—Entonces, Sophie, escuché que tú y Philip no eran, digamos, compatibles. —Veo que no te andas con rodeos, como dicen en inglés. —No. No veo la necesidad de ese tipo de cosas. Bueno, es una lástima, y lamento que no te haya gustado. —Está bien, Janine. Era un caballero perfecto y sin resentimientos, creo. Y te doy crédito por poder disfrutar de su talento. Janine tomó un sorbo de champán. —Supongo que soy afortunada —dijo sonriendo. —¿Y pudiste encontrar a alguien con quien pasar la noche? —Sí, Sophie. Uno de tus amigos estadounidenses: David. Es un encanto. Tomamos juntos una clase de historia del arte y solía enviarme sus apuntes cuando faltaba a clase. Sí, un tipo muy agradable. Muy entusiasta, como tantos estadounidenses, aunque le falta delicadeza. —Nunca hemos estado juntos,

