Capitulo Cuatro.

937 Words
Azul Sloan Hoy me levante extrañándote, cada momento del día gritaba tu nombre y estremecía en mi tu ausencia, como un huracán, así era tu bondad, como un jardín perfecto, así era tu rostro, como el universo tú corazón, como un atardecer era tu alma, tan pura, tan hermoso, papá te extraño mucho, a veces solo quisiera poder abrazarte y no soltarte. Las sabanas están sobre mi cuerpo, pero creo que no cumplen su función, siento que me congelo, levanto mis manos observando el morado tomarse mis uñas ¿Qué rayos? Salgo de la cama corriendo topándome con el fuerte sol de que se encuentra afuera pero cada que doy un paso más frio tengo — ¿Padre que sucede? —Pequeña sucede que estoy aquí para decirte el consejo número uno de la lista que pediste, me dijiste cuando eras una nena de cinco años que si yo fallecía antes que tu debía volver en tus sueños para aconsejarte 25 veces una por cada vez que cometa un error— asiento cubriendo con el suéter que me entrega. —Pero no te vas a ir después ¿Esta vez no me dejaras? — él sonríe con tanta dulzura que eso estruja mi alma.   —Hay personas a las que les das un océano y te regresan una gota, también hay otras que les das una gota y te regresan un océano; no te agobies, cada persona convierte lo que recibe en lo que ella es— me besa la frente mientras cierro los ojos un solo segundo más, o quizás un segundo menos. Si no hubiera cerrado los ojos el seguiría aquí. —PAPÁ— me muevo desesperada sobre la cama tocando el espacio donde siempre dormía cuando me contaba un cuento en medio de una pesadilla. — ¿Estas bien Azul? — Mikhaelo entra en mi habitación notando mi respiración agitada —No sé qué soñaste, pero ven aquí— me jala hasta que quedo acostada sobre su pecho a medida que me acaricia el cabello. —Gracias. —No soy de hacer esto, pero se lo que se siente estar solo en la vida, aunque sea una vez, así estaba yo antes de conocer a Eros y unirme a mis primos— me abraza y su tacto es lo que tanto buscaba, es el abrazo de un verdadero amigo. —Mikhaelo gracias de verdad— el asiente dejando un beso en mi frente. —No soy de hacer esto, repito, pero cuando me necesites seré tú persona ¿ok? —ok. Es en los brazos tibios del primo de mi mejor amiga donde me permito dejarme ir y por fin descansar como lo que soy y es una princesa.    Abro los ojos lentamente observando la pequeña abertura de la ventana que deja pasar los rayos del sol que dan con mi rostro, sigo en la misma posición que me dormir sobre Mikhaelo a media madrugada, subo la mirada observando como duerme tan divinamente. —Buenos días princesa ¿Estas lista? — Atenea entra a la habitación quedando sin palabras al vernos uno encima del otro —Ok, regresare luego. Sale a paso lento mientras yo trato de contener las ganas de reír. Vuelvo a ver a Mikhaelo. —Por si acaso tienes en mente violarme no creo que quieras enfrentar la furia de la copo de nieve— me echo a reír haciéndole cosquillas —Para por favor   Lo dejo quieto calmando nuestras respiraciones, se pasa las manos por el rostro y me observa. —Deja ir las cosas que no son para ti, esas que te hacen daño, suéltalas para que ya no duelan más, para que al fin puedas sanar— me toma el rostro con ambas manos — Quizás este drogado y no me doy cuenta porque como lo dije anoche no soy de este tipo de personas que te aconsejan, pero sé que eres muy importante para Atenea así que también lo eres para mí y para Zeus. —De verdad gracias pequeña campanilla— dobla los ojos —Pequeña Azul, el amor propio puede curar todas las heridas qué hay en el alma, puede reconstruir nuestro corazón y nos hace entender que nosotros no perdimos, nos perdieron— me besa la frente quedando acostado de nuevo sobre su espalda. —Me duele cuando veo el pasado y me recuerdo tan rota, y a pesar de ya no ser quién un día fui, aún puedo recordar como calaban las heridas, tan frescas que si las tocaba aún ardían— se me sale una lagrima —y digo que ya no soy esa persona porque ahora estoy peor, en ese momento yo misma me curaba mis heridas, pero ahora llegue a un punto donde necesito que me curen y no quiero me rehusó a eso. —Vamos nena, sé paciente porque un día de la nada esas heridas dejarán de doler. —Lo sé, pero a qué punto ¿Cuánto debo pagar para ver ese momento? —Tal vez no pueda curarte esas heridas, pero si puedo amarlas y aceptarte en mi vida— se sienta en la cama pensativo —Como amigos es obvio porque mi cuerpo no puedes violarlo dado que todo esto— se levanta dando una vuelta como si fuera modelo —Es de la copo de nieve ladrona ¿ok? —Ok— me tapo la boca riendo agradeciéndole a la vida por amigos como Mikhaelo —Ahora largo de aquí que debo ponerme como una Diosa. —Aun en tus peores días eres una Diosa— me tira un beso y sale de la habitación.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD