Capitulo 3

5000 Words
El niño hablaba con ella como si nada, con un puchero en sus labios mientras mencionaba la idea de cuando vendría. Con Lea nos miramos cuando él asintió y algunas lágrimas cayeron de su rostro. Esto me estaba partiendo el corazón, creo que jamás presencié una escena tan triste en mí vida. —Mamá —dice él mientras me ofrece el celular de vuelta. —Gracias amor —le digo antes de tomar la llamada—. Escucha Ana, necesito... —no puedo decir nada más porque ella corta. Cierro los ojos con frustración y trato de mantener la calma, no quiero decir nada sobre ella ahora mismo y mucho menos con el niño frente a nosotros. —¿Cortó la llamada? —reconozco la voz de pánico y ruego porque ella mantenga la calma. —No te preocupes, sabes que lo resolveremos —le digo tomando su mano— ¿Quieres tomarte un tiempo y preparar una leche y galletas para él mientras le doy un baño? —¿Puedes? —Cuidé a mí sobrina por cinco años, creo que puedo con esto —le doy una sonrisa—. Ve a tomarte tu tiempo, no te preocupes. —Déjame llenar la bañera —ella está a punto de levantarse hasta que me mira con horror— ¿Ellos se bañan en una bañera o donde? —Si, ya es grande. Una bañera está bien —me río—. Igual no la llenes mucho, por seguridad. Miro a Theo de nuevo, notando como está distraído con los dibujitos de mí celular y sonrío. En mí opinión él no debe tener más de tres años. Me es curiosidad saber cuánto puede hablar, a esta edad Lizz era un lorito parlante que repetía todo lo que decías. —¿Me acompañas a bañarte? —le digo mientras me siento en la cama. Él levanta la mirada y duda por un momento pero luego asiente y abre sus brazos. —¿Te gustan las galletas de chocolate? —le preguntó mientras caminamos hacia el baño. Me da risa que no hable pero asiente con una sonrisa tímida. Mis ojos se van hacia Lea que está saliendo mientras muerde su labio inferior, nerviosa. —Ya está todo listo —dice en susurros. —Gracias —guiño un ojo. Ella se va luego de darle un vistazo al bebé, es como si tuviera miedo de él. Más precisamente, como si tuviera miedo a que la rechace una vez más, por eso se mantiene alejada y me deja sola. Veo como ella acomodó el lugar, su baño es como una suite y tiene todo lo necesario, aunque el televisor en una esquina lo veo más como un capricho. —Vamos a dejar el celular y miramos los dibujitos allí ¿Quieres? —digo apuntando el aparato—. ¿Que te gusta escuchar? —Bebé Juan. ¿Bebé Juan? ,¿Porqué a todos los niños les gusta ese dibujito? Me siento en la silla que ella dejó al lado de la bañera y comienzo a quitarle sus medias mientras comienza a sonar la canción de fondo. Casi lloro de felicidad cuando Theo sonríe al entrar al agua, es imposible no compararlo con Lizz, ella odiaba bañarse. Todo es paz y tranquilidad, le lavo el cabello y él juega en el agua. Después de todo creo que este niño es lo más tranquilo y bueno que he conocido en mí vida, suficiente tiene que aguantar lejos de su madre. —¿Todo bien? —me giro cuando escucho la voz de Lea desde atrás. —¿Porqué no vienes? —le digo con una sonrisa Ella se acerca y se agacha a mí altura cuando llega a nuestro lado. Theo levanta la mirada cuando siente su presencia y entonces le ofrece la esponja de sapito que tiene en su mano. —¿Me la prestas? —dice ella con una sonrisa. —Si. Pocas veces he visto a Lea tan avergonzada con alguien, pero este era el momento en donde ella tenía las orillas teñidas de rosa y sus ojitos brillando. Se veía tan hermosa que podría darme un ataque al corazón. —¿Tu patita? —le dice ella. Él la mira y levanta un pie. Theo levanta