Las mañanas en Astra solían estar acompañadas de una tenue neblina siendo la cicatriz que caracterizaría a un planeta que una vez estuvo a punto de extinguir sus recursos, el clima solía despedir un aire extremadamente fresco con cierto aroma a pino y otras esencias naturales de los árboles cercanos, los cuales se dejaban balancear por los vientos no tan fuertes de la zona. Para resistir el frío madrugador que paseaba por allí como una bailarina espectral, muchos de los pobladores se adaptaron a soportar con abrigos de piel sumamente pesados, mientras otros solo se refugiaban dentro de sus casas sintiendo seguridad y alivio por ello.
El escuadrón de seguridad esperaba con el equipo necesario entre escondites cercanos al puerto, mientras ambos jóvenes exhalaban ondas humeantes y tiritaban impacientes por el frío que arremetía ante ellos, esperaban ansiosos la llegada del que próximamente sería su transporte hacia un mundo totalmente distinto al que conocían, sin embargo, la espera bajo aquellas condiciones no era prometedora en lo que los minutos cada vez se alargaban con las ráfagas que sostenía consigo un incómodo silencio, finalmente y cansado de la situación el joven Líes intentó romper el hielo con su compañera.
— Es curioso ¿sabes? —comentó mientras sostenía una mirada hacia el mar abierto— dijiste en el interrogatorio que nunca fuiste al registro, no solamente eso, sabes leer y escribir, por si fuera poco, conoces bastante sobre la historia de Astra.
— Te lo dije, crecí en las calles —lanzó una pequeña mirada antes de continuar mientras esquivaba su vista—tuve que adaptarme si quería sobrevivir.
La joven soltó un pequeño suspiro para calentar sus manos heladas, mientras indicaba que hace tiempo había sido recogida en un orfanato en el que luego estaba registrada, justificó de inmediato que allí le habían enseñado a leer y escribir, pero que solo había estado por un tiempo corto. Aquella pequeña parte llamó la atención del corregidor haciendo que se preguntara ¿Qué sucedió con los registros?, después de todo una vez registrado el nombre de la niña; la información debía ir al instituto para su conocimiento.
— Todo se quemó —afirmó formal mientras su rostro reflejaba como algunos recuerdos la habían afectado— hace varios años hubo un incendio y los pocos sobrevivientes fueron enviados a otros orfanatos, imagínate, cuando todos esperábamos una familia, no había nada que me esperara afuera, así que escape.
— Por eso nunca apareciste en el registro ¿Cuántos años tenías?
— Creo que 4 años, era la más pequeña de todos, estaba dormida cuando todo ocurrió, pero dijeron que había sido un accidente que los niños provocaron por jugar en el santuario.
— Ese accidente ¿era cierto? —cuestionó cauteloso—.
— No, pero nunca se encontró al culpable —sacudió su cabeza un poco y cambio su rostro a su casual actitud burlona— ¿Qué me dices de ti? —miró levantando ligeramente la ceja— ¿Qué razón hay para que quieras ser corregidor?
— Cuando era niño mi padre alquiló un bote para navegar cerca de las costas — continuó un poco nervioso— mi hermana y yo estábamos tan contentos, pero, de pronto el clima cambio y no pasó mucho tiempo hasta que todo comenzó a hundirse.
— ¿Qué paso con tu familia?
— Mi hermana era muy pequeña, había muerto por el golpe de las olas.
— Lo lamento —hizo una breve pausa— ¿Qué sucedió con tu padre?
— Lo culparon por sabotear el bote y provocar la muerte de uno de sus hijos, yo sabía que no era cierto, mi padre nos amaba más que cualquier otra cosa, pero nadie creyó las palabras de un niño —bajo su mirada un momento y luego se reincorporó—tiempo después se demostró su inocencia, pero jamás se recuperó de lo que sucedió.
— Es muy injusto como pudieron hacer tal cosa —indicó la joven a punto de poner su mano en el hombro del joven, pero siendo interrumpida por un fuerte ruido a lo lejos—.
