Capitulo 2

1733 Words
"A mí también, pero pensar que otro te folle es como una idea constante que me acecha y de la que nunca puedo escapar del todo", respondí. "Pero es solo una fantasía. Nada es más importante que nosotros y nuestro matrimonio. No nos preocupemos por eso". Louise guardó silencio un buen rato antes de asentir. Esperaba que pudiéramos olvidarnos de esta estúpida fantasía mía y seguir adelante. Sabía que era una esposa dedicada y que le molestaría que yo tuviera tantos deseos y que no pudiéramos hacer nada al respecto. Pero así es la vida. "Quizás conceda algunos de tus... deseos... algún día. Pero ese no", aseguró Louise. "Como tu esposa, quiero satisfacer tus deseos sexuales, pero ese es muy profundo. Casi desearía que fuera solo un trío con una chica o algo así". "Oye, a mí tampoco me importaría", dije con una risita, calmando la situación. "Como te parezca bien. Ya estoy contento con las cosas". * Una semana después, todo volvió a la normalidad. Louise estaba un poco más juguetona, un poco más dispuesta a dar rienda suelta a su lado más morboso, un poco más interesada en hacer el amor. Incluso empezó a montarme, algo que nos encantó a ambos. ¿Sus pechos rebotando en mi cara mientras ella controlaba el ritmo y la estimulación? Fue un punto de inflexión en la cama. "¿Ves? Un poco de variación puede ser divertido", jadeé. "No se equivoca, señor", jadeó Louise en respuesta, con sus manos presionadas contra mi pecho mientras rebotaba sobre mi polla. Pero todo parecía normal, y no sentí la necesidad de darle más vueltas al tema. Un sábado por la mañana, estábamos disfrutando de un café en la terraza. Louise estaba pensativa, con la mirada perdida en la distancia, como si recordara algo. "Johnny, esa idea, lo del cornudo. Me lo estaba preguntando", empezó. No respondí, porque no sabía qué me esperaba. Era la segunda vez que lo mencionaba sola. "¿Cómo llegaste a esto? ¿Cómo se te ocurrió?", preguntó Louise. "Solo intento asimilarlo. Algunos quieren tríos, otros esto y aquello, pero tu fantasía es tan... rara. ¿Qué sacas tú de ello?" "Oh, supongo que simplemente lo encontré excitante sin ninguna razón aparente. A veces, supongo que la gente tiene un fetiche y les cuesta explicarlo", respondí. "Es como una cosa emocionante. Hacer algo que no deberías hacer. Verte satisfecha, retorcerte de placer, pero por otro hombre. Es el tabú definitivo, más o menos". —Sí, pero bueno, ¿has estado viendo porno o algo así? ¿Así fue como descubriste esto? —preguntó Louise. "No. La verdad es que no. Bueno, al principio sí, pero ahora ya no necesito porno. Eres más que suficiente. Supongo que leí algunas historias y me metí en una especie de agujero n***o", dije, fingiendo tranquilidad, pero por dentro me latía el corazón con fuerza, esperando adónde quería llegar Louise con esto. "Mmm", Louise parecía pensativa. "No digo que me interese, porque no lo estoy, y tú tampoco deberías estarlo, pero ¿es algo que alguna vez te imaginas haciendo de verdad? No es una propuesta, solo me pregunto". Mi corazón latía con fuerza ante eso. La idea de que mi orgullosa esposa pensara en profanarse con algo tan absurdo me ardía el pecho y me ardía el estómago. ¿De verdad lo había considerado? Casi temía responderle, si de verdad estaba mencionando esa posibilidad. —Sí, supongo. Si alguna vez te gustara, si alguna vez pudieras disfrutarlo, sí, querría que lo hicieras. Pero no te interesa, ¿verdad? —Quise darle todas las opciones, pero que me lo pidiera ya era un gran paso para la humanidad. —Bueno —Louise apartó la mirada—. Creo que sabes la respuesta. Normalmente nunca lo haría. Pero quizá si fuera una circunstancia especial. No estoy segura. No quiero hacerte daño. Pero también quiero poder satisfacer tus... fetiches o lo que sea... "No hay presión. Es solo algo en lo que a veces me gusta pensar", dije, sintiéndome casi insegura de cómo esperaba que respondiera. —Pero como tu esposa quiero satisfacer tus necesidades, aunque sean un poco... jodidas —dijo Louise. "Lo has hecho y lo haces", dije mientras nos mirábamos a los ojos y un cálido silencio nos envolvía. "¿Cuándo lo piensas?", preguntó Louise. Normalmente, admitir que dejabas divagar la mente durante el sexo no era bueno, pero me dedicaba a ser sincera. "Cuando leo sobre todo. Pero también a veces... cuando hacemos el amor", respondí, y mi voz se fue apagando. Louise no respondió de inmediato. Se recostó en su silla, como si estuviera pensando, recordando lo que le había dicho. "Es que la idea me sigue dando vueltas", dijo Louise finalmente. "No me excita la idea de que otro chico me toque, pero si me miras y lo hacemos con cuidado, entonces, quizá. Quizá. Quizás si fuera una ocasión especial. No estoy segura. No puedes precipitarte en estas cosas. Tienen consecuencias", terminó Louise. Sentí su mano en mi pecho. Podía ser muy sensual cuando estaba de humor. "Gracias por ser sincero", fue lo único que se me ocurrió decir. "Y gracias por pensarlo tanto". "Bueno, me