Capítulo 2-1

2022 Words
2 Capitán Alarr, Hotel Placeres de Trixon, planeta Viken Miré a los otros dos caminar impacientemente y tronar sus nudillos con ira fuera de la visión del doctor Helion. Su mirada llenaba la pantalla de mi comunicador, su mueca era infalible, incluso a miles de años luz de distancia. Contacté con él en el momento en que recibí noticias de mi pareja, y habíamos estado hablando en círculos por los últimos minutos. El doctor Helion era nuestro comandante en esta misión y nuestro único contacto de la CI. También carecía de absolutamente toda simpatía y respeto por el derecho sagrado de un hombre de proteger a su compañera y su familia. Por completo. Maldición. —Escuche, Helion… —comencé, tratando de meterle en su dura cabeza que no iba a poner en riesgo a mi compañera, y ella ni siquiera había llegado todavía. Pero lo haría. Pronto. Mi perfecta compañera asignada llegaría hoy a este remoto sitio por transporte. Ni siquiera sabía su nombre, y sin embargo era ferozmente protector. Al igual que Oran y Teig, lo cual era exactamente la razón por la que los había escogido para ayudarme a cuidar de ella. —Comandante o doctor, capitán Alarr —dijo Helion, interrumpiéndome. Él y su profesionalismo; eso usualmente funcionaba bien cuando estábamos en una misión, especialmente en la que estábamos los tres ahora mismo, en nuestro planeta natal Viken. Habíamos llegado meses atrás y estábamos tan metidos en nuestra infiltración que fue necesaria la llegada de mi novia interestelar para ayudarnos a recordar que se suponía que éramos los chicos buenos. —Viken puede estar en otro sistema solar, pero sigue bajo mis órdenes —el doctor Helion continuó—. Al igual que sus compañeros, Oran y Teig. Él asumió que ambos estaban escuchando. Claro que lo hizo. Y no se equivocaba. Rara vez lo hacía. —Todos vosotros me pertenecéis. Habéis jurado y firmado. La llegada de una novia es… inoportuna, pero tenéis una misión que terminar. No me importa si la diosa en persona aparece en Viken, haréis vuestro trabajo y os reportaréis conmigo cuando esté terminado. Rechinando los dientes, permanecí sentado, con la cabeza baja hacia el guerrero prillón al otro lado de la pantalla. Solo tenía algunos minutos para exponer mi caso, para hacer que entendiera. Llegó la noticia de que había sido emparejado a través del programa de pruebas hacía menos de una hora. Tuve que encontrar a Oran y a Teig y llegar a nuestros cuarteles para hacer esta llamada secreta. Mantener la conexión del comunicador por mucho tiempo más podría hacer que nos descubriera el enemigo; sería un riesgo que pudieran rastrear esta comunicación hasta el Comando de la Central de Inteligencia y descubrieran que no éramos solo parte del equipo de seguridad del hotel. Y entonces estaríamos todos muertos. Yo. Oran. Teig. Y mi compañera. Nuestra compañera. Sería imposible para mí llevar a cabo mi papel en nuestra misión y proteger solo a la mujer, así que les pedí que se me unieran en la nueva costumbre viken en la cual un hombre de cada sector de Viken compartía una mujer, como lo hicieron los tres reyes. Yo era del sector uno. Oran, del sector dos. Teig, del sector tres. Ni Oran ni Teig protestaron. De hecho, aceptaron instantáneamente, como si estuvieran ansiosos de conseguir una mujer dispuesta para reclamar como propia, al igual que yo. Si alguno de ellos hubiera recibido la noticia de que fueron emparejados a través del programa de pruebas de novias en lugar de mí, los roles habrían sido exactamente los mismos. Ahora todos estábamos emparejados, simplemente esperando la llegada de nuestra mujer. —Ella es inocente, doctor. —Comandante simplemente no salía de mi boca con mi estado mental actual—. Una voluntaria del Programa de Novias Interestelares de la Tierra. Ella es mía. Realmente mía. Un prillón como usted debería entender que no puedo permitir que ella esté aquí, en peligro, mientras completamos esta misión. —Debes hacerlo —replicó, despreocupado de mis argumentos. En este momento, podría ser un prillón, pero hablaba