James condujo a toda velocidad, el motor de su auto rugiendo mientras se dirigía a la sede de la Corporación Blake. La adrenalina corría por sus venas; sabía de antemano que su padre estaría allí, en medio de una reunión con los accionistas, proclamando que él ya no tenía ninguna voz ni voto en el lugar que había sido su hogar profesional durante tanto tiempo. La idea de escuchar a Charlie hablar de él con desprecio lo llenó de una furia contenida.
Una estruendosa carcajada escapó del fondo de su garganta al pensar en lo irónico de la situación. Era casi cómico, en un sentido oscuro y retorcido. La imagen de su padre, con su habitual arrogancia, despojándolo de todo lo que había trabajado, lo hacía reír sin gracia. Esa risa seca era un mecanismo de defensa, una forma de lidiar con el caos
