Capitulo 9

1387 Words
James, no lo podía creer... ¿Embarazada? ¿Hablaba en serio? Su mente corría a mil por hora, tratando de procesar la información que acababa de recibir. Se había cuidado durante todos esos años y supuestamente, ella también lo había hecho. Pero aquí estaban, en medio de un problema de semejante indole, enfrentándose a una realidad que parecía sacada de una novela. Definitivamente él no estaba preparado para esto, no estaba preparado para tener un hijo con Gema, ni con ninguna otra mujer. Simplemente no era justo, acababa de descubrir su paternidad con Sael y quería disfrutar de esto sin cargar más peso sobre sus hombros. Necesitaba beber, por lo que se dirigió a la barra como un espectro, sintiéndose ajeno a su propio cuerpo. Tomó un vaso y con manos temblorosas volcó el whisky en su interior. No dudó ni un instante en llevar el vaso a sus labios y beber el contenido de un solo trago. El líquido bajó por su garganta, quemando todo a su paso. A pesar de todo, ese trago no logró calmar la pesadez agobiante de su pecho. Gema, estaba destrozada, destrozada y desesperada. Su rostro pecoso era un desastre de maquillaje corrido, lágrimas y mocos. —Amor... Por favor... —Suplicó patéticamente, no dispuesta a dejar la inmensa fortuna de los Blake. —Te pido que recapacites tu desición, es necesario que a partir de este momento estemos más unidos que nunca... No por nosotros, si no por el bebé que viene en camino. Ella se veía tan vulnerable, tan frágil, que su corazón se apretó al verla así. James sintió que la sensación de derrota lo envolvía. La idea de ser padre lo aterraba, pero al mismo tiempo, no podía ignorar la chispa de responsabilidad que comenzaba a encenderse en su interior. Ya había abandonado una vez a Dafne, no podía hacerle eso a Gema también. Lo de Dafne fue inconcientemente, él jamás se enteró de su embarazo, pero con Gema sería a consciencia. —No sé qué hacer, Gema —respondió, su voz casi un susurro. La confusión y el miedo batallaban en su interior, pero había algo en sus ojos, una mezcla de esperanza y temor, que lo hizo reconsiderar. Gema dio un paso más cerca, y con su mano temblorosa, tocó su brazo. —Solo quiero que lo pensemos juntos. Este bebé… necesita de nosotros. James cerró los ojos por un momento, intentando ordenar sus pensamientos. La idea de un futuro juntos, de un bebé que dependía de ellos, era abrumadora. Pero, ¿podrían hacer que funcionara? La relación que habían tenido hasta ahora había sido complicada, llena de altibajos, y la idea de que un niño se convirtiera en el centro de todo solo complicaba aún más las cosas. En especial cuando se había proyectado a recuperar a Dafne y Sael. Frustrado, apretó los dientes. Finalmente, sintiéndose derrotado, asintió. —Está bien, Gema. Daremos una oportunidad. Pero necesitamos hablar de esto y planearlo bien. No puedo hacerlo a ciegas. Hay cosas que necesitas saber... Los ojos de Gema se iluminaron con una mezcla de alivio y gratitud. —Gracias, James. Prometo que haremos lo mejor para el bebé y para nosotros. De igual modo sabes que puedes contarme lo que quieras. Mientras James la miraba, una parte de él se sintió aliviada, pero otra seguía luchando con la incertidumbre del futuro. Sabía que la decisión que acababa de tomar cambiaría sus vidas para siempre, y aunque el camino por delante sería desafiante, al menos no estarían solos en la travesía. Ambos se quedaron en silencio, enfrentando la realidad que acababan de aceptar. En ese momento, James comprendió que, a pesar de sus miedos, había una chispa de esperanza en el horizonte. La vida nunca había sido predecible, pero tal vez, solo tal vez, podrían encontrar su camino juntos. A lo mejor se estaba apresurando y Dafne ya tenía su vida resuelta. Ante ese absurdo pensamiento, recordó el lugar donde ella y su hijo vivían, recordó las palabras de Sael cuando él indagó en el accidente de Dafne y de solo pensar