Iba en un coche con Oliver, era todo lo que podía pensar, estaba sentada a su lado y no en la parte de atrás como solía pasar las pocas veces que salía de casa acompañada por Ryan o mi padre. Las piernas me temblaban del miedo y la adrenalina, no nos dijimos ni una sola palabra desde que bajamos las escaleras de emergencia de mi habitación. Estaba tan emocionada, gire mi cabeza en su dirección, me gustaría verlo con el pelo un poco largo para poder deslizar mis dedos por sus hebras, pero mi padre tenía como regla que todos los del equipo de seguridad se cortaran el cabello como si fueran militares. Llevaba los labios en una delgada línea y los ojos puestos en la carretera.
–¿Por qué me miras?– su voz me sacó de mi ensoñación, me aclaré la garganta.
–No respondiste mi pregunta antes.
–Sí tengo días libres, todos los días que yo quiero.
–Pero siempre estás trabajando.
– Pues porque no necesito días libres…– se quedó en silencio unos segundo, detuvo el coche en un semáforo en rojo– me gusta mi trabajo, Alex. Me gusta venir todos los días, cuando necesite días libres los tomaré.
–¡Oh!– me quedé mirándolo tan fijamente, me hubiera gustado que dijera todo aquello mientras me miraba, así podría descifrar su mirada. Volvió a poner el auto en movimiento.
–¿A dónde quieres ir?– me observo por unos segundos muy cortos.
–No sé– confesé.
–¿Cómo que no sabes?– me reí.
–Pues no tengo ni idea, aun proceso el hecho de que estoy fuera de mi casa sin mi padre y sin Ryan y no es porque tenga que ir al médico o algo así de ridículo. –baje la ventanilla y apoye mi cabeza en la puerta para que el aire me diera en la cara.
–A algún lugar te gustaría ir. –me quedé meditando un momento, ¿A dónde quería ir? Era libre por una noche, solo unas horas para hacer lo que quisiera. Sonreí cuando la idea me llegó a la cabeza.
–A un bar. Quiero emborracharme.
–Como no– eso no era un no ¿o sí? Oliver dejó salir una carcajada y dobló en la siguiente esquina. Por un momento pensé que no iba a llevarme a un bar, pero lo hizo, condujo unos minutos más y se estacionó en lo que parecía una plaza comercial, había un montón de gente sentado sobre los copos de coches por todas partes, música de toda clase por todas partes, personas que parecían de mi edad, o de la edad de Oliver, los observe a todos desde el coche, muchas chicas estaban sentadas en las piernas de chicos y se besaban, sentí como la cara se me enrojeció, no había visto escenas como esas nunca. Chicas con minifaldas y top tan diminutos, escotes pronunciados.
–¿Estás lista?
–Eso creo– no podía echarme atrás ahora que había llegado tan lejos. Seguí a Oliver fuera del coche y me dio su mano, me quedé mirándola.
–No me sueltes, por nada del mundo me sueltes ¿Entiendes?– asentí y entrelace mis dedos con los suyos, una corriente que puso mi sangre en funcionamiento me llenó el cuerpo de energía. Caminaba detrás de él, un poco asustada y otro tanto feliz, la música estaba demasiada alta y casi no se escuchaba ni tus propios pensamientos, aun así la gente se las ingeniaba para hablar entre ellas. Oliver se abrió paso entre la multitud y apretó mi mano, aquel gesto me maravillo como no se imaginaba. Ir por ahí de la mano del hombre que amas se sentía como caminar entre las nubes. No fuimos muy lejos, después de pasar entre todas las personas abrió la puerta de lo que parecía una tienda, de esas de carretera, saludo con un movimiento de cabeza a la chica detrás del mostrador y ella le sonrió, para después posar sus ojos sobre mí y abrir su boca en un círculo, yo levante la mano que tenía libre y la salude tímidamente. No esperaba que me saludara, pero lo hizo, movió sus dedos en mi dirección y siguió sonriendo. Oliver tiró de mi mano y nos dirigimos a un estrecho pasillo.
–¿No se supone que era a un bar que iríamos?– me miró por encima de su hombro y sonrió de lado y en aquel momento, por primera vez lo vi relajado y que aparentaba tener la edad que realmente tiene.
–Ya verás– empujo una puerta verde del mismo color de las paredes que se camuflaba perfectamente y al hacer esto todos mis sentidos se estremecieron y me dejan atontada: la música tan alta, el bullicio de la gente, el olor tan fuerte a humo, las luces que parpadeaban cada segundo, los cuerpos tan juntos. Abrí la boca sorprendida –¿Lista?– creo que dije que sí, no lo tengo muy claro, pero él tiró de mí y con solo dos pasos estábamos allí dentro, mezclándolos con todas aquellas personas que bailaban al ritmo de la música, se besaban, bebían, gritaban para poder escucharse. Oliver apretó su cuerpo contra el mío cuando llegamos a la barra, poniéndome entre la madera y él, inclinó su cabeza y me habló al oído. Creía que iba a perder la razón y que en cualquier momento me desmayaría, y no era precisamente por el ambiente tan cargado en que nunca estuve, más bien, por su cercanía, sentir su aliento en mi cuerpo, su cadera rozando mi cintura, sus manos a ambos lados de mí, podía sentir su pecho subiendo y bajando, y respirar su colonia. –¿Quieres algo de tomar?
–Sí, aunque no sé qué.
–Está bien– levantó su cabeza y habló sobre la música para pedir nuestras bebidas, yo me giré y cuando mi trasero chocó con su entrepierna creo que la sangre se me congeló en el cuerpo. ¡Santa mierda! Ninguno de los dos se movió por lo que se sintió una eternidad. Estábamos demasiados apretados, el vientre se me contrajo y eche el trasero para atrás, rozando sus partes duras. –No hagas eso– me susurro cerca del oído, pero no lo escuche, porque deseaba sentirlo otra vez y volví a hacer ese movimiento, su mano salió disparada y me agarró la cadera, sujetándome en mi lugar– No sabes lo que haces, Alex.– claro que sabía lo que hacía, porque yo lo quería a él, me moría por tocarlo, sentirlo, mirarlo por toda una eternidad.
Me debí de un trago el vaso que el chico me puso en frente, desilusionando cuando me di cuenta de que solo era jugo de naranja.
–No sé vale, quería algo con alcohol– intenté moverme, pero la mano de Oliver no me lo permitió.
–Está bien– sus dedos se movieron por el hueso de mi cadera, haciendo que mis rodillas temblaran. –Deja de torturarme, Alex. Intento comportarme como un caballero contigo. – todo el aire se me escapó de los pulmones.
–¿Quién te ha pedido que te comportes como un caballero? Porque yo no he sido– paso unos segundos que todo desapareció a nuestro alrededor. Entonces, nuestros cuerpos se volvieron a juntar, jadee cuando lo sentí en la curva de mi trasero.
–Alex, Alex, Alex– sus labios estaban sobre mi oído, mi cuerpo estaba en alerta, esperando cualquier cosa que pasara entre nosotros. Fuimos interrumpidos por el bartender nuevamente, dejó dos botellas de cerveza, le sonreí y tomé la de mi derecha. Me la llevé a los labios y la probé. Durante mucho tiempo fantaseaba con esto, con ser una chica de 22 años que podía asistir a fiestas, tener un novio, ir a la facultad, tener amigas, pero, en todas mis fantasías, jamás de los jamases, imaginaria que la cerveza supiera tan mal. Aunque, seguí bebiendo, sin importarme el sabor. Me acabé la botella de tres tragos. –Despacio, Alex– lo ignoré.
–Otra– le dije al chico que sonrió coqueto y después asintió. Lo repetí, me bebí la botella en pocos tragos. –Esto sabe horrible.
–¿Y por qué lo bebes?– esta vez Oliver me dejo darme la vuelta y bajó la cabeza para que yo pudiera mirar aquellos ojos verdes.
–Porque llevaba años fantaseando con este momento.
–No lleno tus expectativas ¿Eh? – le correspondí la sonrisa.
–Para nada, pero quiero emborracharme esta noche, porque sé que no se volverá a repetir.
–Nadie sabe– su mano se deslizó por mi espalda, toda su palma abierta. –Si te portas bien, puedo romper las reglas unas veces más.– esas palabras traían un aliento de fe a mi pecho.
–Baila conmigo– no era una pregunta, puse mis manos sobre su pecho, descubriendo la dureza bajo la tela de la camisa, ¡Madre mía! Mis manos parecían tener vida propia porque querían experimentar todo aquello, continuaron bajando y me trague un gemido al sentir el pack de abdominales, quería verlos, comprobar que lo que la yema de mis dedos estaban sintiendo era real. Oliver se llevó la botella a la boca y se la terminó de un trago, para después dejarla sobre la barra y tomar mis muñecas. Nos miramos unos segundos a los ojos.
–Estás tan prohibida para mí– era como si se estuviera hablando a él mismo. –y aquí estoy, poniendo todo en peligro.
Después de sus palabras las cosas pasaron muy rápido, terminamos en la pista de baile y bailamos una canción detrás de otra, hasta que nuestros pies nos pidieron descanso, volvimos a la barra y nos tomamos un vaso de agua, para volver a bailar, su cuerpo contra el mío, sus manos estaban por todas partes y mientras estábamos allí, cerraba los ojos y me concentraba en sus manos tomando mi trasero, en su nariz acariciando mi mejilla, en sus labios tan cerca de los míos, pero que nunca llegaban a su lugar de destino. Gemí al sentir su mano subirle la tela del vestido, con la garganta seca como una tarde de verano.
–Ese sonido– dijo y la música se tragó el jadeo de sorpresa que deje salir cuando sus fríos dedos tocaron la tela de mi ropa interior– ese sonido me vuelve loco… jodidamente loco.
Estaba perdida, todo era una locura, pero no podía pararlo, más bien, no quería pararlo.