1. El aire ocultando la verdad p1

2247 Words
Madrid, España. Mi cabello largo y oscuro caía por mi espalda en una trenza de espigas, no había ninguna pequeña hebra por fuera y sonreí un poco frente al espejo. ¿Me veía hermosa? Quería creer que así era, solo esperaba que sus ojos me apreciaran y notara mis intentos por verme maravillosa para él, más aún cuando me había peinado como le gustaba que lo hiciera. Siempre me gustó complacerlo en lo que él quería, nunca reprochaba nada, e intentaba mantenerme al margen de todo aquello que pudiera ponerme celosa, él detestaba que lo celara. Coloqué la trenza a un costado de mi hombro sin dejar de verme al espejo, mis pestañas eran largas como un manto que cubría mis parpados, mis pómulos estaban suavemente marcados y mis labios medianamente rellenos, mismos que había maquillado con ese labial que a mi novio le encantaba que utilizara; uno rojo pasión. Busqué mi móvil en la cómoda y abrí la cámara frontal para tomar una foto de mí y subirla a **. Sonreí mostrando mis dientes y capturando la belleza de mi rostro. No era vanidosa, nunca lo fui, pero desde que lo conocí a él, siempre estaba queriendo mostrarme todo el tiempo en r************* . Reconocía muy en el fondo que todo eso era por él, por un me gusta de su parte, por saber que ha visto mi foto y la ha apreciado. Subí el post con la leyenda "Aquí vamos de nuevo", haciendo referencia a que era un día más yendo a la universidad y entonces, alce de nuevo la vista hacia el espejo, viendo más allá de mi reflejo. Sabía que lo que veía no era a la misma Cory Shane de antes, era el intento de alguien que nunca fui ni quise ser. Un par de lágrimas amenazaban con derramarse, pero fui rápida y las evité antes de que fuera demasiado tarde. Tomé mi bolso y eché mi móvil en él para poder salir de mi habitación y no hacerlo esperar más. En la planta baja, justo en la puerta de cristal polarizado y madera, se hallaba Ithiel luciendo un impecable jean en color n***o, un abrigo de cashmere que tapaba su camisa de cuello alto, todo de n***o, sin embargo, su cadena y reloj de oro hacían la excepción, todo el tiempo los traía consigo mismo. —Te ves preciosa.— Me había dicho. Estiró su mano pálida, grande y varonil hasta mi mejilla, surcó una sonrisa de labios cerrados y acercó estos a mi frente en un gesto que a plena vista parecía ser tierno. —Gracias.— Esos ojos suyos eran tan penetrantes que, estremecían cada parte de mi cuerpo. Era inevitable ensanchar una sonrisa boba ante su gesto. Llegué a deprimirme en muchas ocasiones, lo conocía demasiado bien como para decir que Ithiel no era amor, era todo, menos amor. Él era el tipo de hombre que mirabas y te dejaba en claro que no podría brindarte ese sentimiento que, quizás esperabas encontrar. Me había preguntado constantemente ¿Qué fue lo que un chico como él había visto en una chica como yo? Es decir, no era ese tipo de chicas coquetas y perversas que siempre le coqueteaban al sexo contrario, yo desbordaba inocencia a donde fuese que fuera, amor, lealtad y honestidad. Era amable, soñadora. Muy dentro de mí juraría que él había salido con mujeres diferentes a lo que yo solía ser y pensar en que no era suficiente para Ithiel me llenaba de inseguridades. Cuando era una niña de doce años soñaba con mi cuento de hadas perfecto, un príncipe azul que llegara a mi rescate, que me protegiera del peligro que amenazara con dañarme y que me diera su chaqueta para cubrirme del frío. Quería a un hombre en mi vida que se preocupara por mi bienestar. Pero lo que encontré fue algo distinto a lo que una vez quise. No culpo al destino del rumbo que tomaron mis anhelos, tampoco de haberme fijado en un hombre que lo único que quería de mí era mi cuerpo y lo que podría brindarle en una cama. Desearía haber aprendido el significado de amar, de ser amada... hubiera querido poder ver que lo que teníamos se convertiría en una pesadilla, solo para haber hecho algo antes de perderlo todo. Comprendía que el amor era aferrarte a esa persona. Sin importar qué, permanecerás a su lado aun cuando sepas que te lastimará hasta que la herida no pueda sanar. Pensaba que el dolor del corazón no importaba, que debía permanecer a su lado amándolo aun así él no me correspondiera de la misma manera, pero creía que, si me quedaba ahí, un día se daría cuenta de que lo amaba de verdad y él me amaría a mí; me abriría las puertas de su corazón y dejaría que entrara, me entregaría todo de sí, tal y como yo lo había hecho. También creía que el amor era más que solo acostarse y desnudarse el uno al otro, que era aceptar tal y como es a esa persona; era mirarlo a los ojos y sentir el latir de tu corazón con frenesí, de una manera única e inigualable. Para mí, cuando lo miraba a él no existía nada más a mi alrededor, solo estábamos los dos, con la fantasía que habíamos creado ante todos, yo me entregaba a él de manera empedernida, sentía amarlo de cuerpo, alma y corazón. Y, tal vez, Ithiel también me amaba de la misma manera, quizás su corazón no estaba del todo congelado. Sus dedos trazaron caricias desde la nuca y fue llegando hasta la trenza de manera automática. Con su roce mis ojos se cerraron y me permití abiertamente de disfrutarlas, guardando el momento en mi mente y corazón, pues no eran muchas las veces en que podía sentir sus caricias así, fuera de la cama. Al sentir su aliento a centímetros de mi rostro, abrí mis ojos y capté el momento preciso en que sus labios se postraban en los míos. Cada que me besaba sentía nuevas sensaciones en mi estomago y no sabía si me gustaba o si quería dejar de sentirlas, porque enamorarme de él me dolía lo suficiente como para querer ser de piedra, así como él lo era. Nos separamos solo un poco, de manera que pudiéramos seguir sintiendo el cálido aliento del otro. Su mano llevó una pequeña hebra de mi cabello que se había soltado por la ligereza de la grineja y después solo dijo lo que diría, por supuesto, usando esa voz sexi y ronca que siempre tenía al hablarme. —Tengo entrenamiento, Cory— Dijo, no parpadeó, pero una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. —Revise tu horario y tú también lo tienes a la misma hora. —¿Hay algún problema con eso?— Cuestione, frunciendo las cejas, por lo común, Ithiel siempre revisaba mi horario para saber en qué momento nos tocaría coincidir, y las veces que pasaba de esa manera se comportaba mucho más distante de lo que ya lo era, pero solo veía que alguno de sus compañeros me hablaba, no tardaba en llegar advirtiendo que era suya sin mencionar ni una sola palabra. Y me gustaba en cierta parte, cuando me reclamaba como suya me hacía querer saltar de emoción, porque sí no me quisiera tan solo un poquito, no haría nada de eso. —No— Fue tajante. —Solo que no me gustaría verte hablar con él otra vez. —Yo... yo— Sacudí mi cabeza y me aparte solo tres centímetros de él, dándome media vuelta para pensar algo que no fuera decirle «yo te amo a ti, no tengo ojos para nadie más», solo que no quería mentir. —No seas mal educada, Cory— Lo escuché decir, tomándome del codo. —darle la espalda a otra persona no es de buen ver. Obedeciéndolo y sabiendo que era cierto, me di la vuelta y lo enfrente, sus preciosos iris azules eran más profundos, me miraban con enojo, decepción. ¡Ay, como odiaba esa mirada! —Habla— Pidió, trague saliva y solté las palabras sin pestañear ni un segundo. —No importa ya, vayamos al coche que ya se hace tarde para llegar a la Uni— Fueron mis palabras. Él asintió y otra vez volviendo a su faceta de coqueto y sensual, acercó sus labios a mi oído y mi piel se erizó al escucharlo. —Espero ducharme contigo después de entrenar... Sexo. Solo esa palabra cruzaba por mi mente cada vez que su aliento rozaba mi oído y terminaba hablándome despacio y bajito. A él le encantaba hacerme estremecer con su voz, su boca, sus caricias... le gustaba hacer lo que quisiera conmigo y si era en una cama, mucho mejor. Teníamos una relación distinta, no era amor como todos decían, no era la más envidiable, como muchos habían proclamado, Ithiel nunca me amaría a mí y yo nunca