Supongo

1248 Words
─¿ahora, todos pueden entrar en la habitación, así nada más? ─con algo de molestia se cruza de brazos. ─¿No se supone que los adinerados son educados? ─bufa ─Lamento si mis actos son o, han sido inapropiados, solo... ─carraspea. ─nuestros actos. ─se corrige. ─Lo siento señorita. No volverá a suceder. ─sale rápidamente Charles. ─No. Yo no... ─levanta su mano, pero él sale enseguida. ─¿Yo también debería salir? ─se cruza de brazos aún de pie frente a la ventana. ─Cargar con esto no es fácil. ─hace referencia a la vía intravenosa. ─y vestirme es más complicado si intento ocultarme de un falso prometido. ─suelta con ironía. ─Espero no tome mucho tiempo. ─dice guardando sus manos en sus bolsillos y caminando hacia la puerta. Si fuese una chiquilla sin rumbo mental, diría que me suena a un viejo gruñón, pero tomando en cuenta que no se la edad que tiene la persona frente a mi, y que soy una mujer adulta, en problemas, pero independiente, diré que es algo tonto creer que dejaré que me mande, y aún más tonto pensar que lo dejaré hacerlo. ─¿Entendemos que lo del matrimonio es falso? ─pregunta molesta. Lo que hace que el voltee enseguida. ─Si vuelve a repetir una sola vez más eso, el trato se termina. ─dice de manera tajante, tal que llega a causar escalofríos. ¿Qué diablos fue eso? ─pensó, dando un paso atrás. ─No soy una niña que se asusta con facilidad. ─suelta tajante. ─así que... ─No me interesa. ─suelta déspota. ─¿cree que algo de esto me importa? ─señala la habitación. ─Tengo un interés neto, y le estoy haciendo un favor... ─¡¿Un favor?! ─exclama y a su vez se encoge por el dolor. ─¡¿yo no pedí una maldita demanda?! ─vuelve a soltar un gemido de dolor. ─¡Ya, deje de moverse! ─se acerca a ella y la devuelve a la cama. Algo torpe por el enojo y los nervios caen sobre la cama, pero él se asegura de poner una de sus manos en la espalda de ella, y otra sobre la cama, para evitar más dolor, mientras ella se aferra a él soltando un gemido de dolor, pero esta vez, lejos de ser empatía, o cualquier sentimiento compasivo, se siente de alguna manera inquietante ligeramente emocionado. Solo por un segundo, Ángel pudo ver muy de cerca aquellos celestes, casi turquesa con detalles dorados y esmeralda ojos brillantes, mientras él, lo único que puede ver son esos carnosos, rosáceos y algo resecos labios, que están algo separados para dejar escapar el escaso aire que puede dejar salir. ─Debería dejar de moverse de manera brusca. ─la deja suavemente en la cama, y se aleja lo más rápido que puede al ver como cambia de color su rostro. ─Sí, es doloroso. ─dice acomodándose mejor en la cama. ¡¡mierda, me arde la cara¡¡ ─pensó, acomodando su bata de baño y de hospital. ─Lo único que intento es ser discreto. ─se sienta sobre un mueble cercano de la cama más calmado, al ver que está sonrojada. ─de continuar alardeando sobre nuestra treta, no va a funcionar. ─aclara. ─Pudo haber dicho eso desde el principio. ─lo regaña dándole la espalda, al descubrir que está sonrojada viendo su reflejo en los relucientes marco de fotos médicas en la pared. ─Las personas normales hacen eso, platicar. ─enfatiza en "platicar" ─No platico con las personas muy seguido. ─inhala con nostalgia, al exhalar niega con la cabeza. ─Supongo que no debí asumir, que usted sabría que hacer o cómo ser discreta. ─musita. ─Supongo que debí serlo. ─espeta. ─Le daré un par de minutos, la estilista debe estar por llegar. ─dice al ver su reloj mientras camina de nuevo a la salida. ─traerán su comida mientras la preparan, pero su día será ocupado. ─Gracias. ─lo ve irse. A pesar de todo, y la situación actual, no pudo evitar ver su trasero. Ciertamente hay un prominente trasero bajo todo ese traje entallado a la medida. ¡¡Torres, tú no aprendes!! ─se regaña a sí misma. ─¡mente cochina! Vestirse es algo complicado sin sacarse su intravenosa por sí sola, pero no le toma mucho tiempo después que una enfermera le ayudó, al entregarle el alta, por lo que aprovecha para dejar la habitación limpia. ─Señorita Torres. ─toca la puerta Charles. ─Estoy lista. ─dice acomodando la almohada. ─Hay personal para eso. ─señala. ─no es apropiado... ─Mi prometida lo sabe. ─dice Edward a acercarse con los doctores para despedirla como solo las personas de alta sociedad, lo son. ─solo és gentil. ─aclara. ─Sí señor. ─asiente dándole paso a las estilistas. El delicioso desayuno, además de mi colosal hambruna fue lo mejor de la mañana, pero ser maquillada por otra persona, es extraño. Y claramente no es algo que iba a dejar que pasara más allá del liquido trasparente que me pusieron en la cara, así que después de todo, terminé de hacerlo yo misma. Un poco de rubor, labial y base en polvo para no parecer muerta, con el cabello suelto y una sonrisa discreta que llevo intentando fingir hace más de diez minutos frente al espejo, creo que ya es hora de salir. Pobres, ricos, todos son iguales, en algún momento todos deben fingir que todo esta bien, aun supongo que los pobres lo hacemos porque de lo contrario nos llamarían mal agradecidos, y los ricos lo hacen por mantener las apariencias sociales de que son perfectos, pero al final del día, la respuesta es la misma. Callar es más fácil que explicar. ─Listo. ─dice al salir. ─El señor espera en la propiedad. ─dice Charles, siendo el único en la habitación. ─¿por qué cubre todo su cuerpo? ─pregunta aún sin dar un paso siquiera. ─El señor Argento prefiere la discreción. ─hace un ademán cediendo el paso al ascensor. ─Me podría jurar por la vida de su madre que su jefe no es un caníbal, o que no va a transportar mi alma al cuerpo de una anciana. ─dice antes de cruzar la puerta. ─Le diré lo que es. Alguien que hará lo necesario para que todo sea justo. Espero que eso sirva, si es así... el señor la espera. ─¿por lo menos me dirá su edad? ─arruga su nariz de manera graciosa. ─Al señor no le gusta esperar. ─insiste tratando de disimular una sonrisa. ─Claro. ─espeta pasando por su lado. Debo admitir que es raro, ahora resulta que debo caminar hasta el auto de un desconocido que será mi esposo falso. ─¿el señor Argento se siente bien? ─pregunta rompiendo el silencio del ascensor. ─Señorita Torres... ─Le dispararon al igual que a mí, y él se ve como si nada. ─pone los ojos en blanco. ─Yo me estoy muriendo. ─El señor usa protección... ─Desde niño, lo sé. Aún así, no creo que no haya sentido nada, o sufrido algún... ─No sabía que el señor le hubiese... ─Supongo que ahora hay cosas que los dos no sabemos... ─sonríe en cuanto se abren las puertas del ascensor. ─que tal si intercambiamos información... ─Espero que se sienta mejor ahora que estará en un lugar más discreto. ─dice al adelantarse a abrir la puerta del auto. ─Y yo espero que realmente el señor Argento se sienta mejor, y que la venda en su muñeca sea solo algo decorativo. ─Se gira a él. ─o que yo esté equivocada. ─sonríe. ─Así será. ─musita discreto al cerrar las puertas del ascensor.
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