en ello un nudo se instaló en la boca de su estómago. Luego pensó en Gema y en los años que llevaban juntos, donde a pesar de sus diferencias, ella siempre estuvo ahí, no era justo que la dejara solo por una ilusión. Por que eso era Dafne Malraux, una ilusión, una culpa que arrastraba de su tormentoso pasado y él ya era un hombre adulto, no podía confundir culpa con amor. ••• Llegó el día en que James debía ir a recoger el examen de ADN que se había hecho con Sael. La ansiedad lo consumía, un torbellino de emociones que iba desde el nerviosismo hasta un miedo palpable sobre lo que podría significar el resultado. La ansiedad lo consumía, tenía una presión en el pecho que lo estaba volviendo loco. Para empeorar la situación, Gema decidió acompañarlo ese día. Podía ver La chispa de malicia en los ojos caoba de la mujer, quien esperaba ansiosa porque el resultado declarará que era negativo. Pero él sabía que Sael era su hijo, nunca tuvo lugar a dudas y él solo pensar en que podía salir el resultado negativo le hacía sentir ganas de vomitar. Al llegar al laboratorio, la espera se hizo interminable. Gema se sentó en uno de los cómodos bancos de cuero mientras él caminaba de un lado al otro en el pasillo, su corazón latía de prisa y casi brincó en su sitio cuando el técnico mencionó su nombre. Corrió hasta donde el hombre estaba y una sonrisa temblorosa se instaló en su rostro. —¿Señor Blake? —Si, soy yo... —Trató de ocultar la ansiedad que sentía en ese instante. —Estos son los resultados de paternidad. —Le entrega un sobre amarillo y luego gira perdiéndose tras uno de los cubículos. Cuando se le entregó el sobre, sintió que el mundo se detenía. Con manos temblorosas, lo abrió y comenzó a leer. Las palabras se alinearon en su mente, y el peso de la incertidumbre se desvaneció en un instante. "Sael Malraux era su hijo." Releyó una y otra vez el documento, sintiendo una emoción desbordante cada vez que su mirada se detenía en el 99% de compatibilidad. Sael era su hijo, de él y de Dafne y quería gritar, quería llorar, quería brincar, se sentía como un joven de nuevo, tan lleno de energía. Podía sentir como el euforismo atravesaba su sistema sanguíneo y su corazón latía con tal fuerza que pensó que todos en el laboratorio podían escuchar sus latidos. La mirada de Gema, expectante y ansiosa, lo llevó de regreso a la realidad. Aunque sabía que ella había estado allí para apoyarlo, no podía evitar sentir que su victoria la dejaba insatisfecha. Pero no le importaba. En su interior, la dicha era abrumadora. Sin embargo, en medio de esa felicidad, sintió una enfermiza necesidad de ver a Dafne, un impulso que lo había perseguido desde su época de instituto. La conexión que había sentido con ella en el pasado brotó con fuerza, y se dio cuenta de que quería compartir esa noticia, quería que ella supiera que él ya sabía toda la verdad y que estaba ahí para quedarse, para brindarle la ayuda que en el pasado no le brindo. ¡Joder, deseaba tanto que Dafne abriera los ojos! Cuando salieron del laboratorio, James llevó a Gema a su departamento, excusándose con rapidez. —Tengo que hacer un par de trámites —dijo, sin poder ocultar la emoción en su voz. Gema lo miró, resignada. Sabía que había algo más detrás de su excusa, pero no podía hacer nada al respecto. —Está bien, James. Haz lo que tengas que hacer —respondió, tratando de ocultar la decepción en su tono. —Pero... Nada, olvídalo. James sintió una punzada de culpa al dejarla ir, pero la euforia que sentía por Sael le daba fuerzas. Tenía que ver a Dafne, compartir con ella lo que había descubierto. Sentía que debía agradecerle por todos estos años donde sola batalló por el bienestar de Sael. Completamente decidido, James se montó en su automóvil y emprendió el rumbo hacia la clínica donde Dafne se encontraba. Sabía que la rubia estaba en coma, aún así, necesitaba verla.
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