Pequeñas luciérnagas

2002 Words
Veo que Kevin sale de la habitación y me pongo en pie, desde acá se siente el exquisito aroma a colonia, esa colonia que tanto amo. Sonrío dulcemente ante su cercanía, me atrapa en sus brazos, me levanta al aire y me hace girar, haciéndome gritar y reírme. - Kevin, basta, me vas a hacer caer - Respondo entre risas, él se detiene, me baja, me mira sonriente y me toma de la cintura. En sus ojos veo ese brillo de felicidad, alegría. En sus ojos veo esa pequeña y gran pizca de amor, él me ama, me desea y realmente quiere que esto funcione, pero ¿y yo?, ¿realmente quiero que esto funcione?, ¿realmente lo quiero a él?, ¿estoy dispuesta a dejar mi pasado y volverme a abrir con un hombre?, no lo sé. De repente aquella sonrisa que se notaba en sus ojos se borra y su expresión cambia, noto su rostro preocupado y viene aquella pregunta que no he querido contestar por miedo a mentirle. - ¿Estás bien?, ¿sucede algo?, ¿te lastimé?, ¿hay algo que no te gusto?, Kathe, háblame - Me dice y sonrío porque me hizo muchas preguntas en menos de un segundo. - ¿Puedes repetir todo de nuevo?, por favor - Digo en broma y él se pone serio y frunce su ceño levemente - Estoy bien Kev, sabes que esto es nuevo para mí, tú ya estás acostumbrado a esto, yo no, un solo novio tuve, eres el segundo y me aterra absolutamente todo - Respondo con voz sorprendentemente baja, pero no quito mis ojos de él. Su expresión se relaja y se vuelve más suave - Es muy raro todo o por lo menos para mí - Respondo con una sonrisa nerviosa y él sonríe. - Lo sé y te pido disculpas por quizás ir un poco rápido - Dice y sonrío, agacho mi cabeza mirando mis zapatos porque no puedo sostenerle más la mirada. Él me levanta la cabeza colocando sus dedos bajo mi mentón y me hace mirar esos perfectos ojos azules - Y no, no estoy acostumbrado a enamorarme perdidamente de las personas, esto para mí también es nuevo, tenme paciencia necesito aprender a controlarlo - Me dice y quedo aturdida por la información, él... él está enamorado mío y, creo... Creo que yo también, pero es difícil saberlo cuando tu pasado esta encima de ti, te atormenta y no deja que ames con locura. Sin esperar más me tiro sobre él y lo beso, desesperadamente lo beso porque realmente esto está pasando, estoy dejando atrás todo y comenzando de cero. Quiero más, necesito más de Kevin, suelto su cuello y bajo mis manos hacia el ciento de su vaquero y me detiene las manos. Me separo y lo miro extrañada y una sonrisa pícara se forma en sus labios. - No, ahora no cariño - Gruño y me aparto de él, piso fuerte el suelo con mi taco y camino hacia el elevador, provocando que explote en risa. Salgo primera que él, cuando llega a planta baja y las puertas se abren respiro aquel fresco aire que corre en la ciudad apaciguando mis deseos, mi falso enojo y principalmente mis hormonas que están revolucionadas. Cierro mis ojos y me imagino a mi abuelo este día caminando conmigo entre medio de la gente, entre medio de los niños, me lo imagino como aquella vez, de traje y corbata, zapatos de vestir sin medias y su típica parada de hombre malo, sonrío por ese pensamiento y niego. - ¿Dónde estarás? - Abro mis ojos y miro al cielo tan oscuro y estrellado. - Seguramente cuidándote desde lo alto - Miro hacia atrás y lo veo apoyado en un árbol que está cerca de mí. Me giro completamente y se ve tan sexy, pero a la vez tan tierno mirándome así, con dulzura, con amor y sonrío. Viene hacia mí y me da un beso en la frente, me toma de la mano y entrelaza mi mano con la de él y me sonrojo al ver nuestras manos así. Mi falso enojo desapareció y digo falso porque lo que hice allá adentro en su edificio fue un berrinche. Lo miro y apoyo mi mano en su hombro para que se agache un poquito y así poder darle un beso en la mejilla, dejándole el beso marcado. - Seguramente tengas razón, cariño - Le digo y me mira embobado, tiro de su mano para comenzar a caminar hacia aquella plaza que trae tantos recuerdos y tanta melancolía a mi memoria. Caminamos juntos, con las manos entrelazadas, él va seguro, caminando firme y con paso fuerte. Yo por otro lado voy caminando como un león cachorro, asustada, llena de miedo y temor. Frena de golpe y yo lo miro confundida. - No tengas miedo, todo va a salir bien pequeña berrinchuda - Me dice y acaricia mi mejilla con la mano libre y a nuestras manos entrelazadas le da un beso. Sonrío y niego con la cabeza porque este hombre me inspira mucha confianza, confianza que antes no tenía. Me guiña un ojo y avanzamos nuevamente hacia aquella plaza. Estamos en la esquina, solo falta doblar y esa plaza aparecerá frente a mis ojos y no me siento lista, Kevin vuelve a frenar haciendo que yo frene de golpe también y lo observo. - ¿Segura que estas lista para esto Kathe? - Me dice serio, pero preocupado a la vez. Bajo mi cabeza al suelo y suspiro. - Creo que ya es hora de dejar esto atrás... - Respondo y levanto mi mirada a Kevin quien me mira expectante - ... Él no va a volver y yo tengo que aprender a vivir con eso - Le digo y sonrío, Kevin suelta mi mano y me abraza, dejándome inhalar aquella exquisita colonia que tan loca me ha traído estos últimos días. - Entonces vamos, un gran concierto de luciérnagas nos esperan - Responde guiñándome un ojo y tirando de mi mano, sonrío por aquella comparación que hizo entre los globos de luces y las luciérnagas. Caminamos y veo aquel obelisco enorme, aquel