le iba a reclamar eso, porque para mí nuestro amor era la pasión, entregarnos el uno al otro en una cama, en el sofá, en un escritorio o en las duchas de los vestidores de la universidad, pero no más y eso estaba bien para mí. Eso no es amor Para mí sí... —Yo también, Ithiel— Quise tomar su mano, sin embargo, él la alejó antes de que pudiera hacerlo. Caminó hacia la salida de la casa, para dirigirse a su Bugatti Divo y subir sin siquiera verme. Antes de poder avanzar hasta su coche, mi madre apareció por el arco que aparentaba un umbral de puerta, el cual llevaba a una sala de estar. Me miró con una sonrisa enorme en sus labios y con un brillo de orgullo en sus ojos, se acercó y antes de decir algo me persignó tan maternalmente como le fue posible. —Felícita a Ithiel de mi parte, hija.— Asentí, la felicitación era porque él había recibido la medalla de oro en natación la semana pasada y como nos fuimos el fin de semana a festejar, mi madre no tuvo la oportunidad de felicitarlo. —Lo haré. Le di un beso en la mejilla diciéndole que ya debía irme porque me esperaban en el auto. —Cariño— Me llamó antes de que pudiera avanzar un solo tramo. —Asegúrate de nunca perder a ese chico, es el indicado para ti. Lo único que pude hacer fue asentir con mi cabeza, mi madre alababa a Ithiel y mi padre parecía más padre de él que su propio papá. (***) Durante el viaje en su auto no me atreví a decir ni una sola palabra, solo me dediqué a ver pasar el paisaje a través de la ventana y verlo de vez en cuando de reojo. Él tampoco decía nada, no estaba molesto, aquello ya era una rutina en nuestras vidas y a él no parecía importarle que fuera así. Cuando llegamos a la universidad, Ithiel estacionó su auto en la parte exclusiva que su padre le había comprado a él y a su grupo de amigos solo porque así lo quiso. No era de esperarse que cada uno de los que estaban fuera de la facultad dejara de hacer lo que hacían para prestarnos atención a nosotros en el momento preciso en que poníamos un pie fuera del auto. Ithiel y yo éramos las estrellas de Hoddson University solo por ser, prácticamente, líderes —él del equipo de futbol y yo de las porristas—. Todos en esta universidad aclamaban nuestra relación como si fuéramos Brad Pitt y Angelina Jolie y a veces llegaba a ser un poco fastidioso tener que lidiar con personas hipócritas que solo buscan la aprobación de quienes sí tienen influencia para hacerse de un espacio en un grupo social, pero intentaba ser amable como mis padres me habían inculcado desde niña y no hacerle el feo a nadie, pues yo era de esas que pensaban que todos tenemos derecho a ser aceptados por otros sin importar de donde vengamos, o quienes somos. Ithiel rodeó mi cintura con uno de sus largos y fuertes brazos, halándome hasta quedar lo suficientemente cerca de él, marcando su territorio a la hora de besar mis labios frente a todos aquellos que nos miraban como unos aficionados al futbol. Todos habían creído que nuestro amor era de verdad, juraban que tendríamos un futuro lleno de buenas vibras y que sería tan duradero como un disco de vinilo y, sinceramente, yo también lo creía. Creía que lo nuestro sería esa épica relación que duraría para el resto de nuestras vidas y que algún día llegaría a ser feliz de verdad mientras él estuviera a mi lado.... Creía que podríamos tener hijos, un futuro fructífero y que nada nos separaría nunca, pero me había olvidado de algo, y eso era que esta era la vida real y en la realidad no todos tenían un final feliz, las relaciones se destruyen y los sueños se convierten en pesadillas. Juntos caminamos a la facultad principal de la universidad, prácticamente donde quedaba el Gimnasio de porristas y la cancha de futbol. Este día mi escuadra entrenaría junto a los jugadores de fútbol soccer, como cada nueve de cada mes —esto lo hacían con la intención de coordinar tanto a los jugadores de futbol, como a las porristas en un mismo entorno a la hora de hacer lo que le correspondía a cada quien—.
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