un pie y Lea limpia entre sus deditos mientras él de ríe, creo que este puede ser uno de los momentos más tiernos de la existencia. Ambos se miran y sonríen, ella se está ganando el corazón se ese bebé y apenas se han mirado. —Hablé con un amigo de la secundaría ¿Te acuerdas de Mateo? —dice ella mientras le ofrece uno de los juguetes que estaba en su bolso. —¿Mateo? ¿El rubio? —Si. Es pediatra y le pedí un turno para que lo viera ¿Que piensas? —Es una buena noticia, te quedarás más tranquila si te dice que está todo bien —sonrío y acomodó el mechón rebelde que se escapa hacia su rostro— ¿A qué hora? —En una hora. ¿Me acompañas? —Depende. ¿Me compras un café? —ella pone los ojos en blanco y sonríe. —Vamos. Es mejor que nos preparemos ahora antes de que se nos haga tarde. ¿Me ayudas? —pregunta mirando hacia Theo y me río. —Bueno bebé, es hora de desayunar —le digo mientras lo envuelvo en una toalla. No sé que es lo que sucedió con él después de esa llamada con Ana, ni lo que ella se atrevió a decirle pero aunque estuviera callado todo el tiempo en el desayuno lo veía mejor. Bueno, no lloraba y eso era suficiente. Nunca voy a entender cómo es que ella fue capaz de hacer todo esto, pero supongo que nada tiene una explicación y lo único que nos queda es tratar de lidiar con el asunto. Jamás dejaría a Lea sola en esto, por eso me incluyo cuando digo que el problema también es mío. Tengo en claro cual mala es ella para cuidar de un bebé, lo supe desde que Lizz apareció en nuestras vidas y no es que lo haga en un mal plan, sino que es torpe y miedosa. El desayuno fue rápido y él tomó una vaso de leche con galletitas mientras que nosotras nos hicimos un café y revisábamos los papeles. Fue considerado de su parte haber dejado su documento y las libretas de vacunación, viniendo de ella esperaba que no hiciera nada de eso después de aquella noche. —Estoy nerviosa —dice ella mientras mueve la pierna. Ya estábamos en la sala de espera, faltaban unos cinco minutos para que Mateo viniera a llamarnos. —Me recuerdas a cuando tuvimos que ir a vacunarnos, casi te desmayas —le digo con una sonrisa. —Cállate, ese fue el peor día de mí vida. Incluso peor que la fiebre que me agarró luego. —¿Estás segura? —levanto una ceja—. No te levantaste de la cama como por dos días, creo que eso fue peor. —Tambien lloraste por la noche —suspira. —Everson —ambas miramos hacia adelante cuando el doctor nos llama. Nos saludamos amablemente y Lea le dan un abrazo en cuanto cruza la puerta. Quizás soy demasiado infantil para aún tener cierto rechazo hacia él, pero es que estaba enamorado de Lea en la secundaria y había sido un grano en el culo. —Hace tiempo no te veía —le dice él con una sonrisa mientras la mira—. Estas preciosa, como siempre. —Gracias, Mateo ¿Cómo estás tú? —pongo los ojos en blanco y juego con las manitos de Theo, quien está curioso mirando a su alrededor. —Estoy bien ¿Y tu? —Muy bien. Ella es Oriana, mi esposa. ¿Qué? ¿Su esposa? Sé que hemos utilizado ese truco varias veces, cuando alguien quiere coquetear con nosotras y no queremos que nos molesten, pero eso ni me lo veía venir. Carajo, este era un escenario diferente, no estábamos ebrias en una fiesta ni nada pro el estilo. —Es un placer —se atreve a mirarme y me sonríe. —Necesito saber si está todo bien con él —dice ella cortando la conversación—. Tengo la libreta de vacunación y su documento. —Okey —el peina su cabello y gira por el escritorio— ¿Cómo se siente? ¿Tiene algún dolor? Pov Lea No tenía tanta confianza como para contarle lo que sucedió con mí hermana, quiero