que se hizo para homenajear a los soldados caídos en la Segunda Guerra Mundial. Aquel obelisco se ve incluso más viejo de lo que lo recordaba, al rededor hay varios locales y edificios históricos. Está el Palacio real, la Iglesia nueva, el hotel Krasnapolsky, la tienda Bijenkorf y el Museo de Cera de Madame Tussauds, hace años no vengo por este lado, siempre obvie esta parte de la ciudad, si necesitaba algo de esta zona buscaba en cualquier otro lugar que no fuera aquí por obvias razones. Al rededor del obelisco veo a muchísima gente, es increíble la cantidad de gente que hay aquí, nunca lo había visto tan lleno y repleto de personas. Kevin y yo atravesamos la plaza pidiendo permiso y atravesando la gran multitud hasta llegar al otro lado. Veía a las personas y todos tenían un globo, aún no lo habían encendido, pero estaban prontos para hacerlo. Miraba todo y veía caras sonrientes, llenas de alegría y en cierto modo eso me alegró, hasta que fijé mi vista en una señora mayor con un niño de 6 o 7 años. La señora se agachó a la altura del niño mientras lo ayudaba a encender aquel globo, creo que era su nieto, el amor de abuelos y nietos es palpable a kilómetros y no dudo de que ella sea su abuela. Estando a su altura, el niño cerró sus ojos y hablo al globo que comenzaba a inflarse. Los globos están hechos de un papel especial, tienen una base cuadrada que especialmente es la parte que se prende fuego, es una especie de vela y está con solo un poco de fuego se incendia y el calor de la misma vela incendiada hace inflar el globo. Observe a la señora y aquel pequeño niño que pidió su último deseo y su abuela lo abrazó tiernamente, una sonrisa y una pequeña lágrima brotaron de mi interior, aquel niño era afortunado y seguramente aquella señora tenía miedo de que fuera su última fiesta de luces con aquel pequeño. Se separaron y se miraron sonrientes ambos, aquel niño soltó su lámpara al cielo y en unísono todos los presentes hicieron lo mismo, no sé en qué momento prendieron sus globos, pero lo hicieron y aquel recuerdo de mi infancia, que mi mente se ha encaprichado en guardar y no soltar nunca, llegó... Recuerdo que mi abuelo me cargó en sus brazos para poder observar todo con una mejor vista y luego me pasó a sus hombros, para que solo pudiera observar aquel cielo oscuro, lleno de globos que a medida que se alejaban se veían simples lucecitas, como aquellos bichitos tan lindos que tienen luz propia, las luciérnagas. Veo como los globos lentamente se van alejando, en un principio todos estaban juntos, pero poco a poco la brisa los hace dispersarse y comienzan a verse pequeñas luciérnagas, sonrío, porque aquella comparación la hizo Kevin y pensé exactamente igual que él. Las luciérnagas tienen ciertos órganos lumínicos que se encuentran bajo el abdomen, estos órganos cuando el oxígeno es inhalado se combina dentro de células especiales con una sustancia química especial y reaccionan produciendo luz sin apenas generar calor, algo similar pasa con aquellos globos o linternas. El globo comienza a brillar por aquella pequeña llama de fuego que hay en la base, cuando el viento sopla el fuego se hace más fuerte haciendo no solo que la lámpara o el globo suba más, sino que también, provocando que la luz de aquel globo sea más intensa. Las luciérnagas mueren por la contaminación lumínica y su luz comienza a debilitarse a raíz de lo mismo, el globo deja de brillar y comienza a descender cuando la base se consume completamente y el fuego empieza a disminuir. No es la misma muerte, pero ambos mueren y al morir ellos, su luz también muere. Las manos de Kevin sobre mi abdomen me traen nuevamente a la realidad, está detrás de mí abrazándome y sonrío dejando caer las lágrimas que se mantenía en mis ojos. Miro al cielo y aquellas "luciérnagas" cada vez van más alto y brillan, brillan mucho. En determinado momento empiezan a aplaudir y Kevin y yo hacemos lo mismo, aplaudimos a aquellos deseos que han ido lejos y que seguramente se cumplan en algún momento de su vida... [...] Es de madrugada y nosotros aún estamos observando el cielo, la multitud ha disminuido y quedan pocos, pero dentro de todo hay varias personas mirando el cielo igual que nosotros. - ¿Te quieres ir? - Me pregunta Kevin y niego con la cabeza viendo algunos globos aún moverse en el cielo. - Pero si quiero sentarme - Respondo girando mi cabeza y sonriéndole. - Bueno, vamos a aquel poste de luz - A nuestro costado había varios postes de luces, pero nos sentamos en uno que estuviera frente al obelisco. Él se sentó contra el poste y yo entre sus piernas, apoyando mi espalda sobre su cuerpo y mi cabeza sobre su hombro para poder mirar el cielo. - Gracias por entregarte a mí - Susurro Kevin abrazándome y giré mi cabeza hacia su rostro, viendo aquellos perfectos orbes azules y sonrío. - Gracias por aceptarme y ser parte de este caos - Le digo sonriendo y dándole un beso en la mejilla. - Fueras un caos o no, me metí entre tus piernas y eso no lo cambia nadie - Dice con una voz ronca y golpeo su pierna molesta. - Oye, más respeto - Digo y ambos nos reímos. Lo miro y le doy un beso en los labios. Giro mi cabeza hacia el frente y miro el cielo viendo como aquellos últimos globos comienzan a esparcirse dejando despejado aquel oscuro cielo y por primera vez en varios meses, siento que todo está bien y que todo va a estar mejor.
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