La emotiva conversación tuvo fin cuando en el horizonte se comenzó a divisar un pequeño barco pesquero, la triste nave apenas se sostenía sobre los mares en lo que hacía su entrada sonando una bocina desgastada y casi atemorizante a lo lejos, su estructura era de madera y parecía como si la menor de las tormentas fuese a derrumbarlo para dejar sus restos a la deriva del mar, se notaba lo tambaleante de algunas estructuras y el desgaste de años arduos de trabajo; por no decir el maltrato que debió sufrir en el pasado a manos de quien sabe que incidente. La mirada de ambos compañeros se convirtió de inmediato en una mueca de desencanto por semejante transporte que hacía de una lamentable tarjeta de presentación del misterioso continente, parecía un intento burlón por rememorar las experiencias recientemente contadas entre los jóvenes, Sky no contaba los minutos que se demoraría en incendiarse ese viejo pedazo de madera mientras Víctor se preocupaba más por su estabilidad en el océano, definitivamente en algo concordaban al fin; no eran los mejores pensamientos antes de un viaje a lo desconocido.
En cuanto el viejo navío arribo al puerto, dos personajes salieron a la búsqueda de los anunciados tripulantes con enormes espadas en sus manos y un terrible aspecto que daba a entender sus días en el mar sin un aseo adecuado, con voz grave casi rasposa gritaron por los futuros nuevos inquilinos de Hope, mismos que al escuchar los graznidos de aquellos sujetos se aventuraron hacia la nave para zarpar de inmediato. El escuadrón de seguridad por su parte se encontraba atónito por el navío que recogería a sus compañeros y entre la oscuridad no podían lanzar criticas miradas manteniéndose vigilantes, el señor Right al ver que el barco se alejaba de la zona dio la orden para retirarse esperando que sobrevivieran ante tan posiblemente peligroso territorio y ahora con una nueva pista hacia sus sospechas sobre los orígenes.
El viento trazaba la ruta de destino del barco, el cual a paso lento internaba su debilitada estructura entre las aguas del océano redirigiéndose a su punto de partida, mientras en la cubierta Víctor observaba a lo lejos pensativo sobre las preguntas del supuesto asesino que se hacía presente en su memoria, cada vez que pestañeaba su mente maquinaba entre los pequeños datos que había recolectado poco a poco al mismo tiempo que sus recuerdos traían de vuelta a un padre amoroso que contaba cuentos por la noche sobre el primer evangelio y una hermana que sonriente deseaba buenas noches a su querido hermano mayor, esta mescolanza de pensamientos se volvía cada vez más profunda haciendo que el novato deseara no haber sacado el tema en aquel momento. Al instante estos recuerdos se vieron interrumpidos por el crujir de pasos acercándose, al dar la vuelta se dio cuenta de que Sky se acercaba a su lado y un tanto burlona pregunto si este se encontraba bien, dado que su rostro mostraba una palidez propia de un ser estresado.
— Vaya compañero ¿tampoco puedes descansar? —se apoyó ligeramente en el barandal de madera y retirándose en cuanto escucho el rechinar del mismo— no te culpo, siento que en cuanto cierre los ojos esta basura de bote se caerá en pedazos.
— Te veo bastante relajada para un comentario así — se mostró inexpresivo— aún más cuando vamos a un sitio completamente desconocido.
— Digamos que —pausó mientras sonreía— si llego a caer aquí, el estar sola en pleno océano sería el menor de mis problemas. Pero no te mentiré, estoy un poco ansiosa por conocer a los líderes.
— Así que confirmas que en cuanto lleguemos a tierra iremos frente al supremo para recibir indicaciones —volteó con vista al mar— luego a ser presentados ante los líderes y sus herederos en una reunión ¿verdad? Solo me pregunto ¿Cómo te reconocerán, usaras la misma frase que en Astra?
— Interesante ¿conseguiste deducir eso nada más con mi comentario? Tal vez no seas un bruto salvaje como pensé.
— ¿Debo tomarlo como halago? Mejor olvídalo y responde mi pregunta.
— Descuida perro guardián —salto mientras golpeaba animada la espalda del corregidor— yo me encargaré de las presentaciones, pero a cambio necesito un pequeño favor.
— Si vamos a empezar con favores, pido que me llames por mi nombre al menos.
— Eres igual de serio que tu jefe, así morirán solos y amargados —regaño en tono gracioso— pero, por otro lado —enderezó su cuerpo y estiró su mano ante el novato— Mucho gusto Víctor.
— Igualmente, Sky —estrechó la mano de la joven para luego soltarla al mismo tiempo que una ligera sonrisa esbozó en su rostro— ahora ¿Cuál es el favor que quieres pedir?
— Te lo diré más tarde, por ahora en cuanto lleguemos no te atrevas a decir una palabra sobre mi tatuaje, al menos hasta que lleguemos con el supremo ¿Hecho?
— Por eso lo ocultas con tu chaqueta, no sé bien de qué trata, pero, HECHO.
Entre la espesa neblina que cubría con su velo al puerto del distrito naranja, la antigua barcaza se asomaba luego de horas de abrirse paso entre las aguas, la luz solar entraba apenas para iluminar el aspecto solitario de un puerto pesquero con navíos fantasmas. A diferencia que en Astra el ambiente de este lugar parecía más amigable con una calidez propia de un sector costero, aun así, no tan caliente como para sofocar a alguien, por el contrario, era una sensación abrigadora y casi reconfortante. A su llegada, ambos jóvenes fueron recibidos por una carroza modesta halada por un par de caballos y un cochero que los miraba fijo sin decir palabra alguna mantenía un silencio peculiar que luego de un tiempo podría molestar a cualquier persona, mientras ellos ingresaban a su transporte algo inquietos por la mirada fija que sostenía el hombre sobre ellos entre que unos pequeños jóvenes detrás del coche cargaban sus cosas para que luego fueran llevados al distrito blanco.
El paisaje era un conjunto de vías empedradas rodeado por varias casas de madera y otros edificios de hasta tres pisos con cimientos de piedra, todo bajo tonos grises y apagados como si estuviesen abandonadas pero al mismo tiempo pulcras; era el simple indicador que aún no era momento de iniciar el día, Sky no dejaba de espiar a los alrededores del recorrido sin poder encontrar a una persona deambúlate o poblador entre las calles inhóspitas, Víctor por su parte, mantenía su interés en el sendero hacia el gran castillo de color blanco marfil que resplandecía enorme frente a él, pronto sus ojos deslumbraron la luz del día que llamativa coloreaba las antes calles espectrales e invitaba a los pobladores a salir por sus quehaceres habituales mientras el animo hacía que las calles se volvieran resplandecientes como si una calidez alumbrara cada rincón de la ciudadela, las flores tornaban un brillo espectacular y colorido por los canales en los que transitaba la gente y los prados infinitos eran bordeados por pequeñas estructuras de madera para evitar que algún animal saliera por el sendero en que transitaban las carrozas, los agricultores salían a sus labores diarias en los enormes prados de cultivos que enmarcaban las afueras de la ciudad; la calma del lugar llenaba de vida alrededor de la carroza que transportaba a los jóvenes durante tres días, aunque gracias al paisaje que vislumbraron casi no sintieron la duración de aquel largo viaje.
Cuando al fin llegaron al castillo el hombre de la carroza le hizo entrega de una carta a sus tripulantes con la condición de que la leyeran en la noche; luego de aquel acto, hizo una señal con su mano para que abrieran las puertas del enorme palacio, para luego se fuera sin decir una palabra. Al ingresar una voz se hizo presente diciendo tono altivo seguido de un ensordecedor eco:
— ¡Bienvenidos al distrito Blanco! Mis queridos guardianes de la paz.
— Tú debes ser el mensajero del supremo ¿no es así? —Preguntó Víctor tras reconocer su presentación burlona y animada—.
— Veo que no sabes reconocer tu posición, que chico tan interesante. Aquí me conocen como nada más y nada menos que la Rosa Naranja, líder del distrito en que llegaron y como dijo el muchacho, mensajero del SUPREMO. —contestó de inmediato mientras observaba desafiante al joven Líes—.
Tras ver la inminente confrontación de miradas de ambos chicos, la astuta joven se quitó la chaqueta que cubría su tatuaje, para luego entrometerse entre ellos y dirigirse al mensajero naranja:
— Generalmente, las flores de tu JARDÍN, son más relajadas con los extranjeros.
— Como siempre mi bella flor de fantasía, impactas con tu belleza, de acuerdo, lo dejaré pasar por esta vez, síganme, los llevaré con el concilio de la rosa.
— Naranja ¿Qué me dices del supremo?
— Por ahora está indispuesto, pero le aseguro mi dama misteriosa, podrán reunirse
Los tres se dirigieron por un largo pasillo silencioso y lleno de cuadros y adornos de lujo, compuestos por los más finos trazos de arquitectura humana, aquel lugar deslumbraba belleza por doquier, hasta que llegaron con un gran portón y detrás de aquel, aguardaban tres personas sentadas frente a un gran banquete de alimentos que jamás se hubiese visto. Al llegar Rosa naranja anunció a los invitados, los cuales recibieron solo unas miradas de indignación y otras de intriga.
— ¡Esos niños no resolverán nuestros problemas! – anunció arrogante uno de ellos.
— ¡Basta, Rojo! Sabes que no tenemos más opciones, además ¿tienes idea de quién es ella? —Preguntó autoritaria la mujer que se encontraba con ellos—.
— No soy ciego, Amarillo, pero dudo mucho que esta niña que dice ser la Rosa Azul, y este EXTRANJERO sean capaces de hacer algo más que nosotros.
— El supremo tomó la decisión de llamarlos, Rojo, por el bien de todos, hay que confiar en su juicio, además ella puede demostrar si esta lista para asumir su papel —respondió el otro hombre tranquilamente mientras continuaba sentado—.
— ¡No te metas, Rosado! Es mi deber como líder Rojo ser quien atrape al asesino.
La discusión continuaba entre los tres líderes del concilio provocando el retumbar de los cuadros alrededor del gran salón, la enorme mesa era un limite entre ellos para evitar que se atacasen mientras discutían ignorando por completo la llegada de los jóvenes en lo que el mensajero del supremo perdía la paciencia, los gritos entre ellos se volvía ensordecedor hasta que el grito de Rosa Naranja interrumpió seguido de un silencio que enmudeció por completo el salón que antes se llenaba de las quejas continuas de los otros líderes.
— Qué tal si comenzamos con las presentaciones, Rojo, Amarillo y Rosado, ellos son el señor Víctor Líes, el corregidor de Astra, y la señorita Sky; la asesina Rosa Azul.
— Muy bien Azul, hora de presentarnos correctamente. – advirtió el líder Rojo mientras descubría sus musculosos brazos, listo para pelear.
Sky un tanto nerviosa aceptó la propuesta de Rojo, quien al escuchar su confirmación no dudó ni un segundo en abalanzarse a la joven, al ver sus intenciones la chica esquivó el ataque y con un movimiento rápido, se colocó a sus espaldas para provocar su caída, ahogado en furia Rojo lanzó una patada a su adversaria desplomándola en el suelo, una vez allí se preparó a lanzar un golpe certero en su estómago, sin embargo, no esperó el rápido ataque de la chica que lo sorprendió con una patada a una de sus rodillas, para luego reincorporarse y lanzar un puñetazo directo en su oído, una vez en el suelo, Sky dio el golpe final noqueándolo en el acto ante los atónitos espectadores y la mirada intrigada de Víctor.
Luego de haber demostrado sus habilidades los demás líderes quedaron satisfechos y acordaron colaborar con la investigación, por su parte Víctor y Sky se dirigían acompañados del líder Naranja a sus habitaciones que los acogerían en adelante.
— ¿Estás Bien? – Preguntó Líes mientras ayudaba a caminar a su compañera algo herida.
— Si, solo camino apoyada en ti porque quiero molestarte. – respondió sarcásticamente la joven con la voz entrecortada.
— En ese caso te soltaré para que camines por tu cuenta, así que, este era el favor que querías ¿verdad? Cuando aceptaste señalaste para que no me metiera.
— Sabía que entenderías, era necesario demostrar mi valía aquí, después de todo soy nueva. Ahora, a ver al Supremo, por cierto, necesito otro favor.