importas. Pronto cumpliremos treinta y tantos y quiero que tengamos una vida plena juntos, incluso en la intimidad", explicó. "Entonces, ¿quién sería la pareja ideal? En las historias que lees, ¿cómo son los hombres?" Normalmente, en el noventa por ciento de las historias, el supuesto 'toro' es algún Adonis, el chad supremo o algo así. Pero, sinceramente, me parece mucho más atractivo si se trata de un tipo que está fuera de su alcance. Casi como un gordo vago, un matón o algo así —expliqué. "¿Qué cojones? ¿En serio? ¿Querrías que me acostara con alguien que ni siquiera te gusta?", preguntó Louise, un poco atónita. "En la ficción, los chicos no son reales", empecé. "Pero sí, hay algo tan sexy en tu esposa, una belleza como tú, teniendo sexo con este... hombre feo. Haciéndole lo que quiere. Una chica de barrio blanco, la hija de un policía, con su semen dentro, profanada por su pene, reescrita por un perdedor, un gordo o lo que sea. Y no, tú no. La gente de las historias que leo. Es una fantasía", le aseguré. —Pero quieres que sea real, ¿verdad? —preguntó Louise. "Es peligroso admitirlo, pero creo que sí", respondí. "Eres tan correcta, tan sexy y atractiva, hermosa de pies a cabeza (Louise sonrió), y la idea de que alguien te manche... esa no es la palabra correcta. O sea, que se salga con la suya, que te obligue a una posición en la que no puedas negar los placeres que te da..." Me di cuenta de que estaba divagando, que parecía una tontería, y de inmediato me quedé en silencio. "Quizás pueda pensarlo. Si te hace feliz", dijo Louise, sonriéndome con ánimo. "No deberías guardarte estas cosas, Johnny. Todo esto es completamente normal, sin importar lo que la sociedad te haga pensar. Acordemos que no nos lanzaremos a ninguna locura. Ahora ambos sabemos que existe. ¿De acuerdo?" —Está bien. Sí. Tienes razón —dije, sacando lentamente la cabeza de la cuneta. Entonces vi que el sol se asomaba por la cortina de nuestra habitación. Probablemente era uno de los últimos días agradables y cálidos antes del otoño. Por mucho que deseara que esta conversación continuara, también teníamos una vida que vivir, y en cuanto a cualquier fetiche, b**m, infidelidad, etc., había que andarse con cuidado y en conjunto. Dejar que persistiera probablemente era lo mejor. "No deberíamos arruinar un buen día hablando de esas cosas depravadas", sonreí débilmente. "Hablando de buenos días, hoy es la gran fiesta del barrio. No nos preocupemos y disfrutemos el resto del día". Louise sonreía y parecía aliviada, tal vez porque ya no estábamos discutiendo el tema de los cornudos, o porque yo estaba tan tranquilo con todo el asunto. Más tarde, nos preparamos y fuimos a la casa del vecino. Era una casa grande, y toda la calle sin salida estaba allí. Era una tarde soleada y agradable, y el ambiente estaba animado. Dimos la vuelta a la parte de atrás, donde había una parrilla enorme y una mesa enorme. Había una docena de platos diferentes disponibles, y la gente se paseaba, charlando y comiendo. Nuestros anfitriones eran una pareja mayor. La Sra. Anderson era una señora muy amable y su esposo un tipo muy alegre. Se habían mudado aquí hacía unos años y siempre fueron el alma del barrio. Después de servirnos algo de comer, empezamos a socializar. Louise fue a su casa y yo a la mía. Pasábamos tanto tiempo juntas que, cuando estábamos en fiestas, solíamos separarnos y reencontrarnos a lo largo de la noche. Los vecinos eran muy amables, y había algunas caras nuevas, pero la mayoría nos resultaban conocidas. Incluso algunos estudiantes del barrio habían pasado por allí, como Lana y Mary, dos adolescentes de 18 años que vivían unas casas más abajo. Después de una hora, vi a Louise al otro lado del patio trasero, hablando con un chico. Lo reconocí de los vecinos de enfrente, pero no lo conocía personalmente. No era muy guapo. Sabía que tenía 18 o 19 años. Bastante corpulento y fornido, no precisamente musculoso, un poco fornido. Su rostro era soso y su pelo n***o estaba despeinado. Más ogro que otra cosa. No parecía que la conversación fuera infame, pero eso no impidió que mi mente divagara. Quizás estaba un poco achispada y un poco excitada, pero decidí darles un poco de privacidad y fui al baño. Era una casa grande y tenía un baño en la planta alta. Mientras caminaba hacia la escalera, miré hacia la sala. A través del ventanal, pude ver a Louise y al niño. Se mantenía cordial y a distancia, pero no pude evitar imaginarla haciendo algo inapropiado con él, especialmente debido a nuestra conversación anterior. Mi corazón empezó a latir con fuerza y ​​se me secó la boca. Imaginé sus manos recorriendo su cuerpo, disfrutando de sus deliciosas formas. Tocándola, lamiendo su enorme... "No, no, no, no, deja de pensar esas cosas. Eres un hombre casado y tu esposa es una diosa", murmuré. "No quieres que se acueste con ningún zoquete. Ni con nadie. Es solo una fantasía tonta, nada más. Ignórala."
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD