decían pero estaba asustada y necesitaba que alguien le explicara que pasaba. Se acercaron a los demás que estaban alrededor de una mesa que era demasiado moderna, parecía el panel de control de la NASA o de alguna de esas empresas de enorme control y tecnología, sin hablar de las mil pantallas que había en el lugar que estaba claro que eran una forma de control peor las pantallas estaban apagadas por lo que no se sabía que pasaba.
—¿Qué es esto?—pregunto George sin entender nada y observando los botones—Martha, tu entiendes de tecnología a ver si sabes que es esto—comento.
Martha negó.
—Mi padre sabe de tecnología pero yo no se nada—dejo claro ella, aún así se acerco a la mesa para intentar entender algo de lo que estaba pasando, analizo el lugar y miro a sus amigos—Lo más seguro es que hemos abierto un panel y estamos en una sala de vigilancia del internado—dejo claro Martha.
—¿Y las puertas?—pregunto Alessandro.
Todos miraron a Martha, a ver si podía dar respuesta pero estaba claro que no estaba segura de nada de lo que se decía, estaba demasiado nerviosa como para pensar, no estaba segura de nada de lo que estaba pasando, Martha cerró los ojos para pensar e intentar que nadie le agobiara con sus miradas.
—Obviamente Martha esta equivocada—dejo claro Eva y todos la miraron—Sabes que te adoro Martita pero este lugar es increíble, es el lugar de los portales—dejo claro.
—¿Portales?—pregunto Martha—Esto no es una broma—.
Eva se sentó en la silla del panel de control y apoyo los codos en la mesa para mirar a sus amigos, todos estaban perdidos, demasiada nieva información y demasiadas dudas que nadie podía explicar, solo Eva pero ella no daba explicaciones.
—Hay millones de puertas, casi tantas como personas en el planeta y cada segundo se crean más son otros mundos, son lugares llenos de dragones, historia y amor, esas veces que crees que ha pasado algo pero realmente no, es lo que ha pasado en una de estas puertas—dejo claro Eva mirando a sus amigos—Pero eso es demasiado aburrido de pensar o contar, mejor vayamos a vivir aventuras, elijamos una puerta—dijo Eva dando a un botón que hizo que las puertas comenzaran a moverse, nadie dijo nada, se quedaron impresionados por lo que estaba pasando, nada de esto tenía sentido.
—¿Y tú como sabes esto?—pregunto Candela intentando entender las cosas.
—Mi familia es la guardiana de este lugar, bueno, de otro portal pero este es el principal—dijo Eva sin dejar entender mucho a la imaginación o mucho a las dudas, estaba dando la información que le pedían pero eso solo dejaba más dudas, que era lo que pasaba ¿guardianes? ¿portales princípiales? ¿más portales?
La tecnología de esta sala era imposible, por mucho que las cosas avanzaran, la primera que se hubiera enterado de pantallas más pequeñas o lo que sea, sería Martha, ella sabía todo lo que pasaba en el mundo de la tecnología por su hermano mayor quien aunque aún estudiaba en la universidad, estaba demasiado informado en lo que pasaba por el mundo de la tecnología y estas cosas no estaban en la vista de nadie.
Control no era, las pantallas no daban una sola imagen del internado y las proporciones del espacio no dejaban claro lo que estaba pasando, no tenían nada que ver con el internado, era algo aparte que a todos volvían locos, no era algo posible que el dueño del internado supiera de este lugar, era imposible que alguien se hubiera enterado de que esto existía, sino lo hubiera usado como exposición o tortura.
¿Fantasía? En la mente de Martha no entraba la posibilidad de que esto fuera una fantasía de que la magia y esas cosas no eran reales, en ningún mundo entraba en la cabeza de nadie, era imposible, era una locura llena de preguntas.
—No lo pienses tanto Martha—la llamo Alessandro y paso un brazo por su hombro—Vivamos nuestras ultimas aventuras antes de ser prisioneros de nuestro destino, elige—.
Martha suspiró estaba destinada a ser la mujer de alguien, sin oportunidades de estudiar cosas que amaría, criar a sus hijos, a los hijos que no serían de ella porque llevarían el apellido de su marido, nada sería de ella, solo sus recuerdos. Ese era el destino de las mujeres, ser el algo de un hombre, fantasmas de una vida impuesta desde antes de que nacieran. Ilusionarse por tener un mejor futuro no era buena idea, jamás pasaría nada, solo se quedaría con ilusión para luego romperse su corazón.
Aventuras, sueños, recuerdos era lo único que siempre sería suyo.
—Esa—dijo Martha señalando una perta, tenía millones de dudas y pocas certezas pero no podía hacer nada más, solo vivir la vida que nadie le iba a regalar, la vida que ella quería.
Eva sonrío feliz, y con un movimiento de palanca les acerco la puerta a sus amigos.