En las sombras, oculta de las miradas, Abigail observó con ferviente interés cada movimiento que acontecía en la antigua residencia de Ariel y Alejandro. Su padre le había alertado de lo que él pretendía, por lo que Abigail no dudó en seguir cada movimiento de Alejandro, sintiéndose muy herida cuando todos los caminos la condujeron allí. Luego vio llegar a Ariel y era como una puñalada a su corazón. Sus ojos se estrecharon cuando vio a Ariel entrar, y la ira comenzó a hervir en su interior. Ella había sospechado de un encuentro entre ambos, pero verlo con sus propios ojos la llevó a los límites de su paciencia.
Tampoco contaba con que Alejandro la viera tan rápido, pero al menos ya sabía que ella estaba casada.
Su miedo era ¿le diría Ariel a Alejandro el motivo de su boda?
No obstante,
