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Whitney Mason, Centro de Procesamiento de Novias Interestelares, Miami, Florida
Los jugueteos previos eran grandiosos, pero me gustaba más follar. Unas buenas y duras embestidas de esas que me hacían olvidar mi nombre. En mi opinión, las velas, flores y el susurrar cosas bonitas no representaban el talento dado por Dios que un hombre tiene bajo las sábanas. De hecho, esas cosas podían usarse como muletas. Claro, había esfuerzo. Pero también había dinero. Y tirar el dinero por el aire no me impresionaba. No era lo que me hacía abrirle las piernas a un hombre. Era la expectativa de una experiencia salvaje.
¿Estaba cansada? Definitivamente. Pero estaba cansada de todo y de todos últimamente.
¿Pero lo que me estaba pasando ahora mismo? Joder.
Jamás me había pasado. Jamás había sentido algo así. Jamás imaginé que sería posible siquiera.
¿Ahora mismo?
¡Que viniera el jugueteo previo!
Unas manos estaban sobre mi cuerpo desnudo. Muchas de ellas. Muchas más que las dos de siempre. Acariciaban mis hombros, brazos, pechos; subieron por mis piernas y llegaron a mi sexo. Estábamos de lleno en las caricias. Entonces hubo susurros. Y de ninguna manera eran palabras bonitas. Eran promesas.
Voy a lamer tu coño hasta que te corras. Solo entonces tendrás mi polla.
Esa era la voz número uno.
Esos labios. Se verán preciosos envolviendo mi polla.
Esa era la voz número dos.
Este culo. Quiero presumir cómo me recibes por ahí, para que vean lo perfecta que eres.
Esa era la voz número tres.
Sí, tres voces. Tres chicos tocándome, preparándome para tener más que sexo; para un… Dios, ¿qué iba a ser? Mi mente me proporcionó la respuesta a pesar de que el pensamiento me confundía.
Un reclamo.
Sin duda iba a perderme entre ellos. No solo en el placer, sino en mi cuerpo.
Y alma.
—¡Por favor!—suspiré las palabras, rogándoles de verdad.
Jadeé, mis ojos se abrieron. Traté de tomar aliento, pero no tenía ninguno. Ellos me lo habían robado solo con su tacto. Sus promesas. Pero no eran reales. Yo no estaba en una cama suave con tres hombres. Estaba en un cuarto estéril, inmovilizada en una silla de pruebas.
En el Centro de Procesamiento de Novias.
Mierda.
Resoplé para apartarme el cabello de la frente.
—¿Está bien, señorita Mason?
Quien habló fue la guardiana Egara. La dulce y amigable supervisora se levantó de su silla con la tableta en la mano.
Fruncí el ceño.
—Odio rogar —refunfuñé.
Ella estrechó la mirada, pero no dijo nada.
—¿Todos los sueños son así? —pregunté. El pedazo de metal que mantenía mis manos sujetas a la silla de prueba se hizo a un lado y me senté limpiándome la cara.
—¿Ardientes? —preguntó; una sonrisa hacía que un extremo de su boca se curvara.
Asentí.
—Sí.
Así que probablemente no fui la única que rogó. ¿Un sueño caliente con tres hombres habilidosos que sabían cómo tocarme y qué decirme? Sí, muchas mujeres habían rogado aquí.
Estaba excitada y completamente insatisfecha. Y enfadada por eso.
—Eso es bastante cruel —le dije.
Ella se rio; el sonido fue suave y leve. Y me molestó aún más.
—Algunas mujeres tienen orgasmos en las pruebas y se despiertan debido a ello.
Entrecerré la mirada hacia ella.
—¿Está tratando de hacer que la odie?
Me retorcí en la dura silla y tiré de la bata de hospital. Era un ridículo traje de hospital con unos pequeños emblemas del Centro de Novias Interestelares por todos lados, hecho de alguna especie de mezcla de materiales ásperos que me hacía ansiar desecharlo, a pesar de que estaba desnuda debajo, lo cual no era una buena alternativa. Ya me había humillado lo suficiente, debía haber conseguido un orgasmo a cambio, como las otras mujeres.
Grrr.
La guardiana se sentó en la mesa simplona, con la mirada sobre la tableta.
—Su prueba fue exitosa.
—¿De verdad?
Estaba sorprendida, eso me sorprendió. Había venido aquí para salir de la maldita Tierra y esta era la forma más fácil de hacerlo. No era muy buena con eso de obedecer, así que presentarme como voluntaria en la Flota de la Coalición no sería sensato. En su lugar, me presenté como novia. No confiaba en los hombres terrícolas, o en ningún otro, de hecho.
