Había tenido un orgasmo asombroso gracias a las sorprendentes habilidades orales de Teig, y otro… de alguna extraña forma, por la cual todavía podía sentir el éxtasis y los jugos de mi coño derramándose copiosamente. Esa… chispa.
—Eso, compañera, fue la semilla de poder —me explicó Alarr.
Mi mente funcionaba lentamente, como si estuviera caminando a través de una espesa niebla.
—¿Puedes volver a usar esa cosa de poder?
Los oscuros ojos de Alarr centelleaban de felicidad. Sí, resplandecían. Él estaba muy complacido consigo mismo porque de alguna forma hizo que me corriera al cubrirme los pezones con… ¿Con qué? ¿Su semen?
—Ah, sí. Ahora mismo, pero… —dijo— ¿no es demasiado para ti?
Hice una mueca.
—¿Qué?
—El placer. ¿Es demasiado intenso?
¿Acaso era posible? ¿Demasiado placer?
—No.
