Gema estaba indignada. La cena de aniversario que había esperado con ansias había sido un desastre absoluto. James, su maldito prometido, había olvidado completamente el compromiso, dejándola plantada en un restaurante tan prestigioso como "Lenout Gourmet." Un restaurante tan famoso y prestigioso, donde solo la élite de la ciudad podía reunirse para disfrutar de las exquisiteces culinarias que ahí se servían.
Además, había gastado una maldita fortuna en el vestido que llevaba puesto en ese momento, se suponía que era una ocasión especial y que James se deslumbraría con su apariencia, pero nada resultó como ella quería. James olvidó el aniversario y la cena que planificaron por meses y ella hizo el ridículo en tan prestigioso restaurante, donde fue el hazme reír.
Llamó reiteradas veces por teléfono a su prometido, pero él no contesto. ¿Dónde demonios se había metido? Indignada pagó la cuenta de las dos botellas de champagne que bebió y se encaminó a la casa de James, él tendría que darle una buena explicación de porqué no se presentó a la cena de aniversario. La furia bullía en su interior y por más que intentaba ocultarlo era imposible.
Al llegar a la imponente propiedad de los Blake, la ama de llaves la recibió con una mezcla de sorpresa y preocupación. La mujer se mostró algo tímida frente a Gema, quien siempre fue bastante petulante con el servicio doméstico.
—El señor Blake está en la habitación del niño, intenta hacerlo dormir y no desea ser demostrado —informó la mujer, con un tono que intentaba calmar la situación, pero la furia de Gema solo se incrementaba con cada palabra.
La pelirroja, cegada por la rabia, no estaba dispuesta a escuchar explicaciones, mucho menos estaba dispuesta a seguir las recomendaciones de la chacha. —¡No me importa si quiere o no ser interrumpido! Quiero verlo ahora mismo, chacha de mierda —exigió, interrumpiendo a la ama de llaves quién la miraba perpleja. —Dime dónde está la habitación del niño, de lo contrario te daré tantas bofetadas que quedaras irreconocible. —Amenazó colérica.
La empleada, sintiendo la tensión en el ambiente dudó un momento antes de señalar el pasillo. Con pasos firmes, Gema se dirigió hacia la habitación, decidida a confrontar a James. Sin tocar la puerta, abrió de golpe, adentrándose en la habitación, desplegando todo su aura negativo. Por que de verdad se sentía enojada, la humillación que pasó en el restaurante no se lo iba a pasar por alto.
Sael acababa de quedarse dormido, su pequeño cuerpo acurrucado en la cama, rodeado de juguetes y cuentos. Por que sí, era demasiado pequeño y delgado para ser un niño de casi 10 años. James, que estaba a su lado, hizo una seña a Gema para que guardara silencio, pero ella no lo escuchó, últimamente, nunca parecía escucharlo.
—¡James Anthony Blake! —Comenzó a gritar histérica cerrando la puerta con brusquedad. —¿Cómo pudiste olvidarte de nuestra cena? ¡Esto es inaceptable! ¡Es nuestro maldito aniversario y a ti se te olvidó! —Exclamó con rabia.
La voz de Gema resonó en la habitación, interrumpiendo la tranquilidad del momento. Sael se despertó sobresaltado ante los gritos de la pelirroja, sus ojitos grandes y asustados buscando a su madre, quién no estaba a su lado. James le hizo un gesto cariñoso a su hijo tratando de tranquilizarlo. De pronto, comenzó a sentir el peso de la situación, se levantó rápidamente y fue hacia Gema, intentando calmarla.
—Gema, por favor, baja la voz —dijo, su tono firme pero lleno de preocupación. No quería que su hijo se asustara más de lo que ya estaba.
—¡No voy a bajar la voz! —Replicó ella, su voz temblando de indignación. —¡Me dejaste plantada, James! Esto no es la primera vez que lo haces. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Hasta cuándo tendré que aguantar tus malditos desplantes?
James sintió que la tensión aumentaba a cada palabra de la pelirroja. La rabia de Gema era comprensible, pero él estaba en medio de una tormenta emocional y sus prioridades eran otras.—No es lo que piensas, Gema. Estoy lidiando con muchas cosas en este momento —intento explicarle, pero su voz era casi un susurro.
Sael, aún confundido, miró de uno a otro, sintiendo la tensión en el aire. Con un pequeño sollozo, habló: —Mi mamá es mucho más bonita que tú. Ella no necesita gritar, mamá es amable y no es mala.
La mirada de Gema mostraba indignación al escuchar la voz del niño y sus palabras, pero su frustración se disipó hasta las nubes. James se volvió hacia Sael y se agachó a su lado, acariciándole el cabello. —Todo está bien, campeón. Solo estamos hablando un poco. Descansa, yo hablaré un momento con Gema y luego regreso para dormir a tu lado.
—No te vayas papá —dijo Sael, con lágrimas en los ojos—. Solo quiero que estemos todos juntos y felices, que esta señora se vaya y que mamá esté junto a nosotros...
La sinceridad del niño golpeó a Gema como una ola de agua fría. La rabia que había sentido se seguía ahí, más fuerte que nunca, pero también es atacada por la desilusión y el dolor. Su corazón se aprieta de rabia ante la vulnerabilidad de Sael, y de repente, se dio cuenta de que había cruzado una línea. En ese momento, por mucho que deseara estar junto a James, supo que sobraba y eso le daba demasiado miedo.
—Lo siento, —dijo Gema, acercándose a la puerta. —No quería asustarte. James, te espero en la sala, claro, por si es que deseas hablar. —Mencionó lo último con bastante ironía.
James se sintió aliviado al ver que la pelirroja accedía a abandonar la habitación, aunque sabía que aún había mucho por resolver. —Gema, hablaremos de esto, en un momento te alcanzo en la sala. Sael necesita descansar ahora.
Con un suspiro cargado de pura resignación, Gema asintió, sintiendo que su ira se desvanecía poco a poco. Mientras miraba al niño, comprendió que había un momento más grande en juego, uno que requería que todos trabajaran juntos, de lo contrario perdería a James y ella no estaba dispuesta a perderlo. No después de todos los años que le costó conseguirlo.
—Está bien, vamos a hablar —dijo, su tono de voz ahora más calmado.— Pero no puedo dejar de sentir que me has fallado.
James, sintiendo de pronto el peso de la situación, sabía que debía encontrar la manera de reconciliar las cosas, por que pondría fin a una relación de años, pero quería acabar en buenos términos. Había demasiadas emociones en juego, y aunque el futuro por delante sería difícil e incierto, estaba decidido a enfrentarlo por el bien de Sael y por su propia paz mental.
Gema se quedó esperando en la sala, sintiendo un torbellino de emociones. El ambiente era tenso, y el eco de sus propios pensamientos resonaba en su mente. Minutos más tarde, James apareció, su expresión seria y cansada. Sin decir una palabra, la guió hasta su despacho, un lugar que había sido testigo de tantas promesas y sueños compartidos.
Una vez dentro, el silencio se hizo pesado entre ellos y el abismo que los separaba era aún mayor. Gema sabía que el final entre ellos se acercaba. Desde que James había descubierto que era padre, se había sentido como un extraño en su propia relación. No podía competir en igualdad de condiciones contra aquel niño, mucho menos competir contra la sombra de Dafne Malraux y la inseguridad la consumía.
James tomó una profunda respiración, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Gema —comenzó, su voz temblando ligeramente. —Quiero que sepas que te quiero. Pero también debo ser honesto contigo, no te amo como deberías ser amada. Las cosas han cambiado entre nosotros últimamente y siento que ya no es lo mismo. Mereces a alguien mejor, a un hombre que te valore y que no siga aferrado a su pasado...
Las palabras cayeron pesadas sobre Gema. El dolor en su pecho era agudo, pero no podía decir que no lo esperaba. James continuó, su mirada fija en el suelo. —Ahora necesito enfocarme en mi familia. Sael necesita a su padre, y tú mereces a un hombre que te pueda dar todo el tiempo del mundo, no alguien que esté dividido entre dos mundos. Puede sonar cruel, pero deseo que Dafne despierte y tratar de recuperar lo que teníamos en el pasado, claro, en una versión sana y madura.
Gema sintió que su corazón se rompía en miles de fragmentos. Retrocedió un par de pasos y se dejó caer en el sofá, un sollozo ahogado escapó de sus labios y rápidamente cubrió su rostro con las manos, mientras las lágrimas comenzaban a fluir. Lloró, lloró amargamente, sintiendo que todo lo que había construido se desmoronaba ante sus ojos.
—No quiero James, de verdad, no quiero perderte... —Sollozó, su voz ahogada por el llanto. Se sintió patética, pero en ese momento nada importaba. —Quiero que esto funcione, mi amor... Tenemos que intentarlo, sabes que estoy dispuesta a todo.
James se acercó, pero no sabía cómo consolarla. Nunca fue bueno consolando a la gente. Su propia angustia se reflejaba con la de la pelirroja y aunque había tomado la decisión correcta, su corazón aún luchaba con la culpa que sentía. Había lastimado a Gema y se sentía mal por eso.
De pronto, Gema se secó las lágrimas con brusquedad y con una voz temblorosa, dijo la peor mentira de su vida. —Hoy, durante la cena te iba a dar una sorpresa... —Mordió su labio inferior, notablemente nerviosa. —Estoy embarazada.
Las palabras resonaron en la sala con fuerza. James, con una expresión de incredulidad se quedó de piedra en su sitio, su mente incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. El mundo a su alrededor pareció desvanecerse de pronto, y todo lo que podía oír era el latido de su propio corazón, que parecía taladrar su cabeza, acelerado y confuso. Esto tenía que ser una maldita mentira, ¿verdad?
—No, Gema, no me puedes salir con esta mierda ahora... —Logró articular, sintiendo que el aire se le escapaba de los pulmones quemando todo por dentro.
Gema asintió con la cabeza reiteradas veces, sus ojos llenos de lágrimas, hinchados e irritados, la pintura corrida. —No sé cómo sucedió, lo más probable es que el método anticonceptivo fallara, pero... Estoy embarazada. Y pensé que tal vez eso cambiaría las cosas entre nosotros. Siempre quisiste tener hijos y creí estarías feliz...
James, al verla de ese modo se sintió abrumado por una mezcla de emociones. Sorpresa, miedo, responsabilidad, un conjunto bastante desalentador en ese momento. La idea de un segundo hijo lo tomó por sorpresa, y la culpa lo invadió nuevamente. ¿Qué significaba esto para él, para Gema, para Sael y que significaría para Dafne?
La habitación se llenó de un silencio ensordecedor, un silencio pesado y abrumador. En ese momento, James supo que sus vidas habían cambiado irreversiblemente. La decisión que había tomado se complicaba aún más, y el futuro, que ya era incierto de por sí solo, ahora se tornaba aún más difuso.