—¡Ay, Dios mío ojalá esta mujer me conteste rápido. Este chisme lo tiene que saber! —Enseguida, Lucrecia, el ama de llaves principal en la mansión Wallas, al ver que atendieron a su llamada saltó de la alegría y de inmediato habló: Llamada telefónica: —¡Mujer desde anoche te estaba llamando, porque no me contestaste! ¿Dónde estás? ¿Todavía estás en Londres? ¡Te tengo un gran chisme! Aquella mujer a quien llamaba Lucrecia era Gertrudis, quien estaba terminando el papeleo de los apartamentos que le dio en herencia la condesa Agnes, para regalárselo a uno de sus hijos que no tenía casa. Entonces, al escuchar la voz de Lucrecia la cual se notaba algo agitada se fue a un lugar más callado y muy interesada en saber lo que le quería decir la mujer le contestó: —¡Si, todavía estoy aquí arregla

