A las 7 en punto de la noche, Jacob llegaba a la recepción del hospital desde su consultorio, mirando la hora con ansiedad. Siguendo la rutina de todas las noches al salir, se detuvo frente al puesto de admisión. —Dr. Cooper… —saludó la recepcionista— ¿Se retira tan temprano? —interrogó con extrañeza, sabiendo que su hora de salida habitual era después de las 10 de la noche. Jacob le ofreció una sonrisa amable, apenas perceptible, sin contestar a su pregunta entrometida. —¿Hay correspondencia para mí? —Oh, por supuesto. Mientras la mujer revisaba entre la correspondencia de los médicos, Jacob miró de nuevo con impaciencia su reloj, luego se asomó hacia un extenso pasillo interior. No vio más que a una enfermera y a un paciente charlando a mitad de pasillo. —Aquí tiene. Jacob puso

