—Hay algo urgente que debo decirte.
—No me detengas, sé que me va a odiar y que será una gran noticia para ella, que lo tomara mal, pero confío en que en algún momento ella me va a perdonar.
—Desapareció— Digo dolido
—¿Quién?— Pregunta con curiosidad.
—Mateo escucha muy bien, hermano se supone ¿Qué soy el esposo no?— Asiente— Hace un momento me llamaron para decirme que no había llegado a las reuniones, esperaron, tiempo después encontraron su auto en un estacionamiento de un supermercado.
—Ella iba a hacer unas compras.— dice nada más.
—Exacto, pero ella no aparece Mateo, los policías encontraron sus pertenencias en el auto.
—Tengo que encontrarla— Trato de salir y él me sostiene del brazo— Tienes que estar con tu hijo, yo me haré cargo.
—Es mi esposa— Le dice a toda y sonrió.
—Delante de los ojos de los demás eres su casi exesposo.
—Me pides que me quedé acá sentado sabiendo que tal vez le está pasando algo malo.
—Tal vez se fue.
—No lo haría.
—Mateo la destruimos, según era por su bien, sabes lo que ves, lo que te digo, pedo debo ir a testificar, como era ella actualmente.
—Olvídalo Bruno, ella es mi esposa y la voy a conseguir.
—Mateo, tan solo hay 3 opciones, uno ella se fue, dos la quisieron robar, número 3 la secuestraron.
—Todo esto es mi culpa.
—¿De qué hablas?
—Yo era ese amigo misterioso que tenía por r************* , ella se sentía perseguida y pensé que era por mí, pero no es así.
—Debes tener calma.
—Como quieres que tenga paciencia, el amor de mi vida puede estar muriendo en estos momentos.
Sin decir nada más, las lágrimas corren por mi rostro, una sensación de angustia me invade, el miedo, inclusive más grande de cuando me diagnosticaron cáncer.
Las horas van avanzando y con el miedo se intensifica, Ángela no tenía enemigos, no se me ocurre nadie que le quiera hacerle daño.
El miedo de perderla está allí inminente, trato de pensar en otra cosa, pero no es así, cada recuerdo me golpea con una oleada fría de culpabilidad.
Siento que mi corazón se rompe con cada minuto que pasa, el tiempo transcurre lentamente, no hay pista.
Comienzo a sudar, no como, no duermo así pasan las primeras 24 horas, sin ningún resultado, sin tener respuesta de ello, observó a la policía acercarse.
—Señor Mateo Stiller.
—Soy yo.
—Debe acompañarnos a la comisaría.
—¿Para qué?— Pregunta Bruno al acercarse.
—Ellos hacen su trabajo.
Sin decir nada más, me dirijo con ellos, llegamos a la estación de policía y me llevan a una mesa de interrogación, no sé cuanto tiempo ha pasado con sus preguntas incoherentes.
—No la mandé a secuestrar.
—Nadie dijo que era un secuestro, solo una desaparición.
—Ella no se fuera ido sola.
—Señor Stiller, seamos sinceros estaba cansada de usted, sus maltratos, sus engaños, tanto a un punto de divorciarse.
—Nunca le haría daño.
—No es lo que ella escribió en su diario, señor le tenía miedo.
—Deberían estar buscándola, no aquí conmigo perdiendo el tiempo.
—Tiene derecho a un abogado.
—No necesito uno, necesito que encuentre a Ángela.
La culpa crecía en mi, pero no porque le hiciera daño, si no por no tenerla a mi lado, no la protegi como debía.
Siento que soy el principal responsable de lo que está pasando, pero en el fondo tengo la esperanza que esté bien, daría mi vida si fuera necesario por ella.
Quiero encontrarla, pero viva, quiero decirle tantas cosas, quiero que tú hijo te vea, que crezca contigo.
No importa donde estés te juro que te encontraré, te salvaré mi amor.