-Roger-

1334 Words
Caminaba sin rumbo fijo, desde hacía horas. Malía no sentía cansancio alguno y eso empezaba a molestarle, aunque también fuese incapaz de sentir molestia, tomaba agua por pura costumbre, de la botella que llevaba en su mano. El cielo se hacía naranja y el día empezaba a abrirle paso a la noche. Ella usaba un conjunto deportivo de lycra y suéter manga larga color azul marino, su cabello estaba recogido pero eso no la hacía menos llamativa. Se había alejado mucho del centro de New Schimer, hasta entrar a un área llena de maleza y cuando la noche apareció y el cielo se llenó de estrellas se detuvo en una avenida larga y solitaria, lo que vendría siendo la salida, supuso. No se veía ni un automóvil y Malía se sentó junto a la carretera a esperar, pacientemente, ¿Pero qué era lo que esperaba? Roger Grill manejaba un camión que transportaba frutas y legumbres desde New Schimer a los pueblos vecinos, llevaba 10 de sus 43 años haciendo eso, no le iba mal. Pasaba poco tiempo en casa con su obesa esposa, se alejaba más aún de sus fastidiosos hijos de 13 y 14 años que no hacían más que desastres, y lo que más loe emocionaba, eran las noches de camino donde conocía a una que otra mujer con la que satisfacerse de paso. Era una vida perfecta, en su cabeza. Roger iba llegando, como de costumbre, pasadas las nueve y cuarenta de la noche, cuando los fuertes faros amarillentos del camión alumbraron una figura extraña al lado de la carretera, ¿Era eso una mujer? Por Dios… Se sorprendió aún más cuando se levantó, era demasiado blanca, casi como el yeso, si no fuese por su ropa diría que era una aparición, pero sintió más lujuria que miedo, cuando la vio ponerse de perfil y unas gruesas nalgas se veían como adheridas a ese pequeño y hermoso cuerpo, sí, era un pervertido, lo tenía claro y se sentía orgulloso de serlo. Porque de nuevo, en su cabeza… Era la vida perfecta. Detuvo el camión sin que la mujer siquiera lo llamara, pero sonriendo complacida, Malía caminó hacía la puerta y la abrió. -¿Estás perdida, encanto?- preguntó seductor, Malía miraba su calva y la incipiente barba oscura, no tenía mal ver, pero eso no le quitaba los ojos de sádico. -Necesito un aventón- dijo con voz jovial- ¿Puede ayudarme, señor?- sonaba tan inocente que el simple hecho de que le llamara “Señor” hizo que Roger la quisiera montar de inmediato y rebotar su culo contra sus muslos tomándole el cabello en dos coletas y obligándola a repetir una y otra vez la palabra. -Mmm, pues verás, mi amor…- dijo- Tengo que llegar rápido a casa, y dudo mucho que pueda ayudarte -Oh.. Por favor, señor- pidió ella haciendo un leve puchero, sabía lo que él pensaba y eso la hizo reaccionar acorde a lo necesario. Al conectar sus ojos con los de ella, el imbécil le había dado pase libre para conocer los más recónditos agujeros de su mente, sus miedos, sus gustos, sus placeres más oscuros- Haré lo que quiera, pero por favor, necesito volver a mi casa. Los ojos de Roger se encendieron -¿Lo que yo quiera?¿Estás segura de eso? - se carcajeó sintiéndose superior- Ven, sube. Ella lo hizo y cerró la puerta con fuerza, Roger no perdió tiempo, y puso la mano sobre el muslo de Malía, ella miró la mano en su pierna y luego miró al hombre que le sonreía, seguro de sí mismo. Ella le devolvió el gesto, y eso fue suficiente para que Roger se sintiera en la libertad de meter la mano más adentro, sobre su entrepierna, Malía, servicial, abrió más las piernas y él metió la mano dentro de la ajustada lycra, debajo de la pequeña prenda de ropa interior que usaba, él sintió la cálida cueva y se preguntó si ahí dentro sería tan rosada como imaginaba, después de todo era la primera vez que tenía a una mujer de hielo en su camión asqueroso. Malía miraba el camino aún cuando Roger no había rodado el camión ni un milímetro, deseosa de que se aproximaran a la maleza, aceleró el lento paso del hombre buscando su boca con la suya y él acunó sus pechos en sus manos sobre la tela de la camiseta manga larga.  