—Sí, fue asignada a Viken. Tiene mucha suerte.
Alcé una ceja y esperé.
—Aunque su unión fue con un hombre viken específico, ellos se emparejan en tríos.
Tríos.
—Es decir, tres alienígenas.
—Sí.
Así que fue por ese motivo que tuve ese sueño. Jamás había pensado en tener sexo con más de un tipo. Seguro, no era lo suficientemente inocente para no saber que la gente compartía, pero yo no. La idea no era repulsiva para mí, solo no había tenido la oportunidad. Pero ¿después de ese sueño? Que me trajeran a los tres viken. Y pronto, porque mi sexo estaba húmedo y ansioso.
La guardiana sonrió.
—Me alegra que estés emocionada por tu compañero.
—Dijo compañero, pero también dijo que serían tres de ellos. ¿Cuál de ellos es? —pregunté, confundida.
—La emparejaron con un hombre viken. Su nueva costumbre es reclamar una novia como un trío; un compañero de cada sector del planeta. Es posible que solo tenga un compañero, pero sospecho que serán tres.
—Soñé con tres —admití.
La guardiana se encogió ligeramente de hombros, pero un resplandor iluminó sus ojos.
—Tienes suerte. No podría decirlo con certeza, pero adivino que tendrás tres.
Tres. Tres compañeros. Joder. Recordando el sueño, no parecía un concepto tan malo.
—Está bien por mí. Estoy ansiosa por salir de la jodida Tierra.
Ella bajó la mirada hacia su tableta.
—Se ha presentado voluntariamente. No es una delincuente convicta que elige una alternativa para su castigo.
—¿No me reconoce?
No era una persona vana, pero sí era famosa. Tristemente.
Ella volvió a levantar la mirada hacia mí, estudiándome.
—Ah.
—¿Eso es todo lo que va a decir? ¿Ah? Mi familia les robó los ahorros y pensiones a miles de personas. Destruyó vidas. ¿No quiere gritarme? ¿Odiarme?
Me miró con ojos que no reflejaban lástima, sino comprensión.
—Por lo que dicen las noticias, no estaba involucrada con los crímenes de su familia.
Me retorcí en la silla.
—No. Mis padres y hermano viven en Nueva York. He estado viviendo en California desde la universidad. Me sorprende que no lo supiera.
—Lo sé, pero quería oírlo de usted.
—¿Entonces quiere oír lo demás? ¿Que mientras estuve en la universidad y en el posgrado, mi familia creó un programa piramidal y robó millones a personas incautas? ¿Que no éramos lo suficientemente adinerados con los fondos de mi padre, y que fueron lo suficientemente avariciosos para robar más?
La guardiana se encogió de hombros.
—Para ser honesta, señorita Mason, quiero asegurarme de que no huye del planeta para escapar de un crimen.
Entonces me puse de pie, sin importarme que mi trasero estuviera al aire por la estúpida bata.
—Me voy del planeta porque no puedo conseguir empleo. Nadie me contratará. He perdido a todos mis amigos. No puedo caminar por la calle sin que la gente me abuchee o un paparazzi me ponga una cámara en el rostro. Jamás voy a encontrar a un chico. Mi vida está arruinada y todo es por culpa de mi familia. Soy inocente, y a nadie le importa. Están sedientos de sangre y soy la única sangre que no está tras las rejas. ¿Tiene alguna idea de lo que es no confiar en nadie?
La guardiana me observó por un momento.
—Muy bien.
Suspiré; por un lado, porque ella me había alterado, y por otro porque estaba aliviada. Ella no me iba a negar esta nueva vida solo por mi miserable familia.
—¿Desea reclamar el derecho de elegir su mundo, señorita Mason? ¿O desea someterse a los protocolos de ubicación del centro de procesamiento?
Pensé en los tres hombres y en cómo se seguía sintiendo mi cuerpo.
—Acepto Viken.
—Muy bien. Comencemos con el protocolo de selección de ubicación. Para que quede registrado, diga su nombre.
—Whitney Mason.
—¿Actualmente está o ha estado casada?
Me reí de eso.
—No.
—¿Ha tenido descendencia biológica?
Hice una mueca.
—¿Descendencia biológica?
Ella alzó la mirada hacia mí.
—Niños. ¿Ha dado a luz a algún descendiente biológico?
—No.
—¿Es legalmente responsable de algún menor?
—No. ¿Por qué me lo pregunta?
La guardiana alzó la mirada hacia mí, sus ojos decían que quien hacía las preguntas era ella.
—Se sorprendería, señorita Mason. Aunque no puedo comprender la lógica, hay mujeres que escogen dejar a sus niños menores atrás en la Tierra. Las razas de la Coalición son muy protectoras con sus compañeras e hijos, sean biológicos o adoptados. No aprueban que ningún padre abandone a un niño.
Eso lo entendía por completo.
—Pero ¿qué pasa si una mujer no puede tener hijos? Quiero decir, ¿qué pasa si tiene problemas de fertilidad? ¿Significa que no puede ser voluntaria?
La guardiana sonrió ante la pregunta.
—No. Claro que no. Hay muchos guerreros que simplemente quieren una compañera con quien compartir sus vidas. Si una mujer no desea tener hijos o es incapaz por alguna razón, hay un compañero perfecto para ella allá afuera. Si el problema es médico, usualmente la avanzada tecnología de la Coalición puede resolverlo.
—Vale, pero ¿qué pasa si no pueden? ¿Qué pasa si no pueden tener hijos y ya? O si se hicieron la ligadura de trompas o algo. No es como si pudieran hacer que les crezcan nuevas trompas de Falopio. O ¿qué tal si no quieren hijos?
Ella suspiró. ¿Las demás mujeres que vinieron a hacerse las pruebas no eran tan curiosas como yo?
—El Programa de Novias Interestelares trata sobre encontrar el amor y la felicidad. Para muchos, tanto humanos como alienígenas, eso no tiene nada que ver con niños, señorita Mason. El sistema la empareja con su compañero perfecto, Whitney. No al revés. Las pruebas no encuentran a una mujer para un hombre, sino a un hombre para una mujer.
La guardiana Egara tomó aire y continuó:
—La unión es buena porque el hombre que fue escogido para ser suyo es el más compatible con sus necesidades y deseos. El enfoque está en hacer feliz a la mujer y dejarla satisfecha. La Coalición descubrió hace mucho que las mujeres son el corazón y el alma de una comunidad fuerte y, para muchos guerreros dominantes que ansían a alguien para proteger y cuidar, una vida feliz.
Bueno, esa era mucha información con la que no había contado, pero sí me hacía sentir mejor. No era que no quisiera niños. Francamente, no le había dado muchas vueltas al tema con toda la locura que estaba pasando con mi familia, la política, el racismo, el cambio climático, y simplemente los gastos de criar a un niño en estos días. Pero quizá, si conocía al hombre, o al alienígena, correcto me inspiraría.
—¿Y qué hay de la otra alternativa?
—¿Quieres decir si alguien hubiera tenido una ligadura de trompas? ¿Si una cápsula ReGen lo arreglaría?
No sabía lo que era una cápsula ReGen, así que simplemente asentí.
—Una ligadura no es algo que esté roto, Whitney. No necesita que se arregle. Además, a menos que la cirugía fuese reciente y el cuerpo no se hubiera recuperado, la cápsula ReGen consideraría el lugar como inactivo y sanado.
Eso, supuse, era cierto.
—Y, antes de que preguntes, si te faltara un brazo, no volvería a hacer que crezca. Las cápsulas ReGen no pueden curarlo todo. E incluso las cosas que sí puede curar podrían no ser posibles si no se llega a tiempo.
Ahora no podía parar, así que, ¿por qué no arriesgarme? Sin la curiosidad yo no era nada. Mi madre decía que era una de mis más grandes debilidades. Nunca podía solo ocuparme de mis malditos asuntos.
—¿Y qué hay de los alienígenas gay? ¿De los diferentes estilos de vida? ¿Qué hay de las lesbianas? ¿Hay soldados femeninos que quieren novias?
—¿Me está diciendo que es lesbiana, señorita Mason?
Sacudí la cabeza.
—No. Pero mi prima sí. Está soltera y es tan miserable como yo consiguiendo pareja últimamente.
La guardiana Egara alzó las cejas, pero había un destello en sus ojos como si estuviese disfrutando el extraño giro que tomó la conversación. Imaginaba que decir lo mismo una y otra vez todos los días se volvía aburrido. El protocolo esto y el protocolo lo otro.
—Sí, hemos procesado algunas novias lesbianas. Por ahora, las pruebas de novias son principalmente femeninas. Sin embargo, existen varias razas que solicitan hombres gay para uniones. Hice un emparejamiento gay hace dos días. Fue mi tercero.
—¿Qué?
Joder, había estado bromeando, más que nada.
—¿Y qué tal si un tipo gay es un soldado voluntario y conoce a otro alienígena guapo en un bar?
Ella se rio de verdad, entonces la felicidad en su rostro transformó su apariencia de mujer severa a una, bueno, hermosa. Y no era tan vieja como había pensado al principio, tampoco. Probablemente ni siquiera tenía treinta.
—Bueno, deben esperar para sentar cabeza hasta que sus dos años de servicio terminen, pero sí, estoy segura de que eso también ocurre. —Ella meneó las cejas hacia mí—. Excepto que en el espacio los bares normalmente son llamados cantinas.
Extraña elección de palabras, pero qué más daba. Tuve visiones de ardientes alienígenas gay liándose entre sí, y no me estaba ayudando a calmarme. Sabía que era una mujer algo perversa, así que, qué más daba. Hombres guapos eran hombres guapos. No me importaba mirar.
La guardiana se aclaró la garganta y volvió al asunto en cuestión: enviarme al espacio.
—Voy a dejar sus preguntas hasta ahí para que volvamos a usted. Me complace decirle que el sistema ha hecho una unión exitosa y será enviada a un planeta m*****o. Como novia, quizá nunca regrese a la Tierra, pues todos los viajes serán determinados y controlados por las leyes y costumbres de su nuevo planeta. Cederá su ciudadanía en la Tierra para convertirse en una ciudadana oficial de su nuevo mundo.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos. No había llorado en meses, no desde que supe lo que hicieron mi padre y hermano. Me había quedado sin lágrimas. Pero ¿ahora? ¿El saber que no regresaría a la Tierra y que podía empezar de nuevo en otro lugar? Otro lugar donde podría ser yo misma y quizá aprender a confiar de nuevo, encontrar personas que no fueran sociópatas sin empatía ni moral.
Parpadeé para apartar las lágrimas.
—Está bien por mí.
—No hay retorno, señorita Mason. Según el protocolo 6.2.7ª, no podemos forzarla a permanecer con alguien incompatible, sin importar cuán exacta haya sido la prueba. Tendrá treinta días para decidir si el candidato primario es aceptable. Si no está satisfecha con su compañero, será asignada a otro compañero de ese mundo y transferida. Tendrá treinta días para aceptar o rechazar a cada candidato hasta que se instale con un compañero del planeta asignado.
Una política de devolución.
—Mientras que no vuelva a este planeta, estoy totalmente satisfecha con eso.
Ella se levantó y me extendió la mano.
—Bien. Puede sentarse en la silla de pruebas otra vez.
Miré la silla parecida a la del dentista. ¿Iba a conseguir ese orgasmo que tan desesperadamente quería? Hice lo que me pidió, y con un movimiento de su dedo en la tableta, las correas de metal volvieron a su lugar.
—Por su seguridad —explicó. Una vez sentada, ella continuó—: Para que quede registro, señorita Mason, usted ha sido asignada a un compañero por los protocolos de prueba, y será transportada del planeta para nunca más volver a la Tierra. ¿Comprende esto y acepta su unión?
¿Por qué lo confirmaba tres veces? ¿Acaso otras mujeres se alteraban en este punto? ¿No se dieron cuenta de por qué habían traspasado las puertas del centro?
—Sí.
Entonces la silla se inclinó hacia atrás y alcé la mirada para ver cómo la pared detrás de mí se abría. La silla de pruebas se deslizó, como si estuviera en un carril, justo hasta el nuevo espacio descubierto al otro lado de la pared. El pequeño cuarto era minúsculo y brillaba con una serie de radiantes luces oscuras. La silla tambaleó al detenerse, cuando un brazo robótico con una gran aguja se deslizó silenciosamente en mi cuello.
—No se alarme. Es la UPN lo que le permitirá procesar otros lenguajes.
Me estremecí mientras la aguja gigante me perforaba la piel, entonces todo lo que sentí fue un pequeño cosquilleo en el lugar de inyección. Una sensación de letargo y satisfacción hizo que mi cuerpo se quedara relajado mientras descendía a un baño de cálido líquido azul. Estaba tan cálida, tan adormecida…
—Solo intente relajarse, señorita Mason. —Su dedo se deslizó en la tableta y su voz llegó a mis oídos como si estuviera muy, muy lejos—. Su procesamiento comenzará en tres… dos… uno…