Era una mañana tranquila cuando Ana y Gabriel se encontraron en su estudio, rodeados de papeles, bocetos y computadoras portátiles. La luz suave del amanecer entraba por la ventana, iluminando el espacio con un toque dorado. Ambos estaban enfocados en sus tareas, pero algo en el aire estaba cambiando, un entendimiento tácito de que estaban listos para dar el siguiente paso, uno que no solo implicara su relación, sino también el proyecto que tanto los había unido y desafiado. Gabriel, alzando la vista por encima de sus gafas, rompió el silencio con una pregunta que había estado rondando su mente. —Ana, ¿alguna vez te has detenido a pensar en lo que este proyecto significa para nosotros más allá de lo obvio? Es más que solo un negocio, más que una misión. Siento que, en cierto modo, está e

