Había tenido una jornada laboral estresante. Pasó su día de junta directiva en junta directiva y ni siquiera tuvo tiempo de almorzar. ¿Quién demonios dijo alguna vez que ser el jefe era sencillo? Desde que asumió la directiva de la empresa casi no tenía tiempo para si mismo, pero era lo mínimo que podía hacer por su padre, principalmente cuando estaba tan delicado de salud. Después de todo, algún día todo eso sería suyo.
James Blake, era un hombre de veintiocho años, atractivo, adinerado, con una prometida hermosa e inteligente. Gema Davis,era su novia desde hace aproximadamente cinco años, ella fue un pilar importante en la peor época de su vida, aquella época donde buscaba autodestruirse y destruir a quienes le rodeaban. A pesar de todo, jamás logró enamorarse de Gema, ella era sinónimo de seguridad y comodidad, características suficientes a la hora de elegir a una mujer para formar una familia.
—Señor Blake, —la dulce voz de su secretaria se escuchó a través del intercomunicador. —Laura Paltrow lo busca, es trabajadora del servicio social de menores y dice que necesita hablar urgentemente con usted. Señor, le dije que estaba ocupado, pero insiste en verlo...
—Esta bien, déjala pasar... —Suspiró con fastidio para luego apagar el intercomunicador con un golpe brusco.
—Buenas tardes señor Blake, imagino que he venido en un momento inoportuno, pero esto no puede esperar. —Laura, una mujer de mediana edad se acerca a James y le extiende formalmente la mano, él no duda en estrecharla.
—Es extraño recibir una visita de servicios sociales, considerando que no tengo hijos. —Una mueca de sonrisa aflora en su rostro cansado. —Tome asiento, por favor. ¿Le gustaría una taza de café o té?
—No se moleste señor Blake, estoy algo apurada. —Sin mirar al hombre deja una carpeta roja sobre el escritorio. —Iré directo al grano, el nombre de Dafne Malraux ¿le resulta familiar?
El rostro de James empalideció la escuchar aquel nombre. —Si... ¿Qué pasa con ella? Aunque para ser sincero no la veo desde hace diez años, fuimos compañeros de instituto y al graduarnos no volvimos a tener contacto.
—La señorita Malraux tuvo un accidente, está en estado crítico, por lo que se le ha inducido a un estado de coma. —La mujer manifiesta una mueca de tristeza. —Lo peor de todo es que la señorita Malraux es madre, tiene un adorable niño de nueve años que está solo y devastado...
No sabía cómo sentirse al respecto, hace tantos años que no escuchaba el nombre de Dafne y era tanta información, que necesitaba un trago de whisky para calmarse. —Entiendo y realmente lo lamento por ella y por su hijo, ¿pero que tengo que ver yo con todo esto? —Alzó la mirada y fijó sus ojos pardos en la mujer frente a él, solo deseaba que se fuera de su oficina.
—La señorita Pamela Massimo inició una denuncia a su nombre en el juzgado de familia. Ella afirma que usted es el padre del niño y estoy aquí para informarle la situación y pedirle que se presente mañana a primera hora en el juzgado, se le realizará una prueba de ADN y en caso de ser el padre del niño deberá hacerse cargo de él hasta que su madre se recupere, si es que en algún momento lo hace. —La mujer extrae una hoja del interior de la carpeta para dársela a James. —Sea puntual por favor.
James recibe la hoja que la mujer dejó y ni siquiera responde cuando está de despide de él, se queda con la mirada fija en aquel papel, donde el juez a cargo del caso le manda una citación para que se presente mañana a las 8 AM en el juzgado de familia. No sabe que pensar al respecto, simplemente se encierra en su oficina, se bebe media botella de whisky fino y se funde en los recuerdos de hace diez años atrás.
Años atrás...
James y Dafne nunca fueron amigos, pero tampoco eran enemigos. Sin embargo, cuando la madre de James fue asesinada en un asalto a mano armada y el padre de Dafne defendió al delincuente en el juicio, logrando que quedara en libertad, Entonces Dafne Malraux se convirtió en su enemiga, en el objeto de su odio, de su obsesión, quién lograba sacar a flote sus más bajos instintos, pero quién también lograba acelerar su corazón como nadie más podía.
Ellos comenzaron a dormir juntos un par de meses antes de acabar el curso escolar. Ese era su último año en el instituto, estaban a nada de cumplir su mayoría de edad y empezar su vida como adultos. Tanto James como Dafne provenían de familias inmensamente ricas, eran hijos únicos y herederos de la fortuna que habían forjado sus antepasados, por lo que tenían demasiadas expectativas en ambos.
La relación de James y Dafne era una relación bastante retorcida, una relación basada en el odio, pero de algún modo ambos habían generado una enfermiza dependencia por el otro. James estaba lleno de odio, desde que su madre había muerto se había convertido en un rotundo imbécil y su actividad favorita era descargar su ira contra Dafne, quién era la hija del bastardo que había liberado al asesino de su madre.
James no estaba bien, tenía pesadillas todas las noche convirtiendo la simple acción de dormir en un suplicio, era golpeado por ataques aleatorios de ira incontrolables, no podía concentrarse, no podía pensar. Fue muy desagradable con Lisa, quien no solo rompió con él, sino que Raúl, el hermano mayor de Lisa y a la vez su mejor amigo, le dió un puñetazo en plena cara. Se reconciliaron después de eso, no arruinaría su amistad con él por eso, se conocían desde el kinder. Para cuando James tenía poco más de veinte años, se había suavizado mucho, había descubierto cómo vivir consigo mismo después de la muerte de su madre. Se disculpó con Lisa por ser un novio de mierda, y con Raul e Irina, por ser un amigo de mierda.
Pero en esos primeros meses después de las vacaciones, cuando había apartado a todas las personas que lo amaban, estaba Dafne Malraux. James podía ser tan desagradable como quisiera con ella. Y Dafne era desagradable como respuesta, siempre arisca y a la defensiva. Ella jamás se callaba, su actitud frívola y rebelde eran ideal para desquitar su ira, por que él era fuego y ella era gasolina, sabía cómo lograr que él perdiera su poco autocontrol.
Comenzó con James furioso, fuera de sí mismo, empujando a Dafne contra pared y llamándola "puta inútil." Terminó con un James igual de furioso y excitado follando ferozmente a Dafne en los vestidores de fútbol americano, mientras decía con voz ronca "¿cómo mierda puedes estar tan apretada con lo puta que eres?" Se suponía que solo pasaría una vez, una manera sucia y vulgar de desquitarse mutuamente. Pero de alguna manera, terminó sucediendo de nuevo. Otra vez. Y otra vez, por que Dafne Malraux era como una maldita droga y él era jodidamente adicto a ella. Cuando quiso darse cuenta, estaba hundido hasta el cuello y dependía de esas sesiones de sexo rudo para respirar con normalidad.
—Joder, te odio... Eres la viva personificación de la basura —dijo James, después de que terminaron, mientras se quitaba el condón y hacia un nudo en el mismo, arrojándolo posteriormente al piso con desdén.
—Si, únete al club maldito pedazo de imbécil —respondió Malraux burlándose de las palabras del chico, aunque sus palabras dolían, no le daría el gusto de mostrar cuanto le afectaban. —Puede que sea la definición de la basura, aún así eso no te impide buscarme como un perro en celo y necesitado, ¿verdad?
—Solo porque todos saben que eres una perra, puta y fácil, Malraux. Lo harías con cualquiera. Para nadie es novedad que le abres las piernas al que te lo pida —se acerca a ella y la toma con brusquedad de la barbilla, apretando más de lo necesario. —No vales nada, solo eres un agujero húmedo y apretado donde meterla cuando cualquier hombre está caliente. —Se apartó de ella y la miró con asco.
