bc

TODO OCURRIÓ UNA NAVIDAD

book_age12+
88
FOLLOW
1K
READ
family
second chance
kickass heroine
brave
drama
sweet
bxg
lighthearted
genius
soldier
small town
childhood crush
war
like
intro-logo
Blurb

Una joven chef extrovertida, amable y muy voluntariosa. Un sargento introvertido, algo rudo, pero muy tierno.

Enamorados desde la infancia, pero por sus personalidades disparejas y escuchar conversaciones ajenas una Navidad, cada uno emprende su camino por separado. Él con sus deberes militares. Ella a perseguir su sueño de convertirse en la mejor chef y que su trabajo sea merecedor de estrellas Michelín.

Nuevamente, una Navidad los unirá, después de varios años. El amor que aún sienten está más que ferviente. Tras confesar sus sentimientos, intentan recuperar en días, lo que no pudieron hacer, hace años. Sin embargo, los deberes militares los separa con la promesa de volverse a juntar muy pronto, o al menos la siguiente Navidad.

¿Faltará uno de ellos a esa promesa?

chap-preview
Free preview
CAPÍTULO 1
LUCY KENSINGTON El sonido de los villancicos y cascabeles, las tiendas y supermercados abarrotados de gente ya me tenían deseando que la temporada navideña llegara a su fin. Deseaba acelerar el tiempo para poder comenzar la universidad y poder estar cerca de Miles Milligan; mi amor unilateral y, hasta cierto punto, prohibido. Había estado enamorada de Miles desde que era una niña. Su cabello castaño, sus ojos azules, sus largas pestañas, sus pecas, sus enormes brazos y su maravillosa sonrisa eran el paraíso para mí. Claro que podría describir cada mínimo detalle de lo que me encantaba de él, pero me llevaría demasiado tiempo. Solo por él había sido capaz de viajar a la ciudad de Nueva York en búsqueda de un regalo de navidad, un día antes de nochebuena. Como buen ser humano, había dejado todo para último momento. Lo triste era que, él no notaba todo lo que causaba en mí, ni lo que podía llegar a hacer por él. Solo me veía como la hermana de su mejor amigo. —¿Ya tienes lo que andabas buscando? —preguntó Claudia, mi mejor amiga. —Me falta un regalo más, pero si queremos salir de aquí antes de navidad, creo que deberías ir haciendo la fila para pagar —le dije viendo la cantidad de personas que había en espera de ser atendidos. —No te preocupes, lo mejor de las tiendas departamentales es que puedes pagar en cualquier lugar. Vamos hasta el área de hogar, posiblemente no hay nadie por allá. —De acuerdo, solo déjame ir al área de hombres una vez más. Necesito comprar una gorra. —Ella me miró como si me fuera a salir un tercer ojo. —¿Una gorra?, ¿podría saber para quién es ese regalo? Negué con la cabeza. —Te contaré después de haberlo entregado. —Ella rodó los ojos e hizo una mueca. Caminamos hasta el área de Ralph Lauren y una gorra roja con un oso vestido de vaquero llamó mi atención. «Esta era la gorra que necesitaba», pensé, la tomé y nos dirigimos hasta el área de hogar a pagar las cosas que llevábamos. Como Claudia había mencionado, la fila no era tan extensa. El frío nos recibió al salir rumbo a la gran estación central; la nieve comenzaba a deslizarse con el viento, era hermoso. Era lo único que disfrutaba en esas temporadas. —Ya mis pies no dan para más —se quejó Claudia y paró. —¡Pues diles a tus pies que no se quejen, que solo van un par de calles! Prometo que pasaremos por algún Starbucks y pediremos un chocolate caliente. Solo son veinte minutos en tren hasta Bronxville. ¡Tú puedes! —Claudia hizo una pataleta moviendo sus bolsas, pero no le quedó de otra que caminar hasta la estación. Yo estaba ansiosa por entregarle su regalo a Miles. —Lucy, ten piedad de mí. Camina más despacio —volvió a quejarse Claudia. —Clau, sabías que veníamos de compras y sabías cómo podía ser de abrumante Manhattan en este tiempo del año. ¿No crees que debiste hacer una mejor elección de zapatos? —dije viendo sus botas de tacón. —Sabes que nunca puedo presumir mis prendas en casa, y cada vez que vengo a Manhattan me entra mi complejo de celebridad —soltó y comencé a reírme. —Ay, mi Claudia, eres única. Solo te digo que camines con cuidado, porque no me hago responsable de mis carcajadas. —Si me caigo, me levantas y sales corriendo como si no me conocieras. Soy tan buena amiga que no podría exponerte a tal vergüenza por mi culpa. —La abracé y seguimos nuestro camino. Horas después llegamos a casa. —Por fin llegas, ya iba a llamar a Lucas para que fuera a Manhattan a buscarte —dijo mi madre al verme entrar por la puerta. —Mamá, solo me fui por 5 horas —dije luego de ver el reloj en la pared. —Lo sé, lo sé, solo que no puedo creer que pronto te irás para Washington D.C y no te veré todos los días. —respondió y se acercó a abrazarme. —Madre, ya lo hablamos. Estaremos solo a un par de horas de distancia en auto, no tienes