decir, hace mucho tiempo que no lo veo, por lo que obvié ciertos detalles. Mis ojos se iban hacia Oriana de vez en cuando, ella estaba tan avergonzada que no entendía porqué, pero me daba mucha ternura. Además de eso, todo fue bien en la consulta, Theo estaba saludable, no tenía nada extraño y lo que me indicó fue que podía o no comer. Tuve que anotar todo, no era muy fácil memorizar lo que dijo que se podía hacer con un niño que estaba a punto de cumplir los tres. Eran tantas cosas por hacer el día de hoy que necesito una buena dosis de cafeína, unos cuantos cupcakes y un abrazo. —Tu celular —le digo a Oriana mientras vamos al estacionamiento. Ella me mira sin entender—. Está sonando. —Oh... —Puedes dármelo si quieres... —Mejor vamos caminando —le dice a él mientras guiña un ojo. Por ahora no habló nada, es un niño de pocas palabras y sé que quizás deba tenerle más paciencia de lo habitual. Al menos si iba con una sonrisa mientras ella lo tomaba de la mano, si alguien lo viera desde afuera diría que su tía es Oriana y no yo. —Pensé que estarías en Córdoba hasta mañana —dice ella por teléfono—. Ahora estoy con Lea, estamos por ir de compras ¿Porque? —¿Quien es? —susurro —Tamara. —Dile que venga a casa. —Pero pensé que íbamos a ir a comprar las cosas —murmura— ¿Que? —le dice a su hermana—. Si, pero en realidad hay un asunto que debes saber —ella me mira —Dile que venga y hablamos —ella asiente. Tamara era la hermana mayor de Oriana por unos cinco años, ella era como una hermana para mí, ambas habían sido mí sostén por estos últimos años más que nada. Su pequeña hija Lizz de cuatro me robó el corazón desde el primer momento y hasta hoy había sido el único bebé que me agradaba. Apenas entró al departamento corrió hacia el sillón y se sentó allí, como si nada. Lo divertido fue cuando dijo que estábamos volando al entrar al ascensor, creo que él tiene bastante imaginación. —¿Seguro que no queres una galleta? —le pregunto una vez que le quitó las zapatillas. —No. —Bueno, me llamas si necesitas algo. Estaré haciendo la comida en la cocina ¿Está bien? —él asiente y se acomoda mejor— ¿Te gusta la carne? —asiente— ¿Y los fideos? —vuelve a asentir—. Okey, amigo. No sé como tratar a un niño pequeño. Lo único que recuerdo es haber tenido una conversación con Oriana de cuando Lizz era chiquita, diciendo que no le habláramos como bebé porque ya era grande, entonces ahora le hablaba como si él fuera más adulto incluso. Oriana se fue al baño apenas entramos por lo que me encuentro sola me la cocina apenas llego. Me doy el tiempo de sentarme en la isla y apoyar mí frente el el frío mármol, creo que necesito que mí cabeza se enfríe un poco. —¿Cómo te sientes? —llevó su mano hacia atrás por un momento para tocar mi rodilla —En la decadencia —murmuro. —No seas tan exagerada. Lizz se portaba mil veces peor que él, al menos hace caso y dejó de llorar. Hay que ver el lado positivo también —Lo sé, pero no sé si podré con esto. Son demasiadas cosas, Mateo casi me satura de información. Ni siquiera sé que hacer, soy una tía horrible —le confieso levantando la mirada. —Yo tampoco sabía nada cuando Lizz nació ¿Recuerdas? Era un desastre, pero entonces aprendí a igual que tú lo harás con él. —Tengo miedo Ori —susurré—. Hasta hace dos días lo único que hacía era ir a trabajar y de repente tengo un niño a cargo que ni siquiera conozco, no tengo idea que es lo que le gusta. No tenía planeado ni siquiera ser madre y mírame ahora. —Lo sé —suspiró—. Pero no estás sola Lea, me tienes a mi, a mi hermana y sabes que siempre estaremos