Capitulo 2. O'Hara
UN AÑO DESPUÉS
Linda estaba dando vueltas en el césped riendo abrazada a Hal.
Hal era todo para ella. Fue su refugio cuando volvió del internado, era su amigo, su confidente y si por ella fuera, ya se habrían convertido en amantes pero él era católico muy creyente, de hecho había iniciado sus estudios de filosofía en la Universidad de Dallas y quería continuar con teología...a ella no le sorprendía, ya que de pequeño había sido monaguillo.
Ella quedó de espaldas al césped. Su vestido de flores se había levantado revelando sus hermosos muslos que se habían tornado dorados bajo el ardiente sol de Texas. Tenía unas pequeñas pecas sobre su nariz y sus mejillas que Hal solo quería besar mientras la miraba embelesado.
Acarició despacio su rostro y le dió un tierno beso en los labios.
Hal era un rubio muy apuesto, con ojos del color del cielo más claros que los de ella. De hecho él solía bromear y decir que los ojos de Linda eran como el color del cielo ANTES de que llegara una tormenta.
El cabello de él era color trigo oscuro con unos tintes colorados, el de ella de un rubio mucho más claro.
Ella alzó su pelvis y frotó su intimidad contra su dureza emitiendo un gemido de placer contenido.
— Qué haces Lin...— murmuró él con voz ronca.
— Ya sabes lo que hago — respondió ella y juntó sus labios con los suyos en un beso que se tornó mucho más erótico que el de él.
Hal se separó un poco agitado.
— Basta, sabes que no podemos hacer esto...
— ¿Porqué no? Yo ya tengo 18, soy legal. Tú también lo eres...y te amo...por favor— suplicó mordiendo sus labios — Te deseo Hal...quiero sentirte dentro...
El joven quería, claro que quería...pero sus convicciones eran fuertes...aún no le había dicho nada a Lin pero estaba evaluando meterse a hacer el seminario...para convertirse en sacerdote.
Sabía que si siquiera lo sugería ella pondría el grito en el cielo. Y no quería escuchar sus lamentos.
A veces rezaba y le pedía a Dios que le diera una señal acerca de qué era lo correcto.
Le parecía injusto tener que elegir entre el amor a su Dios y el amor hacia ella, pero últimamente había señales...solo que él no quería verlas. La amaba...tanto que le dolía el pecho más que la entrepierna. Lo suficiente para evaluar dejar de lado su sueño de convertirse en cura sólo por ella.
Hal se levantó con rapidez y le dió la espalda.
Ella lo miró frunciendo el ceño pero lo abrazó por la espalda apoyando sus suaves y tentadores senos en el proceso. Luego le dió un beso en el cuello.
— No podemos hacer esto Lin...debes conservarte para tu marido — le dijo, sin mirarla, con tono serio.
Escuchó la sonrisa cantarina de ella.
— ¡Qué absurdo! Tu serás mi marido por supuesto...solo debes pedirle la mano a mi padre y ya...— a veces Linda se fastidiaba por la pasividad del hombre al que amaba.
Él acarició uno de los brazos que envolvían con dulzura su cuello. Lin era tan inocente todavía, pensó con pesar...Harrison jamás iba a permitir una boda entre ellos.
— Tú padre me echaría de la mansión Harrison a patadas, en el fondo lo sabes...vamos...— él miró por sobre el hombro a la joven que se sentó en su falda sin soltar su cuello.
— Mi padre va a querer que sea feliz...y tú eres mi felicidad Hal, eres todo para mí — le dijo apasionada y lo besó fervorosamente.
Él se alejó un poco luego de ese beso y apoyó su frente en la de ella, mientras acariciaba su cabello suave, con una de sus manos.
No podía decirle que su padre se había jugado hasta las joyas de la abuela y que Lin era su último as bajo la manga que le quedaba. Ella aún no estaba preparada para bajar del pedestal a ese hombre que idolatraba.
— Tú padre nunca va a permitir que te cases con un O'Hara, Linda, en el fondo lo sabes...— susurró Hal.
Ella hizo un mohin con sus labios.
— Nuestro parentesco es lejano, nuestros padres son primos ¿y qué? Esto es Texas...
— No tengo nada para ofrecerte...y tú eres una Harrison mi amor...— murmuró él con ternura.
Ella lo miró con los ojos brillantes y puso una delicada mano en su pecho, a la altura de su corazón.
— Tienes esto, que para mi lo es todo...eres mi gran amor...¿Cómo te atreves a decir que no tienes nada para ofrecerme HAL O'HARA???
— QUE TE OFRECIÓ — Dijo Belinda a los gritos atravesando la puerta de la oficina, unos días antes.
Había visto salir a Mike Falcone del despacho de su marido con una sonrisa satisfecha.
Harrison estaba tras el escritorio y sonreía como el gato que se había comido la crema.
— Vamos querida, toda la vida has amado a los "Falcone" ¿y ahora tienes protestas?
Harrison juntó las palmas de sus manos y sonrió con evidente sarcasmo.
Belinda se acercó enfurecida y apoyó sus manos en el escritorio acercando su rostro al de él.
— ¿Crees que no sé lo que haces??? ¿Qué estás ofreciendo a nuestra niña al mejor postor???
— Oh vamos Belinda, apenas toleras a tu propia hija y ahora qué, ¿ de repente eres la madre de América? Ni tú te lo crees...Deja el drama por favor...
— Claro que quiero a nuestra hija, aunque deteste que haya heredado de ti sus peores características...ella es joven e inocente aunque cree que el mundo le pertenece...y no se merece pagar por tus errores...— le dijo acusatoriamente.
— Mírate a ti, te casaron por contrato y no te ha ido tan mal después de todo...eres la gran "Belinda Harrison"...
— ¿ES UNA PUTA BROMA NO??? — respondió la mujer azorada.
Harrison se levantó y fue hasta ella, acarició su rostro con condescendencia y besó su frente.
— Te preocupas demasiado por Linda...todo saldrá bien...no te alteres, sabes que siempre tengo un as bajo la manga — le dijo con una sonrisa que le puso a Belinda los pelos de punta.
— Quieres estafar al muchacho, es eso ¿ no?. Por eso estás tan sonriente...pues te llevarás una sorpresa...Mike no es como Michael, que en paz descanse...Esto que estás haciendo, va a explotarnos en la cara y tu hija adorada, "la niña de tus ojos" va a ser la única perjudicada...