como comandante—. Hemos estado rastreando los cargamentos ilegales de las armas de la Coalición por meses, y sabemos que su transferencia está ocurriendo en Viken, en el Hotel Trixon. Si reveláis vuestra fachada ahora, todo ese trabajo se perderá, y miles más morirán. ¿Sabes lo difícil que fue encontrar a tres operativos de la CI en Viken que pertenecieran a cada uno de los tres sectores para aseguraros que podríais infiltraros en todos los grupos sociales entre los empleados y el personal? Fue casi imposible. No voy a volver a empezar, y vosotros tres no vais a estropearlo por una mujer. —Alzó la mano y la movió de un lado a otro—. No hay nadie más. Solo tú y Oran y Teig. No podemos enviar a un atlán para remplazaros y hacerlo pasar como un viken del sector uno. No os volváis idiotas porque vuestros p***s están duros y ansiosos por vuestra novia. Helion tenía razón. Miré a Teig y a Oran. Nosotros éramos perfectos para este trabajo porque éramos de Viken. Nosotros éramos de los tres sectores que representábamos en nuestro trabajo de infiltración. Nosotros estábamos calificados para pertenecer al equipo de seguridad del lujoso hotel conocido en todo el mundo como el más exclusivo, caro y placentero destino. Los compañeros viken de todo el planeta venían a Trixon por vacaciones. Un viaje hedonista donde cada necesidad s****l y cada fantasía eran satisfechas, sin importar el sector de residencia. Había instructores que asistían en las artes sensuales, ya fuera para la necesidad s****l del sector uno por el sexo en público o por la íntima confianza y vínculo que ocurría en el anal, o para el deseo del sector dos por la sumisión y el bondage, o para el talento del sector tres en el placer oral. Cualquier cosa que los compañeros desearan, ya fuera un solo hombre y una sola mujer, o la nueva costumbre de tres hombres, uno de cada sector con una mujer: ninguna necesidad quedaba sin complacer. Y como parte del equipo de seguridad de élite, nos asegurábamos que las visitas de los invitados fueran despreocupadas y memorables. Y seguras. Por encima de todo, seguras. Ahora enfrentábamos la posibilidad de que podríamos poner en peligro a nuestra propia compañera. Cerré los ojos, incapaz de aceptar la verdad todavía. Helion tenía razón. Que lo jodieran, pero tenía razón. Decirle a nuestra compañera la verdad la pondría en más peligro. Rechazarla nos pondría a todos en peligro. Ningún simple guardia de seguridad rechazaría a una novia interestelar. Joder, los tres reyes habían aceptado a su novia y su hija había unido al planeta por primera vez en décadas. La voz de Helion me hizo abrir los ojos en resignación: —Las armas seguirán llegando a las manos equivocadas, capitán, y su compañera, aunque es importante, no es tan valiosa como las vidas de miles de otros inocentes. Usted va a completar su misión allá en Trixon o yo lo veré pudrirse en una celda por los siguientes veinte años por traición. ¿Me está entendiendo? —Maldito bastardo —Teig susurró las palabras lo suficientemente alto para que Oran y yo las pudiéramos oír, pero el doctor Helion no. Alcé la mano como advertencia silenciosa. El doctor ya estaba irritado conmigo, yo no necesitaba hacerme arrestar por traición. Sería incapaz de hacer algo para proteger a mi nueva familia desde una celda. Una nueva familia que realmente deseaba, a pesar del hecho de que aún debía conocer a mi compañera. Mi polla se estimulaba con solo pensar en su llegada. Pronto. Ella era de la Tierra. Ella era mía. Se transportaría aquí en una hora. Era todo lo que necesitaba saber. No sabía nada sobre ella, pero ya me sentía posesivo, sobreprotector. Que los dioses la ayudasen cuando ya la tuviera en mis brazos. Jamás la dejaría ir. Jamás la dejaría escapar de mi vista. Uno de nosotros siempre estaría con ella y la mantendría a salvo. Alcé la mirada para ver a cada uno de mis guerreros elegidos y observé a Teig. Su asentimiento era feroz, sin rastros de su usual naturaleza juguetona. Esto era de vida o muerte para nuestra mujer, y todos teníamos que entender y aceptar los riesgos. Con la aprobación de Teig, dirigí la mirada hacia Oran. Su pálido rostro lucía severo; su necesidad de controlar ardía en sus ojos y convertía su piel clara en un tono más oscuro que contrastaba con su cabello dorado. Pero él también conocía los riesgos y lo que estos significarían si nos alejábamos de nuestra compañera… o de nuestro comandante. Apretó los puños pero asintió. Estábamos los tres de acuerdo. Nuestra compañera llegaría. La mantendríamos a salvo y al margen de nuestra misión hasta que estuviera terminada. La protegeríamos, terminaríamos el trabajo y saldríamos del jodido planeta y de vuelta a trabajar. —Lo entiendo, doctor. Me aclaré la garganta, sabiendo que la piel pálida que acompañaba el cabello de color rojo fuego en mi cabeza se había cocido con furia mientras hablábamos. El doctor no era un hombre tonto. Con solo echarme un vistazo, sabía que yo hablaba en serio, pues no era ningún recluta nuevo, recién salido de la Academia de la Coalición. Ni tampoco lo eran Oran o Teig. Éramos operativos de la CI recientemente asignados a la nave Zeus. Desde ahí, éramos enviados a misiones como se nos ordenaba. Ninguna de esas misiones nos había llevado a Viken, hasta la actual. Como capitán de la CI, contaba con más de una década de experiencia en combate en esta guerra. Esta excursión a nuestro planeta natal para rastrear a unos contrabandistas de armas era temporal. Y aunque encontraríamos la fuente de las armas, también me emparejaría de por vida. Era el momento de recordárselo. —Aunque estamos aquí en Trixon, usted se asegurará de que mi mujer y todos nosotros como sus compañeros viken tengamos un hospedaje adecuado esperándonos al regresar al batallón Zeus. Tan pronto como la misión se complete aquí, nos transportaremos de vuelta a nuestro batallón. Y, de ahora en adelante, solo dos de nosotros serán asignados a una misión al mismo tiempo. No dejaremos a nuestra compañera sin protección. Aunque mantuve la mirada en Helión a través de la pantalla, vi a Teig y a Oran asentir en aprobación. Helion sacudió la mano hacia mí como si fuera un idiota o un niño. —Claro. Como dijo, soy un prillón. Entiendo la necesidad de proteger a su compañera, capitán. Quizá mi fe en usted está fuera de lugar si tres recursos activos de la CI están tan precariamente entrenados que no pueden lidiar con la protección de una mujer inocente en un hotel vacacional. ¿Se estaba burlando de mí? —La protegeremos a cualquier costo. —Claro, lo haréis, razón por la cual esta discusión se ha terminado —el doctor continuó, y yo me mordí la lengua—. Pero hay tres de vosotros allí en Viken, y vuestras fachadas os hacen parte del equipo de seguridad. Sin embargo, vuestro acceso a las áreas más… sensuales es limitado. Quizá podáis mantener a vuestra compañera a salvo… y aprovecharla para cumplir con la misión. Todos ganamos. Tenía una idea de adónde iba esto y no me gustaba. —Usted, capitán Alarr, está en el lugar perfecto para recibir a una nueva novia. Las cabañas de entrenamiento viken son reconocidas por sus artes sensuales, especialmente en el hotel vacacional de Trixon. —Él se inclinó más cerca y me sonrió de la única forma en que un prillón podía hacerlo, pues sus facciones angulosas no eran realmente capaces de lograr que su boca formara una verdadera sonrisa. Helion se veía como un monstruo gruñón, pero no se lo iba a decir. —Usadla, caballeros. Sé que los tres me estáis escuchando. Esta es vuestra misión, y la llegada de una nueva compañera es la distracción perfecta, el descanso que necesitamos. Ser parte de la seguridad de élite es una cosa, pero ser compañeros con una nueva novia os permitirá acceder a cualquier cabaña. Cualquier reunión. Cualquier club. No tengo dudas de que el hotel os permitirá participar en las ofertas durante vuestro tiempo personal. Y si el comandante Clive está detrás de esto, como sospecho, no se pensará dos veces que vosotros consigáis acceso a estas nuevas… áreas.
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