contigo. Normani también está pendiente de ti, estoy segura de que podemos hacerlo. —Ustedes son mí única familia —digo con nostalgia Tenía un presión en mi pecho después de decir aquello. Había perdido a mis padres cuando era solo una adolescente y ahora ni siquiera tenía contacto con mi única hermana. Y yo la amaba a pesar de todo, pero no la entendía aunque quisiera. Lo que ella hizo es inaceptable, sumándole a que lo bueno de la situación es que él se queda conmigo, pero no estoy segura de que si le hubiera dado igual dejarlo con cualquiera. —No llores que me harás llorar, idiota —dice mientras me abraza por detrás—. Eres difícil, pero te amo. —Tambien te amo —mis lágrimas comienza a salir—. Y no soy tan insoportable. —No dije insoportable, sino difícil—ella se ríe—. Soy una buena compañía después de todo, no veo porque el llanto. Deberías levantarte de ahí e irnos a hacer algo que te encanta —levanto la mirada y ella me sonríe, caminando hacia un costado—. Vamos de compras, hay muchas cosas por hacer y quizás podemos pasar por el cine también ¿Que opinas? —No sé si sea una buena idea ir al cine ahora, pero si podríamos regresar y mirar una película en casa. —Entonces... ¿Comemos algo afuera? —¿Podemos pedir algo para él? —Si, no preocupes —ella estira su mano y la tomo. Este es el punto por el cual Oriana es muy importante en mí vida. El hecho de que ella siempre esté para mí y sepa lo que tiene que hacer para darme un empujón y salir adelante es lo que me hace quererla cada día más. Estoy buscando mis zapatillas justo cuando siento que la puerta del departamento es abierta y unos segundos más tarde se escucha la voz de Tamara. Podría distinguirla entre miles, ella tiene un timbre de voz particular. Salgo de mí habitación y un par de bracitos me reciben, Lizz está con una sonrisa en su rostro. —Hola mí amor —le doy un fuerte abrazado—. Te extrañaba ¿Cómo la pasaste con los abuelos? —Bien, tía. Fuimos a un montón de lugares. —¿En serio? ¿A dónde? —El abuelo tiene un caballo grande y dimos un paseo. Dijo que podía tener uno cuando sea más grande. —Wow, eso sería hermoso. Yo también quiero uno. —Pero no lo podes tener acá —dice mirando alrededor—. Mí abuelo lo puede cuidar. —¿Y porque no lo cuidas en tu casa? —ella de ríe y niega. —No, tía. Yo tampoco puedo, tiene que estar en la casa del abuelo. —¿No me piensas saludar? ¿A mí no me extrañaste? Saco la mirada de Lizz para encontrarme con Tamara cruzada de brazos. Ella no puede aguantar su mirada acusadora y sonríe para luego abrazarme. Fueron varios días sin vernos, ella se había ido unas tres semanas a la casa de sus padres en Córdoba y apenas hemos podido hablar por llamada. —¿Puedo saber quién es él? —susurra al acercarse a mí. —Ahora te lo cuento —la miro y después a Theo—. ¿Theo? ¿Podrías saludarlas? —le pregunto amablemente mientras caminamos hacia él—. Ella es Lizz y ella es Tamara, la hermana de Oriana. Tuve miedo de que él me ignora, debo confesar. A diferencia de eso, él las miro y extendió su manito pequeña para saludarlas. Tamara la estrechó con una pequeña sonrisa y Lizz no sé que hizo pero ambos chocaron sus palmas y sonrieron. —¿Que estás mirando? —le pregunta ella —El bebé Juan —dice él —¿Puedo acompañarte? —Theo asiente y se acomoda mejor en el sillón para que ella se ponga a su lado. No sé que clase de conexión tienen los niños, ellos en serio son muy raros, al parecer se hicieron amigos y ahora se quedaron ambos en el sillón mirando dibujos. —¿Entonces? —ella murmura en voz baja y cuando entramos a la cocina se encuentra con su hermana. Ambas de dan un abrazo y se quedan mirándome. —¿Ya lo conoció? —pregunta Oriana —¿Porqué tanto misterio? ¿Me fui a Córdoba unos días y ustedes ya adoptaron a un niño? —No digas estupideces. —Es hijo de Ana —le digo mordiendo mí labio inferior— ¿Te acuerdas ? ¿De mí hermana? —¿De Ana? ¿En que momento tuvo un hijo? —Eso es lo que todavía me estoy preguntando. Pero el caso es que ella me dejó al niño por una semanas y no sé que hacer. —¿Cómo te dejó el niño? —ella frunce el ceño—. Él es demasiado bebé, no puede estar en un lugar que no conoce. —Es una imbécil, podes decirlo —suspiro—. Créeme que odié a mí hermana, pero esto no me hará resolver el asunto. Por ahora tengo que hacerme la idea de que no volverá por un tiempo. —¿No te dijo cuando? ¿No fui un teléfono? ¿Una dirección? —Ni una mierda —Oriana pone los ojos en blanco—. Pero no hay que esperar nada, solo terminamos por decepcionarnos. —Es mejor si vamos a comprar lo que él necesita. No tiene nada de ropa y lo que trajo le queda chico. —Hay un lugar cerca de acá. Podríamos ir a ver qué hay. —Y también necesito muebles ¿Ellos duermen en camas o en la cuna? —Creo que es mejor una cama, aunque no sé dónde dormirá con Ana. —Lizz duerme contigo todavía —dice Oriana. —Y creo que dormirá conmigo por unos días, pero si puede dormir en su propia cama estaría genial —confieso —Es importante que le compres algunos juguetes, sino se aburrirá. Tenerlo todo el día viendo televisión no es una buena opción. —¿Porqué no puedes ser su madre? —resoplo—. Pobre niño, encontró a la peor persona para que lo cuide. —Lizz estaría saltando y gritando, pero que él es bastante tranquilo. —No sé porqué él no habla. —Quizás tiene vergüenza, ten un poco de paciencia. —Justo a mí me lo pides —la miro—. ¿Entonces vamos? —Si, solo vamos a ver si ellos quieren ir. Pov Oriana Fue raro y muy tierno escuchar como Theo charlaba como si nada con Lizz, ellos se habían llevado bien desde el primer momento y no podía hacerme tan feliz. Al parecer él había encontrado la seguridad y la confianza con ella como para jugar y hablar sin problemas, por lo que se hizo todo mucho más fácil. Terminamos comprando todo lo que él pudiera necesitar, los muebles de su habitación, varios juguetes para no decir demasiados y la parte más divertida creo que fue comprar ropa. Los chicos estaban felices de tener cada vez más cosas, porque Lizz también tuvo su parte. Lea no se podía resistir a sus ojitos cuando quería algo y la niña sabía cuáles eran sus puntos débiles. ¿La peor parte de la tarde? Cuando fue el turno de subir los muebles al departamento, Lea tenía el piso 14 y había comprado demasiadas cosas. La habitación vacía de huéspedes pasó a ser el cuarto de suelos de un niño pequeño. Una alfombra de dinosaurios que eligió él mismo adornaba casi todo el suelo de madera, la cama blanca con sábanas verdes a juego con toda la decoración de las paredes, un mueble lleno de juguetes y un televisor, sus aunque Tamara insistió que no era una buena idea, lo puso de todo modos. —Tengo un problema justo ahora —dice mí hermana mientras limpia sus manos en el pantalón —¿Que pasó? —Olvidé que compré una biblioteca para Lizz y tengo que ir a buscarla. —¿Y dónde tienes que ir? —A recoleta —cierro los ojos. —¿En serio? ¿Porqué tan lejos? —No encontré para envíos. ¿Me podes acompañar? —ella junta sus manos—. ¿Por favor? —¿Y los chicos? —Pueden quedarse con Lea, solo serán unos minutos. —Mejor preguntamos. Lea se volverá loca. Ella está en el nuevo cuarto de Theo y casi me quedo sin aire cuando la encuentro. Ella se atrevió a levantarse la remera porque tenía calor y creo que estoy a punto de morir. No es que no la haya visto en ropa interior antes, pero su cuerpo es tan hermoso que nunca es suficiente cuando se trata de mirarla. Lea no se da cuneta de que estoy en la puerta y se gira, dejando que su trasero apunte en mí dirección cuando se agacha. Recibo un golpe en la cabeza y una mirada de mí hermana, dejandome en evidencia. —Pajera —murmura—. Lee, ¿Podrías quedarte con los chicos por unos minutos? —¿Que? ¿Porqué? ¿A dónde van? —Vamos a buscar una biblioteca para Lizz. No tardaremos mucho, además ellos están entretenidos jugando en la sala. —¿Y qué tengo que hacer? —Nada, solo mira que no hagan cualquier cosa. Si necesitan algo te lo dirán. —Esta bien —suspira—. ¿Pueden comprar esos esquineros de silicona? —pregunta preguntando su cabello—. Me da miedo que se golpeen con todas las puntas de las mesas, encima la de la sala es de vidrio. —Si, te consigo. Gracias —le da un beso exagerado en la frente y se gira para tomar mí mano. —¿No piensas decirme nada? —pregunta ella una vez que estamos dentro del ascensor. —¿Que quieres que te diga? —Dime el porque Lea aún no sabe que estás enamorada de ella desde hace años. Esto es demasiado obvio a este punto. —Porque eso no es algo que ella debería saber. Soy como una hermana para ella, Tami. —No tienes idea de lo que pueda responder simplemente porque ella no lo sabe. —Si sé cuál será su respuesta ¿Para que voy a decirle? —¿Y que se supone que harás? ¿Seguirás mirando como ella está con otras personas? —Sé perfectamente que ella no siente lo mismo por mi y no quiero arruinar nuestra relación solo por un estúpido sentimiento. Ya se me pasará. —Oriana... —Ya no quiero hablar sobre eso ¿De acuerdo? Lea solo necesita estar tranquila, está lidiando con muchas cosas en este momento como para que le confiese mi amor. Además todo es inútil, déjalo ahí, por favor. No entendía la insistencia de Tamara con que hablara con Lea sobre eso, nosotras una vez tocamos ese tema y ella lo dejó bien en claro. Algo entre nosotras solo arruinaría nuestra amistad y ninguna de las dos estaba dispuesta a perder a la otra, por más amor que le tenga. Por eso jamás he dicho nada, estoy enamorada de mí mejor amiga en silencio y sé que eso será lo mejor. Después de aquella conversación en el ascensor Tamara no volvió a hablar sobre ello, solo me contó que tal su viaje para visitar a su padre. —Papá dijo que quería que vayas la próxima —dice ella mientras se mira en el espejo del auto. —Ir es un sueño, pero tengo que hacerme un espacio —admito—. Quizás podríamos ir en las próximas vacaciones— ¿Cómo está él? —Ahora mejor. Ya se recuperó por completo de la operación. La que lo estuvo aprovechando fue Lizz, quería andar a caballo todo el día. —Ella no dejó de hablar de eso durante todo el día y así será por el resto de la semana. ¿En serio tu papá le dijo que le compraría un caballo? —De hecho piensa hacerlo y lo dijo muy en serio —suspira—. Ese hombre puede firmarlo los papeles de su casa ahora mismo si ella se lo pide —asegura. —No tengo dudas de eso. El padre de Tamara era cordobés, él había sido novio de mamá mucho antes de que nazca. De hecho solo somos hermanas por parte de mamá, pero a él lo quiero tanto como si fuera un padre, prácticamente fue mí única figura paterna en mí infancia. No es una historia que me guste contar ni que me importe mucho, pero mí padre biológico jamás de reconoció y jamás quise insistir sobre ello. No era yo quien se perdía algo, sino él. No necesito a un hombre cobarde en mí vida, prefiero tenerlo lejos de mí. Alejandro, quien es el padre de Tamara, siempre fue bueno y me trató como a su hija, cosa que siempre le voy a agradecer porque mucha veces fue quien me ayudó. Cómo dije antes, no es algo de lo que quiero hablar. Todavía no puedo creer todo el lío que hizo mí hermana para ir a buscar una simple biblioteca que podíamos comprar en otro lugar, pero después de estar casi una hora para llegar y encontrar un lugar de estacionamiento, pudimos meter el mueble en los asientos traseros. Estábamos listas para irnos hasta que mi mirada se fijó en una chica morena al otro lado de la calle. No estaba segura si se trataba de la misma persona que había visto por última vez hace cuatro años, pero continué mirándola mientras ella estaba sentada en el suelo fumando. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando por fin la reconocí, era Ana pero se veía totalmente diferente a lo que recordaba, ahora estaba absolutamente desalineada y el olor a hierba se percibía desde varios metros de distancia. Me sentía mal y furiosa al mismo tiempo, no podía entender como ella estaba allí tan tranquila mientras le mentía a su hermana y dejaba a su hijo sin culpa alguna. Mis piernas comenzaron a caminar sin siquiera pensarlo, debía hablar con ella pero la secuencia que pasó a continuación me dejó totalmente helada. Ana se paró a hablar con un tipo en el medio de la vereda, al parecer él estaba muy nervioso y no la trataba del todo bien, lo podía notar. —¿Que pasó Ori? —pregunta Tamara al ver que estaba mirando fijamente. —Es.. es la hermana de Lea. —¿Que? —Debo ir a hablar con ella Mis pasos fueron rápidos en cuanto vi que aquel tipo se subió a un auto y desapareció del lugar. Estaba nerviosa como la mierda y tenis un debate interno entre mandarla a la mierda o tratar de que entre en razón. —¿Que haces? —fue lo primero que salió de mi boca en cuanto llegué hasta ella. Su movimiento fue lento, podía notar lo mal que se encontraba, sus ojeras eran realmente oscuras y su boca se notaba seca. —¿Quien diablos eres tu? —dijo entrecerrando sus ojos —¿Es una puta broma Ana? —¿Oriana? —preguntó sin entender —¿Que haces aquí? —No ¿Que haces tú aquí? ¿No estabas en una clínica? ¿Que mierda pensas que haces? —Lárgate —responde de mala gana —¿Que te pas... —Fuera de mí vista. —¿Que es lo que pasa con vos? ¿Porque le estas mintiendo a Lea de esta forma? —No vuelvas a mencionarla nunca más y es mejor que te vayas —dijo casi gruñendo—. Y si te vuelvo a ver por este lugar juro que te va a ir mal. —¿Está todo bien? —preguntó una voz masculina detrás de mi. Siento su dura mirada pero no puedo evitar ver hacia arriba y localizar al hombre. —Si, ella ya se iba. Solo estaba preguntando por una calle —me hace una seña para que me vaya mientras mantiene la mandíbula apretada Cuando lo miro por unos minutos más lo reconozco. Era el novio de Ana, aunque también estaba muy cambiado. Al parecer él ni siquiera se acordaba de mi, solo nos habíamos visto tres veces en la vida. Cruzamos miradas por algunos segundos y decidí que lo mejor era largarme, esto me huele muy mal. —Gracias por el dato. A regañadientes tengo que volver al auto, mí hermana está allí, demasiado curiosa y debo evitar que se acerque. No sé que mierda es lo que pasa con Ana, pero tengo que averiguarlo. Le doy una mirada y noto que ella me sigue fulminando desde lejos, es una clara advertencia de que no me quiere allí. Dudo en contarle a Lea sobre esto y espero que de verdad ella no lo sepa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD