Yo me muero de risa y de nervios. Claudia ya está sacando maquillaje, Camila me acomoda en el sillón como si fuera muñeca inflable, e Isabella me ofrece agua porque dice que me voy a deshidratar de tanto vino.
Yo las miro a todas, rodeada como una víctima de ritual satánico, y pienso:
—Dios mío, estas locas me van a preparar como si fuera novia. Y lo peor es que no sé si el arquitecto viene a construirme una casa o a demolerme entera.
Thiago me pinta los labios de rojo furioso.
—Listo. Ahora sí, perra, mañana este hombre no va a saber si invitarte a cenar o a confesarse contigo.
Todas aplauden. Yo me levanto, me miro en el espejo y digo en voz alta:
—Ay, Diosito… lo que empieza con una app puede terminar con un terremoto.
Claudia me abraza por detrás y susurra:
—Pues que tiemble, m