—¡Vamos, Blake! Sí eso es lo que soy, ¿en qué te convierte a ti? Alguien con estándares muy bajos. Tienes un autoestima bastante dañado, al parecer no eres más que un perdedor.
James se burló de ella y se alejó sin mirar atrás...
Actualidad...
James estrelló su vaso vacío contra la pared, ya era de noche y no quedaba nadie en la empresa, solo los guardias, pero ellos no transitaban por la zona VIP de la empresa. ¿Realmente el hijo de Dafne Malraux era suyo? Siendo así porque diablos no le dijo nada, era extraño, demasiado extraño. Si él hubiera sido el padre de ese niño, Leithan Malraux le abría obligado a contraer matrimonio con Dafne, el hombre era anticuado en sus costumbres, de igual modo era influyente y poderoso.
Era natural que desconfiara, Dafne en aquella época se acostó con cuánto tipo de le cruzó. Ese niño podría ser de cualquiera, quizás Dafne y Pamela, solo buscaban sacar dinero, o bien, ganar renombre. Pensar en aquella opción le hizo sentir furioso, mañana asistiría al juzgado y se haría el maldito examen de ADN para demostrar que él no tenía nada que ver con una mujer como esa. Hace muchísimos años Dafne había salido de su vida y honestamente no la quería de vuelta.
•••
El sonido de la alarma de su teléfono celular logró despertarlo abruptamente. James llevó sus manos a la cabeza y jadeó adolorido. Había bebido entre semana y la resaca matutina le pasaba la cuenta. Se levantó de la cama con prisa y se adentró en el cuarto de baño, se dió una ducha rápida y se vistió con uno de sus finos trajes hecho a medida. Peinó su cabello oscuro y aplicó un poco de perfume, lo único positivo de aquel día era que se juntaría con Gema, su novia para almorzar.
Salió de casa sin despedirse de su padre, realmente no deseaba un sermón por parte del hombre tan temprano por la mañana. Se montó en su auto y condujo directo al juzgado de familia. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, de igual modo mentiría si no admitía que en los últimos diez años pensó demasiado en Dafne Malraux, aún estando con Gema no pudo sacar a aquella mujer de su cabeza.
¿Cómo había terminado Dafne en el hospital? ¿Sufrió algún tipo de accidente? Se maldijo mentalmente por no haber preguntado el día de ayer a la mujer de servicios sociales. Estacionó su automóvil y bajó con prisa de el, estaba nervioso y las palmas de sus grandes manos comenzaban a sudar. Hoy conocería al niño que supuestamente era su hijo y por algún motivo, tal situación le generaba una intensa ansiedad.
—Bienvenido señor Blake —la mujer que lo visitó en la oficina estaba frente a él con una radiante sonrisa.
—Buenos días señora Paltrow. —Estrechó la mano de la mujer en un gesto totalmente formal.
—Acompañeme, la tutora momentánea de "su hijo" ya está en la sala de espera junto al niño. —La mujer giró sobre sus talones con cierta gracia y emprendió el camino hacia el interior del recinto.
James la siguió en completo silencio, mientras en el interior de su cabeza se desataba una batalla de pensamientos y emociones contradictorios. Sentía sus extremidades temblar y una pesadez que se alojaba en el centro de su pecho. La señora Paltrow comenzó a hablar, pero James no lograba escucharla, su voz se oía como un eco lejano y honestamente no podía importarle más poco.
—Al menos tuviste la decencia de asistir... —La voz gangosa de Pamela Massimo lo regresó a la realidad.
James alzó la mirada observando con cierto fastidio, pero rápidamente su mirada se desvió mucho más abajo, donde un niño que aparentaba menos de su edad se aferraba al vestido primaveral que Pamela llevaba. El pequeño fijó la mirada en James, sus bonitos ojos grises, tan grises como los de su madre, si carita pálida y su alborotado cabello castaño oscuro. Ese niño era la viva imagen de él, él lucía exactamente igual a esa edad. En ese momento supo que ese niño era su hijo y por primera vez en diez años se sentía jodidamente miserable.