Samantha revisaba algunos planos de los nuevos proyectos que tenía la constructora. Dejó el bolígrafo sobre el escritorio y cerró sus ojos mientras giraba su cuello, tratando de calmar el leve dolor que había comenzado a surgir en su cuerpo por el duro trabajo que realizaba.
El sonido de la puerta de su nueva oficina rompió el silencio de esta. Samantha sonrió al ver entrar a Lidia tan hermosa y sonriente como siempre lo había sido.
—¡Jefa!, ¿ya terminó de revisar los planos?
—Ya los revisé y están muy bien, solo hay que hacer pequeños ajustes, pero nada del otro mundo, nada que no puedas hacer tú.
—Perfecto, "jefecita".
Lidia comenzó a reírse por lo cómico del rostro de Samantha cada vez que la llamaba así.
—Ya te dije que no me llames así.
Soltó Samantha un poco enfadada mientras cruzaba sus manos.
—Ya sé, ya sé. Solo me gusta molestarte; dime, Sam, ¿cómo te sientes en tu primera semana como la gran jefa?
—Pues, supongo que bien… Es un poco más difícil de lo que ambos pensábamos, pero tampoco nada que no se pueda hacer.
—Pensé que estarías más feliz. Tu vida está yendo como debería ser y como lo habías planeado. Tienes el puesto por el cual trabajaste duro y en unos días te casarás, pero a pesar de todo eso tienes un semblante desanimado, ¿sucede algo malo?, ¿pasa algo con...?
—No, eso es; estoy feliz, solo que me resulta un poco difícil hacerme a la idea de que todo lo que se suponía que debería hacer está surgiendo de manera correcta… Es raro que la vida sea así, ¿no lo crees?
—A veces no entiendo de qué hablas, Sam, mejor me voy y te dejo trabajar, que en eso eres muy buena, mucho mejor que expresarte.
—Vale… Oye, por cierto, necesito que me des el presupuesto final que plantearon con tus clientes.
—¡Sí, señora!
—Basta.
Lidia sonreía mientras salía de la oficina de Samantha.
Samantha observó el reloj en su muñeca y se percató de que ya era hora de salir, así que inmediatamente reconoció todo su escritorio, dejando en orden todo como era costumbre en ella.
Al salir de la oficina se despidió de Lidia, que también estaba terminando de guardar todo.
Al abrir la puerta del departamento, el dulce abrazo de Kevin sorprendió a Samantha. Él besó dulcemente sus labios y se despojó del abrigo color caqui que traía encima Samantha, dejando solo el vestido n***o entallado. Kevin siguió besándola; la pasión en él había crecido, y aunque Samantha correspondía a cada uno de los besos de su prometido, algo en ella no permitía que se desenvolviera con normalidad.
Kevin separó sus labios, tomando la mano de Samantha y llevándola a la habitación; él recostó a su prometida y besó su dulce cuello. Samantha trataba de disfrutar los besos de Kevin como muchas veces lo había hecho; mientras él continuaba besando su cuello, ella lo tomó de las mejillas, dirigiendo su mirada hacia la suya.
—¿Por qué ya no nos vemos a los ojos?
La confusión resaltó en Kevin.
—¿A qué te refieres?
Ella sonrió levemente.
—¿Esto es hacer el amor? ¿O qué es?
Él sonrió finalmente.
—Claro que es hacer el amor, ¿por qué no sería? ¿No quieres hacerlo?
Samantha se dio por vencida finalmente y dirigió sus labios a los de él mientras sus manos despojaron la camisa blanca que él traía puesta esa noche…
Kevin dormía mientras Samantha recargaba su cabeza sobre su pecho. Se levantó de la cama, pero él la detuvo tomándola de la muñeca.
—¿Qué pasa, mi amor?
Pregunté un poco dormido.
—Voy a darme una ducha.
—¿Quieres que vaya contigo?
—No, no te preocupes, duerme.
Él soltó la muñeca de Samantha y retomó su sueño. Al entrar al baño, ella abrió la llave del agua caliente y, al entrar a la ducha, no habían pasado ni 5 minutos cuando sus lágrimas comenzaron a brotar sin razón aparente; Samantha se colocó en cuclillas, tomando sus rodillas y recargando su cabeza sobre estas, mientras aún lloraba y el agua caliente de la ducha caía sobre ella.
Al terminar de ducharse, se recostó justo a un lado de Kevin, observándolo por un tiempo para finalmente cerrar sus ojos y dormir.
Samantha entró a la oficina cuando fue recibida con una sonriente Lidia.
—¡Amiga! ¡Felicidades!
Soltó Lidia emocionada, entregándole el periódico a Samantha, que la miraba confundida.
—Hicieron un artículo sobre ti.
—¿De mí?
—¡Sí!
Samantha hojeó el periódico buscando el artículo que hacía referencia a su persona, sonriendo al ver el encabezado.
"La joven arquitecta asume el puesto de CEO en una de las más importantes constructoras de todo el país".
"A la creciente arquitecta Samantha Sauri Corso le ha sido otorgado el puesto de presidente de una de las constructoras más importantes de México".
—¡Eres famosa!
Chilló Lidia emocionada, con lo cual Samantha sonaba por la emoción que tenía su amiga.
—Sí, es emocionante.
—Te dejo que vayas a tu oficina, señora "presidente".
—Va, te veo a la hora del almuerzo.
—Va, ya nos quedamos.
Samantha caminó hacia su oficina y una vez dentro suspiró al sentarse frente a su escritorio. Abrió nuevamente el artículo para leerlo detenidamente. Al finalizar, revisó algunos posibles clientes.
Mientras recargaba su cabeza sobre la palma de su mano y fingía leer las solicitudes de contratos de algunos clientes, su cabeza solo pensaba una sola cosa:
"Esto será mi vida, ¿en verdad es lo que quiero?"
Su mirada se dirigió al exterior de la oficina. Observó a las personas caminando.
Samantha levantó la bocina del teléfono de su escritorio.
—Lidia, amiga, necesito que me reúnas a todos en la sala de conferencias.
—Sí, jefa, ¿sobre qué asunto hablarás?
—De uno muy importante.
—Ok, ahora lo hago.
—Gracias…
Samantha suspiró al ver a todos reunidos frente a ella. Examinó a Lidia, que sonreía.
—Bueno, les he citado aquí porque quiero agradecerles todo el apoyo brindado en este poco tiempo que he sido jefa. Creo que el trabajo en equipo es importante en una compañía y dicho trabajo es lo que ha hecho que la compañía haya crecido… Esta junta fue mi último mandato como presidente, ya que renunciaré al cargo que me otorgaron con toda la confianza del mundo.
La sorpresa de los presentes fue evidente, pero más notoria era la cara de Lidia. Samantha se acercó a ella sonriente.
—Quiero cederle mi puesto a la persona que sé que ama de igual manera este trabajo como lo hago yo, que le tiene el mismo respeto a nuestra profesión y que, al igual que yo, se ha esforzado mucho. La arquitecta Lidia será mejor presidente que yo, estoy segura.
—¡Sam!
—Yo… Dejaré la constructora, tengo algunos planos que deseo hacer y no quiero quedarme con esas ganas. Creo que a veces planeamos nuestra vida sin pensar que quizás no es nuestro camino. No lo sé, es lo que deseo descubrir… Gracias a todos por los días de amistad, las horas de gran esfuerzo en su trabajo e incluso los desacuerdos que llegamos a tener. Les agradezco.