Se puso de pie lo mejor que pudo debido a su corta estatura y sorprendiendo a Roger, se bajó la lycra y la tanga, enseñando ese blanquecino culo suyo con una hermosa forma redonda que hizo agua de inmediato la boca de roger, se montó sobre él, con las piernas abiertas y mirándolo sobre su hombro le habló con voz juguetona. -Quiero que me cojas manejando, Roger, ¿Puedes hacerlo? Él asintió desesperado y piso el embrague ajustando la palanca y tomando el volante con una mano mientras con la otra sostenía su pene a media erección debajo del trasero de esa preciosa mujer. Los hombres son estúpidos, pensaba Malía, ni siquiera me preguntó cómo sabía su nombre. Empezó a rebotar una y otra vez sobre el pene ahora más despierto aunque de igual pequeño tamaño. Poco le importaba, sus gemidos eran más para él que por ella, estaba entretenida en el camino, un automóvil pequeño pasó a su lado, los de adentro no la veían pero ella sí a ellos y mientras la vista la entretenía, Roger rogaba al Señor no matarse, pero también le rogaba no acabar tan rápido, semejante show… Ya se oía a sí mismo contándole con orgullo a sus demás amigos camioneros, todos compartían experiencias sexuales en sus reuniones de parrilla y cervezas y estaba seguro de que le dirían mentiroso cuando contara aquello, manejaba bien, para llevar una jovencita en su regazo cogiendose a sí misma con su m*****o, y cuando sintió que acabaría jaló el cabello de la princesa de hielo para hundirse más en ella, Malía entendió el mensaje y se dejó hundir más a fondo sobre aquel trocito de carne. Roger acabó y paró el camión en media vía mientras recostaba su cabeza sobre el hombro de la chica. Escuchó la inocente risa de la muchacha y sonrió aún agotado con los ojos cerrados, pero su respiración acelerada y en carrera se detuvo completamente cuando aquella risa angelical se empezaba a transformar, de aguda a cada vez más grave, para terminar escuchandose como la risa de un verdadero demonio. Las películas de terror que tanto le gustaban de joven quedaban en pañales ante aquella carcajada y sintió pánico de levantar la cabeza, Malía aún seguía sentada sobre su pene y el camión en la mitad de la vía. -Mírame, Roger…- pidió la voz de Malía, él se sentía confundido, ¿Cuando le había dicho su nombre?¿Era producto de su cansada mente aquel gutural sonido? Seguro fue eso… Levantó la mirada y observó la espalda delicada de la chica, su cabello ahora en una cola de caballo deshecha por los jalones y su sonrisa de medio lado, se alejó un poco de ella y Malía se giró por completo, sin dejar salir su miembro.-¿Te gusto, Roger?- preguntó inocentemente con una sonrisa, cuando iba a responder sintió una presión muy intensa en su pene, tanto que abrió los ojos con desespero e intentó apartarla de su cuerpo para poder chequearse a sí mismo, pero aquella demoníaca risa sonó de nuevo y se dio cuenta, con más miedo que nunca en su vida, que aquellos ojos grises claros de esa preciosa mujer de nieve se volvían cada vez más oscuros hasta ser unos pozos de absoluto n***o, Roger empezó a gritar y la risa cada vez más y más fuerte hizo sangrar sus oídos, su pene se sentía arrancado y destrozado y el dolor era incontenible, cayó en la absoluta inconsciencia y todo sonido se apagó con él.
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