Dafne tomó la mano de James, dándole un suave apretón para intentar calmarlo. Él volteó a verla, la ira reflejada en sus ojos verdes, una tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse. Dafne negó suavemente con la cabeza, un mensaje silencioso que solo él pudo comprender, instándole a no dejarse llevar por la rabia. Gema, observando la escena desde un rincón, se sintió asustada. Conocía bien el temperamento de James; aunque su hermano Robín fuera un hombre cruel, no deseaba que nadie más fuera herido. La tensión en el aire era palpable, y la angustia se acumulaba en su pecho. James, incapaz de contener su frustración, se soltó del agarre de Dafne y comenzó a caminar de un lado a otro, revolviéndose el cabello con manos temblorosas. —Ese perro casi te asesina, Dafne... —Susurró, su

