Estoy un par de calles más abajo del restaurante cuando el coche de Derek se detiene delante de mí. Me detengo en seco. Este baja del mismo.
—Sube al auto —demanda en tono enojado.
—Claro que no —digo y me doy la vuelta para ir en otra dirección.
—Nerea. No me hagas hacer un espectáculo. Sube.
—Ya lo estás haciendo —siseo
—Sweet. Subes o te subo—habla entre dientes.
Las personas que pasan por la acera nos miran interrogantes, otros curiosos. Resoplo antes de caminar de mala gana al auto, subo y cierro con todas las fuerzas la puerta.
Cuando Derek sube no dice nada por mi rabieta.
—Llévame a mi casa—murmuro mirando por la ventana.
En vez de responder, Derek se incorpora al tráfico. El silencio amenaza con comerme viva. Cuando veo que toma dirección contraria a mi casa volteo y
