Capítulo 5

1075 Words
Los eventos de este día, realmente han sido demasiados fuertes para mí, la discusión entre el faraón y su hermana, habían sido impactantes, jamás pensé que presenciaría algo así y todo por una mujer. No podría decir que Alia, con su forma de actuar, sintiera celos por su hermano porque se estaba por casar. No sería lo correcto, sino que ella actuaba así como una forma de protegerlo. Aun seguía sin comprender, porque el faraón se quería casar con ella, con todos los rumores que se escuchaban sobre la mujer, según la princesa me contaba y que al mismo tiempo, parecían reales. No estaba en mi criterio decir que eran reales o no, porque no conocía a la joven ni tampoco deseaba hacerlo, pero bien dice un viejo dicho: “cuando el río suena, agua lleva” y si los mismos se escuchaban seguidamente, era porque había una pizca de verdad en ellos. Pero bueno… no entendía porque el faraón a pesar de eso, insistía en casarse con ella sin amarla de verdad, ni siquiera tomar en cuenta lo que era. El corazón del faraón estaba hecho de piedra, no presenciaba ni sentía nada, para él aquella mujer que sería su reina, solo era una más del montón. Alia luego de la discusión con su hermano obviamente no bajó a cenar con él y tuve que llevarle a su habitación, su comida. Comió de poca gana, pero por lo menos ingirió algo. Luego de eso le dije que le haría un té, el mismo, la ayudaría a calmarse. Bien entrada la tarde, volví a la cocina y se lo preparé, en ella encontré a mi amiga Lupe. Lupe: ¿Y ese té? Dalila: Es para la princesa, realmente hoy lo necesita. Ha estado bajo presión todo el día. Lupe: Oh entiendo, ¿problemas con su hermano? Miré a mi alrededor, había muchas escuchas para decirle lo que realmente pasó, así que solo le expresé: Dalila: Realmente no lo se bien, tal vez tuvo demasiado trabajo. Lupe: Mientras el faraón no se case… tiene que hacer las tareas de una reina. Hacer las tareas de una reina, significaba llevar cierto orden en el palacio y ocuparse de algunos documentos del reino que requerían atención y que por todo el trabajo, que desde un principio tenía el faraón, no podía ocuparse de ellos. Uno de ellos era atender las peticiones de los sirvientes, si uno de ellos necesitaba ayuda. Todo esto por ahora lo llevaba adelante la princesa, hasta que su hermano se casara y tuviera una reina. Siendo sincera, no le veía a Yashira la talla para llevar a cabo semejantes tareas y esto lo decía sin conocerla, pues me daba la impresión de que no era para ella, dejando de lado todos los rumores que la rodeaban. Nuevamente me dirigí a los aposentos de la princesa, dentro de una cosa que otra, la noche llegó rápido. Aunque mi familia vivía cerca del palacio, no me gustaba andar mucho en la noche, pero bueno, en ese momento las circunstancias me habían llevado a eso. La princesa luego de que tomara su té, me expresó sus buenas noches y me dirigí rápidamente a la cocina, para dejar todo ordenado y limpio. Hecho esto, me puse mi abrigo y salí bajo el manto de la negra noche, que acompañada de la luna y las estrellas, alumbraban mi camino. Tenía que pasar todo por el ala frontal del palacio, hasta llegar a las puertas del patio interior que este albergaba, antes de ingresar al mismo. La puerta grande, claramente está custodiada por dos guardias, pero antes de llegar a ellos y ser visibles para los guardias, debía pasar por un lugar oscuro donde casi no había vigilancia. Pasé rápidamente por ese lugar, hasta que una sombra negra que pasó frente de mí me asustó y desde un lado de la zona, apareció una figura conocida. Persona: Dalila, que bueno verte. Hacía tiempo que no nos veíamos. Dicha figura era una persona conocida de la infancia, que cuando éramos niños nos reuníamos a jugar. Dalila: Amón, que… bueno verte. ¿Cómo has estado? Realmente su presencia me estaba incomodando un poco, aunque nos conocíamos de pequeños, últimamente la forma en la que él me miraba, no era de mi agrado. Amón: He estado muy bien, ¿y tú? Dalila: Perfectamente… – dije sosteniendo mi tapado. Él me miró de arriba – abajo y no me gustó para nada esa expresión, por lo tanto, sentía la necesidad de salir de allí, lo más pronto posible. Amón: Me alegré mucho cuando me enteré que habías entrado al palacio, para servirle a la princesa. Dalila: Sí… Amón: ¿Cómo te está yendo? Dalila: Me está yendo perfectamente, la princesa es muy buena conmigo. Amón: ¿Solo la princesa? No entendí esa pregunta y lo miré confundida. Dalila: ¿Qué quieres decir con eso? – pregunté seriamente, pues ya me podía imaginar por donde venía las intenciones. Amón: Bueno… tengo entendido que muchas de sus criadas, terminaron siendo amantes del faraón. Mi rostro se endureció, ¿qué estaba insinuando? Dalila: ¿Qué estás insinuando? – pregunté cada vez más molesta por su osadía – . Amón: No estoy insinuando nada, solo digo. Me acercó unos pasos a él y le dije: Dalila: Ten mucho cuidado con lo que piensas, porque eso no está en mi mente. – me expresó amenazante – . Amón: ¿Es eso una amenaza? – preguntó con una sonrisa que me hizo revolver mis tripas – . Sin responde nada, lo dejé parado y pasé de largo, para seguir avanzando hasta la puerta, pero en ese momento sentí que me cinchó del brazo y me atrajo hacia él. Amón me tenía agarrada con fuerza de la muñeca y yo no podía soltarme. Dalila: ¡SUÉLTAME! – gritó con fuerza – . ¡Dejame ir! Amón: Ay Dalila, debes reconocer que ya no eres una niña y que cada vez te estás poniendo más bonita. Dalila: ¡Eres un baboso! ¡Me das asco! – dije mientras intento soltarme – . Amón: Veremos si es así. Trató de besarme a la fuerza y obviamente yo impedía que lo hiciera, y cuando está a punto realmente de hacerlo… la punta de una espada apunta hacia su cuello. Él me soltó y me alejó, tomándome desprevenida la persona que me había defendido de ese despreciable ser.
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