por qué ponerte así. Estoy segura de que papá te llevará cuando se lo pidas. No es como si hubiera aceptado la propuesta de ir a Los Ángeles a la escuela de cocina —dije haciendo una mueca y ella me vio sorprendida. —¿Tenías esa opción también? —Mordí mi labio al darme cuenta de que había hablado de más. —Sí, pero no quería irme tan lejos de ustedes. Es verdad que Nueva York tiene muchas oportunidades, pero lo que más deseo es salir de estos suburbios y conocer lo que hay fuera de aquí —ella tomó mi rostro entre sus manos. —Aunque estuvieras más lejos, me hubiera encantado que eligieras la opción de irte a estudiar a Los Ángeles y así abrir ese restaurante que tanto has querido. —Tomé sus manos y las aparté con extrañeza. —¿Estuviste leyendo mi diario de nuevo? —No puedo evitarlo, Lu, eres tan tierna cuando escribes sobre Z. Por cierto, ¿Cuándo me dirás a quién le pertenece esa inicial? No conozco a ningún amigo o conocido tuyo que su nombre inicie con una Z. —Porque su nombre no inicia con una Z. Lo puse así porque sé lo que tengo como madre y sé que le encanta andar viendo mis cosas. —Soy una madre que le gusta saber que todo está bien con su hija. Sí, quizás me salto uno o dos límites de tu privacidad, pero es mi deber como madre mientras vivas aquí conmigo. Es más, si no quisieras ser una chef, te diría que también tienes potencial como escritora. Apreté sus manos y luego las solté. —Te lo agradezco, mamá, pero no. Sabes lo mucho que me encanta cocinar como para ponerme a estudiar otra cosa. Y ya que hablamos de cocinar, eso me recuerda que tenemos muchas cosas que preparar para recibir a la familia mañana. Ya basta de charlas, hay que terminar de decorar la casa. Traje unas luces que nos servirán. —Ella negó con su cabeza y se acercó para abrazarme. —No puedo creer que mi pequeña se vaya de mi lado. —Es la ley de la vida... ¡Ya!, no me quieras hacer llorar… Tengo 20 años, madre, ya no soy una niña —ella asintió y nos separamos para seguir cada una con sus tareas. El resto del día estuvimos arreglando toda la casa y sazonamos un jamón que deseaba ahumar con una técnica que había aprendido en un video. La noche llegó y por fin tuve el tiempo de comenzar a envolver los regalos de navidad. Había sacado papeles, marcadores, cintas, todo estaba listo, y justo cuando saqué la gorra de la bolsa, Lucas entró sin tocar a mi habitación. —¡Largo! —grité a mi fastidioso hermano. —¿Cómo está mi rubia y hermosa hermana? —Ja, ja. Muy gracioso. —¿Este es mi regalo de navidad? —dijo acercándose y casi agarrando la gorra. —No, y no hay nada aquí para ti. Vete —respondí escondiendo mis bolsas debajo de la mesa. —Qué mala eres. Yo que venía a invitarte a la fiesta de navidad de mañana que va a ser en casa de Olivia y Ana Galeano. Ante la mención de ellas el estómago se me revolvió. Ana mantenía coqueteándole a Miles y el, pues..., le correspondía muy gustoso. Ambas me caían mal con ese aire de superioridad que manejaban. —No me interesa. Sabes que esas amiguitas tuyas, o, “compañeras de universidad”, no me simpatizan. —Miles irá —dijo. Lo pensé un instante. —Me alegra mucho por él, a mí que me importa. —Creí que te agradaba Miles. —Miles es tu amigo. Quizás hemos hablado algunas veces y nos tratamos con cordialidad, pero nada más. —Él apretó sus labios. —De acuerdo, pero que conste que te invité y no quisiste. Saldré luego de la víspera de navidad, así que, si cambias de opinión, me avisas. —Asentí y finalmente se fue de mi habitación. Cuando terminé de envolver todos los regalos me acosté en la cama, pero no logré dormir ni un poco. La idea de ir a la fiesta rondaba por mi mente, pero no sabía si era lo correcto. Los amigos de Lucas eran agradables, pero casi siempre me hacían sentir como un pez fuera del agua. La víspera de navidad la pasé entre la cocina y el jardín, donde estaba llevando a cabo mi experimento ahumado. Los halagos de un buen trabajo llegaron al momento de la cena. Éramos papá, mamá, Lucas y la abuela. —La comida te quedó exquisita, Lucy. No entiendo por qué deseas ir a una escuela de cocina, si ya tienes el don —dijo mi padre. —Nunca se deja de aprender, papá, y sabes que, si quiero llegar a ser la mejor, tengo que aprender de los mejores —comenté y todos movieron su cabeza en afirmación. —Estamos muy orgullosos de ti, hija —dijo mi abuela. Me puse de pie y fui hasta ella para abrazarla y dejarle un beso en su mejilla. —Sus palabras significan mucho para mí —agregué dirigiéndome a todos. Al terminar la cena nadie me dejó tocar los platos sucios. Dijeron que ya había hecho suficiente, que les dejara los platos a ellos y me fuera a descansar. —Bueno, familia, nos vemos por la mañana —se despidió mi hermano camino a la puerta—. Feliz navi… —¡Espérame! —lo interrumpí. Suspiré y continué—: bajo en quince minutos. Lucas me miró con una sonrisa pícara. —Solo dime en cuánto tiempo realmente —comentó cruzándose de brazos. —Lo que me tenga que tardar. Tú eres quien más desea que vaya, así que ahora te esperas a que me retoque el maquillaje. Veinticuatro minutos después estábamos llegando a la fiesta. —¿Ese regalo para quién es? —preguntó con cizaña. —Se lo compramos a Miles, lo merece por aguantarte. Cuando llegamos a la fiesta, la primer persona que mis ojos reconocieron fue Miles. Llevaba unos jeans rotos color n***o, camiseta blanca y una chamarra navideña. Quien lo viera vestido de esta manera, no se imaginaría que Miles era un soldado de tiempo completo. Frente a él estaba una pelirroja con un collar de luces y un árbol de navidad en la diadema. Ambos se reían de algo que le estaba diciendo Miles. —Buenas noches —saludé al llegar hasta ellos. —Lucy, qué gusto que pudieras venir. Ven, te llevo a que conozcas a las chicas —dijo la pelirroja muy emocionada. Ana y Olivia eran gemelas. Volteé hacia atrás pidiéndole ayuda a mi hermano, pero él encogió sus hombros. Después de conocer a todos los invitados de la fiesta, me dirigí hacia donde me habían dicho que estaban Miles y mi hermano fumando. Ellos estaban sentados en la acera, afuera de la casa, hablando. Me detuve un momento para escuchar lo que decían antes de llegar donde ellos. —¿Cómo sabes que podrá soportar que estés lejos por meses en misiones, donde ni tú sabes a dónde te llevan? —dijo Lucas. —Lo superaremos, yo lo sé. Ella es la indicada, Lucas. He mantenido mis sentimientos guardados por tanto tiempo, que no puedo continuar así. Necesito decirle lo que siento. —¿Y si ella no siente lo mismo y solo te ve como un amigo? No deberías ilusionarte sin antes decirle, por lo menos. —Tienes razón. Por eso, al llegar a Washington, en uno de mis días libres, le confesaré mis sentimientos. Tú espera y verás que seguro lograré ganarme su corazón y hasta me casaré con ella. Cada una de sus palabras se clavó como un dardo en mi corazón, de pronto, todo se derrumbaba. Miles, mi Miles, estaba enamorado y era seguro que no estaba hablando de mí. Sentí un dolor en el pecho, como si algo gigantesco y terrible me absorbiera, mi corazón sangraba de dolor; estar en Washington ya no tenía sentido si Miles iba a ir para estar con alguien más. Sollocé y lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, pero decidí que no iba a permitir que eso arruinara mi navidad, y mucho menos la fiesta, así que me tragué mi dolor y caminé a paso lento hacia la pista de baile. En el camino le arrebaté el vaso de cerveza a alguien y lo tomé todo de un solo golpe. Sabía asqueroso. Luego comencé a bailar. Un chico, que jamás había visto en mi vida, me abrazó por la espalda pidiendo bailar conmigo. —No, lo siento. Quiero bailar sola —respondí. —Solo es un baile, juro que no muerdo —dijo intentando tomarme de la cintura. —Ella te dijo que no, Nick —dijo Miles. Volteé a mirar a mi hermano que estaba junto a su amigo y le dije que deseaba irme. No fui capaz de mirar a Miles. —Vamos —respondió. Las gemelas llegaron tras ellos. —Gracias por la invitación y feliz navidad —dije a las gemelas y caminé hacia la puerta. —¿Qué pasa contigo? —me recriminó mi hermano caminando tras de mí. —Solo llévame a casa, por favor. El carro arrancó y lo único que pude ver fue la imagen de Miles haciéndose cada vez más pequeña por el retrovisor del auto. Apenas toqué mi habitación me senté frente a la computadora y cambié mi lugar de estudio. Acepté el puesto en la escuela de cocina en Los Ángeles y arreglé lo necesario para tener dónde quedarme los primeros días. Las manos me temblaban, ¿estaría tomando la decisión correcta? —¿Por qué ese cambio tan repentino? —inquirió mi hermano en el momento en el que se lo comuniqué a la familia. Ése fue mi regalo de navidad. —Porque en Los Ángeles habrá más oportunidades para mí. —El rostro de todos se notaba algo triste. Sin embargo, ya no se podía hacer nada. —Haz lo que creas mejor para ti, hija. Nosotros siempre te vamos a apoyar —dijo mi padre. Los Ángeles era la mejor opción por donde se viera. Iba a poder estudiar en una buena universidad y a la vez tendría tiempo para sepultar todo lo que había sentido por Miles y que había guardado por tantos años. Así, lo mío con Miles, o Z, solo iba a quedar en mi memoria como la primera vez que me rompieron el corazón.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.5K
bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
24.9K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.6K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.1K
bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
51.5K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.5M

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook