Pamela observó en silencio a James, quién se sentó con cautela a su lado, mostrándose notablemente nervioso. Pudo ver la culpa reflejada en su rostro y consideraba que lo merecía, merecía eso y mucho más. Lastimó a Dafne, la lastimó como nadie más lo hizo y jamás mostró ningún signo de arrepentimiento por la forma tan vil en que la trató. Pamela no era tonta y podía entender de algún modo por qué James actuó como un cretino hace diez años, pero también sabía que nada de lo que pasó era culpa de Dafne.
—No sabía que tenía un hijo... —Pamela alzó el rostro y observó a James, pudo ver sinceridad en sus ojos verdes, pero no debía confiar en un hombre como ese.
—Dafne intentó decírtelo, pero por tu respuesta ella asumió que ya lo sabías. —Respondió con sequedad mientras acariciaba su abultado vientre.
—Fuí un completo imbécil... —Se cubrió el rostro con ambas manos, sintiendo un nudo apretado en su garganta.
—Si, fuiste un tremendo cretino, la rompiste como no tienes una maldita idea. Pero al menos, has algo bueno y cuida de Sael... —La morena lo miró fijamente a los ojos. —Él ahora te necesita, ese niño está devastado, cada maldita noche tiene pesadillas, no sabe si su madre algún día volverá a abrir los ojos. Tú madre murió, supongo que puedes entender cómo se siente.
—Lo entiendo... Lo cuidaré —masculló con la voz rota.
•••
James, se despidió cariñosamente de Sael, prometiéndole que vendría al día siguiente para llevarlo a la escuela. Sin embargo, la respuesta del niño lo tomó por sorpresa. Sael le explicó que estudiaba desde casa, que rendía exámenes libres y su madre, Dafne, era quien lo preparaba. James asimiló la información con un nudo en la garganta, sintiendo una mezcla de alegría y tristeza al descubrir la verdad sobre su hijo, del cual acababa de enterarse.
—Nos vemos pronto, papá, gracias por venir... —Dijo el niño tímidamente para luego correr hacia el interior de la casa y desde el portal hacerle señas con una de sus manos.
James quedó abrazado por sus pensamientos cuando el niño entró en la casa. Se quedó parado allí, en el umbral, perdido en sus pensamientos. Era extraño tener a Sael cerca de él y certificar que ese niño de casi 10 años era, de hecho, su hijo. No supo nada hasta ahora. La vida le había dado una sorpresa, y le dolía el corazón. De alguna manera, iba a pagar por lo que había hecho, por no haber escuchado a Dafne aquél día.
James intentó preguntarle algo más a Pamela, pero ella simplemente se acercó y le dio un par de llaves antiguas y oxidadas y un papel con una dirección en él. James trató de sonreír, pero fue en vano, estaba bastante confundido por la repentina actitud de la morena.
—Es la dirección del departamento de Dafne. Estas son las llaves. —Dijo Pamela con indiferencia. —Solo espero que no se amaña idea confiar en ti y puedas remediar todo el daño que hiciste en el pasado con tu ausencia e inmadurez.
Ese fue el momento en que la confusión y el horror se reflejaron en los ojos de James. Luego Pamela se dio media vuelta y se puso a caminar hacia su hogar. A través de la puerta y con los dientes apretados dedicó sus últimas palabras a James.
—Ve por sus cosas a esa dirección. Recoge todo y puedes recogerlo mañana, —dijo Pamela. James trató de decir algo al respecto, pero la mujer lo ignoró y se adentró en la casa, cerrando la puerta en sus narices.
James mantuvo las llaves que Pamela le entregó entre sus manos, mientras releía una y otra vez la dirección, por más que trataba de recordar aquella calle no lograba hacerlo, definitivamente era un sector que no conocía. James se encaminó a su auto, se dejó caer con pesadez en el asiento del conductor y al verse a solas, en la intimidad que su automóvil le entregaba se permitió llorar. Lloró, lloró con amargura, dejando que su nueva realidad lo golpeara con violencia.
Acababa de descubrir la existencia de Sael, su hijo de tan solo 9 años, hijo al cual hasta este momento no conocía, hijo que fue creciendo sin él y pensar en todo eso realmente le lastimaba. En el pasado había sido tan egoísta, tan malditamente cretino. De solo recordar a su yo de hace 10 años atrás le daba náuseas.
No era momento de lamentarse, era momento de enfrentar su pasado, de dejar atrás sus miedos e intentar recuperar el tiempo perdido. Para su buena suerte, Sael parecía bastante interesado en formar una relación de padre e hijo con él y él aprovecharía la oportunidad. Quizas el resultado del ADN aún no estaba listo, sin embargo, él tenía la total certeza de que ese niño era su hijo.
Encendió el motor de su automóvil y soltando un suspiro cargado de frustración se preparó para enfrentar a Gema. Si trataba de mirar hacia adelante, todo se volvía bastante incierto, pero a pesar de la incertidumbre del futuro, había una pequeña luz de esperanza. Sin importar cuántos problemas deba enfrentar, el pequeño Sael Malraux era esa chispa de esperanza que necesitaba para luchar con todo su arsenal. Apretó los puños en el volante mientras el recuerdo de Dafne, una Dafne de tan solo diecisiete años se plasmaba en su mente. Una Dafne tan hermosa y etérea que parecía inalcanzable... Aunque en aquella época era bastante accesible para cualquiera.
El auto entre más se alejaba de la casa de Pamela y Sael, James se prometió a sí mismo que haría todo lo posible para ser el padre que su hijo merecía. El cúmulo de emociones lo rompió y James dejó escapar las lágrimas que venía reteniendo desde que vió a Dafne en esa cama de hospital. Aunque las lágrimas seguían deslizándose por sus mejillas, una determinación silenciosa se encendió en su interior.
De pronto pensó en su prometida, Gema era una compañera maravillosa, una mujer comprensiva y cariñosa, tenía la total seguridad de que ella entendería y estaba más que seguro de que sería como una segunda madre para Sael. Era necesario hablar con ella, decirle la verdad antes de que se enterará por alguien más. Presionó el acelerador de su automóvil y condujo con dirección al departamento de su novia.
•••
James y Gema estaban sentados en el lujoso y extravagante departamento de ella, la luz del atardecer se filtraba a través de las cortinas entre abiertas que ondeaban con la brisa fresca, creando un ambiente familiar para James, pero a la vez le resultaba tan ajeno, como si estuviera en el lugar equivocado. James jugueteaba nerviosamente con los dedos, sintiendo cómo la ansiedad se acumulaba en su pecho. Él sabía que tenía que contarle la verdad, Gema merecía una relación libre de mentiras, sin embargo, hablar estaba resultando más difícil de lo que esperaba.
Gema, con su cabello pelirrojo y largo cayendo en suaves ondas sobre sus hombros pálidos y pecosos, lo miraba con curiosidad. —¿Todo bien, cariño? Pareces un manojo de nervios y tú actitud comienza a preocuparme.
James asintió lentamente mientras tomaba una bocanada de aire, intentando calmar sus nervios con esa simple acción. —Gema, hay algo importante que necesito decirte, sabes que no me gusta mentir ni mucho menos ocultarte algo... —comenzó a decir, su voz temblando ligeramente.
Ella frunció el ceño, comenzando a preocuparse. —¿Es algo malo? ¡Por favor, James, dí algo!
—No lo sé, depende de cómo lo veas —respondió él—. Ayer, una visitadora social vino a verme a la oficina.
Gema se enderezó en su silla, alzó ambas cejas en un claro gesto de sorpresa. —¿Una visitadora social? ¿Por qué?
—Vino a exigir que me hiciera cargo de mi paternidad —dijo James, de pronto sintió su garganta seca. Las palabras salieron rápidas y atropelladas. —Soy padre, Gema. Hasta ahora no tenía ni pura idea de eso...
Gema no podía creer lo que escuchaba, la pelirroja se quedó con la boca abierta, bastante sorprendida por la repentina confesión de James. No esperaba para nada algo así. —¿Qué? ¿Cómo es eso posible, James? ¿Me estás diciendo que me has estado engañando con otra mujer y que la dejaste embarazada? ¡Esto es increíble! ¡Es que joder, jamás esperé algo así de tu parte! —Sus ojos caoba se humedecieron por las lágrimas.
James levantó las manos en un gesto de calma, tratando de evitar la avalancha que se venía. —Espera, Gema. Déjame explicarte, las cosas no son como tú piensas.
Ella se cruzó de brazos, su expresión de incredulidad reemplazada por un destello de enojo. —En que estoy equivocada según tú. ¿En qué me engañaste? O, ¿en qué tuviste el descaro de embarazar a otra? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Qué es lo que quieres explicar ahora? Desde mi perspectiva no hay nada que explicar. —Se quejó la pelirroja.
—No lo sabía hasta ayer —respondió James, su voz tratando de sonar firme—. El niño se llama Sael y tiene casi diez años. Es hijo de Dafne Malraux, una mujer con la que estuve hace tiempo. Tú la conociste, cuando íbamos al instituto...
Gema lo miró fijamente, su furia empezando a desvanecerse. —¿Dafne Malraux? ¿La puta del internado? No puede ser, James... ¡Oh, Dios mío!
—Sí, ella —asintió James, sintiéndose cada vez más irritado. La palabra puta le sentaba bastante mal. —Ella tuvo un accidente y ahora está en coma inducido. Al no estar en condiciones para hacerse cargo de Sael la visitadora social me buscó a mí. Si Dafne no hubiera tenido este accidente yo jamás me abría enterado.
La información impactó a Gema, quien se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Su mirada se suavizó, y el enojo fue reemplazado por preocupación. Realmente no le agradaba la idea de que James tuviera que hacerse cargo de un niño que lo más probable es que fuera de otros —¿Coma inducido? Eso suena serio... —Dijo sin saber que decir realmente.
—Lo es —dijo James, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros. —Me sorprendió descubrir que existía un niño en mi vida. Nunca supe que Dafne estaba embarazada, si yo hubiera sabido la verdad, te juro que me abría quedado a su lado, luchando con ella y compartiendo las responsabilidades... Ella desapareció antes de que el año terminara y yo...
Gema se mordió el labio, su mente corriendo en múltiples direcciones. —¿Y qué planeas hacer ahora? No me digas que vas a creer tremendo cuento, esa tipa era más fácil que la tabla del uno, le abría las piernas a cualquiera, así que anda a saber de quien diablos es ese niño. No te ilusiones James, Dafne Malraux es de lo peor.
—No lo sé, no sé bien que haré —confesó James, sintiendo la carga de la incertidumbre—. Pero quiero ser parte de la vida de Sael. Quiero conocerlo, quiero ser su padre... —Fijó la mirada en su novia. —Es cierto que Dafne carga con tremendo pasado, pero nos hicieron un examen de ADN, en unos días me darán los resultados. Solo te pediré que evites este tipo de comentarios. Dafne y mi hijo merecen respeto.
Gema lo observó, su expresión de pura indignación denotaban cuan molesta estaba con todo esto. —Esto no tiene sentido, James. No deberías de involucrarte tan rápido, deberías de esperar a que los resultados estén listos.
—Se que es mi hijo, y me siento un completo desastre por no haber estado allí antes —dijo él, la frustración y la tristeza revelándose en su voz temblorosa. —No quiero que esto interfiera en lo que tenemos, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Si no puedes aceptar mi nueva realidad yo lo entenderé...
Gema suspiró, su mirada se volvió resignada, sintiendo que estaba entre la espada y la pared. —No estoy enojada contigo, James. Estoy sorprendida, pero entiendo que esto es algo que necesitas hacer por ti mismo... —Trató de mantener la calma, aunque por dentro la rabia se acumula en su sistema.
James sintió un repentino alivio en su pecho al escuchar las palabras de la pelirroja. —Gracias por entender. No quería que esto se convirtiera en un secreto entre nosotros. Nunca te he ocultado nada y no empezaré a hacerlo ahora. —Esbozó una sonrisa torcida mientras su mirada se perdía a través del inmenso ventanal.
—No lo será —respondió Gema, aferrando su mano a la de él. James no correspondió el gesto y Gema sintió que le desgarraba el alma. —Estoy aquí para apoyarte. Solo espero que no te estés equivocando.
—Tranquila, cuando conozcas a Sael te darás cuenta de que no me equivoco —dijo James, sintiendo que la confusión comenzaba a disiparse de su mente. — Solo necesito tiempo para procesar esto y, quizás, hablar contigo más a fondo sobre cómo avanzar... Ya sabés, si Sael es mi hijo biológico y Dafne no sobreviviera, que honestamente espero no sea el caso, pero anteponiendome a lo peor, espero que tu y yo podamos ser su núcleo familiar.
Gema sonrió, una sonrisa rígida y algo forzada, pero aún así le devolvió un poco de luz a la oscuridad que sentía James en su interior. —Entonces hablemos mi amor. Estoy aquí para ti, sabes que estaré apoyándote a pesar de que la idea de ser madre no me agrada en mi absoluto. —Arrojó aquello con total honestidad.
—Lo sé, Gema. —Sonó más hostil de lo que esperaba y en ese momento, un abismo se abrió entre ambos.