CAPÍTULO 1 : Incertidumbre.
Samantha miraba con angustia aquel sobre que tenía en sus manos; las personas a su alrededor habían desaparecido en tan solo un instante. La ansiedad reinó en su cuerpo al saber que tenía el resultado de los análisis que había decidido realizarse cuando una mañana no recordó dónde había colocado la llave de su auto.
El médico, que era ya conocido por ella, había mandado realizarse dichos estudios unas cuantas semanas atrás, pero hasta una semana antes había decidido hacerlos.
Cerró sus ojos y lamentó el hecho de realizarse esos estudios; se arrepintió de no haber escuchado al médico que le sugería que no lo hiciera.
Un temblor dominaba su cuerpo. Este temblor era proveniente del miedo al conocer la enfermedad que podría estar atacándola y la cual le había arrebatado a su madre de manera tan prematura y dolorosa.
Samantha recordó los días más tristes de su vida cuando su madre no lograba reconocer a nadie, ni a ella, que era su única hija. Conocía perfectamente el Alzheimer y toda la desolación que traía consigo dicha enfermedad.
Suspiró un poco preocupada, pero el sonido del celular la regresó a la realidad muy lejos de aquellos recuerdos.
—¿Qué pasó, Lidia?
—Sam, ¿dónde estás?
—En un lugar donde no quiero estar.
La sonrisa melancólica en Samantha se dibujó en labios color rosa pálido.
—Como sea, dime, ¿qué sucede?
—Erick quiere hablar con todos nosotros.
—Pero... yo pedí el día, se suponía que estaría libre el resto de la tarde.
El suspiro detrás del celular se hizo notar.
—Sabes cómo es Erick.
—Está bien, iré... Qué fastidio con Erick.
—Lo sé, parece un grano en el cu...
La risa de Samantha se escuchó a través del teléfono e incluso en toda la sala de espera de aquel lugar frío y desolador, donde todas aquellas personas esperaban lo que sería el futuro de sus días, quizás días buenos y felices o días donde la tristeza, el miedo y sobre todo el dolor serían una constante.
—Tienes razón, bueno, iré en...
Samantha levantó su muñeca luciendo el hermoso reloj n***o que traía colocado.
—En 30 minutos.
—Vale, aquí te esperamos.
Al colgar el teléfono, lo guardo dentro de la bolsa color rojo que traía sobre el hombro. Vio por última vez aquel sobre antes de guardarlo también dentro de su bolso.
El trayecto debía ser corto, pero Samantha se tomó el tiempo de conducir con toda la tranquilidad posible mientras trataba de organizar sus pensamientos sobre lo próximo que debía hacer.
Al bajar del auto, entró a la constructora donde ella era una de las mejores arquitectas. Con mucha pereza subió al ascensor donde colocó el número 5. Las puertas de este se cerraron, haciendo que el ringtone de Samantha retumbara por las paredes de acero.
Samantha suspiró al ver que era un mensaje de Kevin.
"Mi vida, nos vemos para la cena".
Samantha sonrió ligeramente mientras contestaba el texto.
"Sí, nos vemos donde siempre".
Al mandar la respuesta, a los pocos segundos fue contestado por Kevin.
"Perfecto. Te amo".
Samantha salió de w******p, antes de bloquear nuevamente el teléfono.
El sonido de las puertas del ascensor abriéndose la hizo sobresaltarse. Sentía que ese día estaba algo distraída.
Caminó un poco hasta llegar a la puerta de cristal, donde se le hizo muy extraño no ver a nadie; ignoró la situación caminando hacia la sala de conferencias.
Un puñado de confeti cayó sobre su cabello castaño oscuro cuando abrió la puerta de la sala de conferencias. Samantha vio a sus compañeros de trabajo celebrando algo de lo que ella claramente no estaba enterada.
Lidia, su amiga desde la universidad y compañera de trabajo desde hacía 4 años, se acercó a abrazarla efusivamente mientras Samantha aún se encontraba confundida mirando la sonrisa de sus compañeros.
—¡¡Felicidades, amiga!! ¡¡Te lo mereces!!
—No te estoy entendiendo.
Lidia dejó de abrazar a Samantha. Erick, su jefe, se acercó a las dos chicas.
—He decidido que tú te quedes a cargo de la constructora; serás la nueva presidenta. En pocas palabras, la nueva CEO.
Los aplausos de todos sus compañeros se escucharon.
—¿Por qué yo?
Ella aún no reaccionaba ante esa noticia que por muchos años había soñado y por lo cual había trabajado arduamente.
—Eres la mejor, tu nombre está creciendo enormemente; muchos preguntan por ti y quieren que tú estés a cargo de sus proyectos. He elegido a la persona correcta, que estoy seguro llevará a un nivel alto la empresa que fundé hace muchos años y, ahora que deseo jubilarme, sé que todo ese esfuerzo estará en buenas manos.
Samantha se sintió conmovida por las palabras de Erick, que a pesar de ser el jefe, era un hombre muy amable, respetuoso y el mejor jefe que todos hubieran deseado, aunque en ocasiones sí era un poco fastidioso.
—No sé qué decir.
—Solo di "gracias, daré todo de mí".
Sugirió Lidia, sonriente.
—Gracias, daré...
Samantha recordó el sobre que permanecía dentro de su bolso, el cual podía contener su sentencia, haciéndola sentir temor y dudas.
—Daré todo de mí...
Todos aplaudieron mientras Erick dirigía a Samantha al centro de la mesa donde habían bocadillos y un pastel hermoso.
Mientras todos bebían de las copas y disfrutaban de los bocadillos, Samantha jugaba con su copa un poco perdida.
—¿No estás feliz?
Preguntó Lidia al acercarse a Samantha.
—Sí lo estoy.
—Pues no parece.
—No es eso, lo que pasa es que aún no lo creo.
—¿Por qué no? Eres una de las mejores de aquí, incluyéndome a mí. Es algo que ambas hemos fantaseado y ¡tú lo lograste!
—Lo sé.
Lidia abrazó nuevamente a Samantha.
—¡Alégrate!
—¡Sí tienes razón!
Samantha dejó atrás ese ánimo para disfrutar su nombramiento...
Samantha arrojó su bolso al sofá de su apartamento, caminó hacia su habitación quitándose todo lo que traía puesto para darse un baño rápido, ya que había quedado con Kevin en el mismo restaurante que por años visitaban por ser el favorito de ambos.
El vestido n***o hacía lucir hermosa a Samantha.
Tomó el bolso del sofá y de este solo sacó las llaves del auto, su cartera y el teléfono para cambiarlo a otra bolsa de color n***o.
Al entrar al restaurante, se dirigió a la misma mesa que siempre elegían con Kevin, sonrió al ver al hombre con quien había compartido muchos años de su vida.
Él se levantó de la mesa al verla acercarse y besó sus labios rosas.
—Siéntate, mi amor.
—Gracias.
Kevin llamó al mesero y le susurró al oído.
—Sí, señor.
El hombre se retiró dejando solos a la pareja.
—¿Cómo estás? No hemos hablado desde ayer.
—Sí, lo comprendo, he estado un tanto ocupada. Sin embargo, ¿cómo se le ha ido con su madre?
—Muy, muy bien. Te mandó muchos besos, que te los daré más tarde.
Kevin tomó la mano de Samantha, besándola tiernamente, aunque inmediatamente fue interrumpido por el mesero que llegaba con una botella de champán.
Samantha sonrió un poco confundida.
—Lidia, me lo dijo. ¡Felicidades! Sé lo mucho que lo querías y lo mucho que has trabajado para ese puesto que por fin conseguiste, así que hay que celebrar.
—Lo sé, sé lo mucho que he trabajado por esto, pero hay una sensación extraña en mí.
—Lo harás muy bien.
Kevin sirvió las dos copas.
—¡Salud!
—¡Salud!
Respondió Samantha, mientras tomaba un sorbo al igual que Kevin.
–Además...
Él tomó nuevamente la mano de Samantha, admirando el hermoso anillo que le había entregado unos meses antes cuando le había propuesto matrimonio en ese mismo restaurante.
—Todo está yendo de maravilla con la boda.
Ella sonrió.
—Todo está yendo como se supone que debería ir, ¿no?
Respondió Samantha.
—Así es...