Capítulo Cuatro

1500 Words
Will Villalobos Leonor realmente estaba muy emocionada porque ahora la mansión de su abuelo le pertenece. Aunque su felicidad no se debe a que le gusten los lugares enormes, la razón de su emoción es que estar en el lugar que su abuelo vivió la llena de seguridad y curiosidad. A Nicolás no le agrada para nada la idea, pero por respeto y porque necesita el perdón de Leonor, no lo dice pero salta a simple vista su opinión.  —Y bien, ¿Cuál es nuestro siguiente paso? —pregunta Nicolás mirando con recelo cada parte del comedor. —Nico, no Nicolás. —el rostro del nombrado se ilumina por un momento pero no dura mucho—. Podemos por favor olvidarnos de lo que pasa al menos a la hora de comer. —requiere ella con amabilidad en su voz.  —Estoy de acuerdo con eso. —digo llevándome a la boca una cucharada de sopa—. Disfruta de tu comida.  — ¿Qué les pasa? De ti no me sorprende... —me señala—. Pero de ti, si. —dice mirando para su lado derecho donde esta Leo—. Antes no te importaba mucho esto, sólo querías terminar más rápido. —enuncia horrorizado. —Estoy tratando de no estresarme tanto. De cualquier manera esta búsqueda va tomar tiempo. —responde ella de manera fría.  —Eso es comprensible, pero...  — ¡Basta Nicolás! —exclama Leonor, dejando caer con fuerza sus manos sobre la mesa—. Se me quito el apetito. —informa haciendo a un lado su plato, para posteriormente levantarse.  —Vaya, estoy maravillado. —musito levantando mis manos hacia arriba dramáticamente—. ¿Este es tu plan para lograr que te perdone? —cuestiono bromeando.  —No te metas Will. - amenaza Nicolás—. Tú eres otros de los motivos para que ella este molesta conmigo. —su cuerpo esta demasiado tenso.  —Deberías relajarte. —aconsejo levantándome, me acerco a él y palmeo su hombro.  — ¿A dónde vas? —pregunta frunciendo el ceño.  —Tranquilo Nico... —digo alzando los brazos en son de paz—. Solo iré a mi habitación, tu situación con Leonor es terrible, ¿Por qué no te ocupas de eso?  —Ahora quieres ser mi amigo. —murmura sorprendido.  —Deberías hacerlo. No es bueno que una Elegida este de mal humor... Eso lo sé mejor que nadie. —susurro saliendo del comedor.  —Aún sospecho de tí. —le oigo gritar—. Te vigilo. —continua sacándome una risa.  —Hazlo. —grito de regreso.  Camino en dirección a mi habitación, odio ver como Nicolás se arrastra prácticamente para que Leonor lo perdone, quisiera arrepentirme por haber hecho que dijera eso pero solo seguí ordenes. Todos los Elegidos son unos mandones, eso es lo que saben hacer dar ordenes e involuntariamente a los simples mortales nos toca acatarlas sin chistar. Al cruzar la sala alguien interrumpe mi recorrido.  — ¿A dónde vas? —cuestiona la voz de mi elegida atrás de mí. —  Por Dios, es que todos van a preguntarme eso hoy. ¿Acaso no tengo vida propia? —dramatizo poniéndome la mano en el pecho.  — ¡Will! —rió sabiendo que logrado molestarla un poco—. Claro búrlate, ríete. Ya nadie tiene respeto en esta casa. —reprocha sacándome la lengua.  —Creí que ya eras una mujer madura que no hacia ese tipo de cosas. —comento acercándome. —Por supuesto que lo soy, pero tengo derecho a ser una niña de vez en cuando. —aclara mirando por el gran ventanal que allí hay—. En serio, ¿A dónde ibas? Puedes decírmelo o no, pero bien sabes que... —Sí, que tú y tú amiguito desconfían de mí, créeme Leonor es muy evidente. —la miro con seriedad.  —Lo siento, solamente quiero llevar esto por buen camino y no complicarlo más. —se disculpa mirando un punto fijo a través del ventanal.  —Lo sé, no te lo saco en cara. Quisiera desaparecer esa barrera que pones entre nosotros, no soy un peligro en tu investigación soy un amigo, tú amigo o...  — ¿O algo más? —asiento sonriente—. Will... Creo que deje bien en claro que no estoy en busca de una relación amorosa. Al menos no hasta que sepa a fondo todo lo que pasa —baja la cabeza un poco ¿Avergonzada?—. Puedo ser peligrosa si me descontrolo. —ríe sin ganas.  — ¿Más que cuando nos conocimos? —pregunto levemente interesado.  —Mucho más. Desde que soy consciente de lo que me pasa, nadie me ha podido ayudar a controlar lo que puedo hacer. —dice cabizbaja—. A diferencia de los otros Elegidos, yo estoy sola en mi entrenamiento... —la interrumpo.  —Lo dices por tu abuelo. —asiente—. Entonces a él quien lo ayudo a prepararse.  —Mi bisabuelo, padre de mi abuela Tinna. El más fuerte de los Elegidos hasta que nací yo. —extiendo los brazos señalándose para luego dejarlos caer con fuerza.  —Eso quiere decir que por cada generación nacía un Elegido. —la miro extrañado.  —Por lo que tengo entendido, sí. Aunque comos otros miembros de mi familia, con mi padre y tía fue la excepción. —explica sobando sus manos.  — ¿Por qué? —interrogo—. ¿Tienes frío? —no dice nada solo me mira. Me quito mi chaqueta y la pongo por encima de sus hombros.  —Esto, no es necesario.  —Solo conservarla. —contesto.  —En una familia en donde hay elegidos, solo puede haber un hijo o hija. Por ello cuando nacen dos bebés lo que pasa es que a uno se le da la bendición de tener un hijo, mientras al otro no. —expone mirándome muy seria.  —Pero, no tiene sentido. —digo confundido.  —Si lo tiene. Si ambos hijos tuvieran hijos, los niños nacerían con la marca de elegido y una batalla se desataría entre ellos. —suena muy segura de lo que dice.  —Y tú dices que no sabes nada. —me mofo, chocando mi brazo con el suyo—. Alguien a estado estudiando.  — ¡Oh! No seas idiota Will, ¿No tenías que irte? —me recuerda.  —Si, lo olvide. Gracias. —me mira confundida—. Por contarme más y abrirte conmigo. —explico metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón.  —No hay de que, además sirve para que me desahogue de todo. —asiento y me despido.  Tomo entre mis manos el brazalete que Damian me otorgo para poder transportarme a donde él se encuentre. El maldito viaje no es para nada agradable, marea de una manera insoportable. Esto es lo que pasa cuando un casi mortal confía en la magia de un Elegido, pero vale la pena volver a donde perteneces y a mi forma natural. —Hasta que llegas. —enuncia él molesto—. ¿Cómo esta ella?  —Podrías preguntar por mí al menos Dam. —gruño haciendo una mueca—. Ella esta bien, algo confundida, perdida y tan cerrada como siempre. —informo sentándome en el sillón cercano a la chimenea.  — ¿Su relación con...?  —Ella no quiere ni verle, deja de preocuparte. —respondo cruzándome de piernas.  —Tengo que, en algún momento lo perdonará. —gruñe con más fuerza.  —Quieres tranquilizarte, desde aquí puedo sentir peor cuando te enojas.  — ¿Qué tal sus poderes? —interroga apareciendo delante de mí. —Odio que hagas eso. -—digo sobresaltándome.  —Habla Will, no tengo todo tú tiempo. —formula quedándose con poco paciencia.  —Pues sigue sabiendo lo básico. No entiendo como puedes...  — ¡Cállate! —exclama enfadado—. ¿Qué le pasa? ¿Por qué no aprende pronto?  —Son idénticos... —susurro por lo bajo—. Ella no tiene a nadie que le enseñé. Casi todos sus familiares murieron. —anuncio con seriedad.  — ¿Casi? —sacudo la cabeza asintiendo—. Y el resto, ¿Qué pasa con ellos? —pregunta con autoridad.  —No son elegidos y comprenden poco del tema. Así que ellos no pueden guiarla, sin llegarán a hacerlo tal vez lo empeorarían. —contesto.  — ¡Demonios! Tienes que ser de ayuda, no estas por gusto allí. —demanda.  —No puedo hacer eso. —me defiendo—. Soy tú defensor, ni siquiera por serlo conozco a fondo tus habilidades y poderes. Siempre aparecen más, no lo haré. —aseguro.  —No hay opciones, tienes que hacerlo. —me regaña cambiando el iris de sus ojos.  —Busca a su defensor. —propongo.  — ¿De qué hablas?  —De su defensor, todo elegido tiene uno, ella no puede ser diferente. —me atrevo a decir.  —... 
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