DOS

1332 Words
Me paré a su lado, preocupada por el tono que estaba usando en la llamada, llamando la atención de nuestros amigos también, pero pude decirles que se acabaran lo que quedaba de comida y que perdieran cuidado. Aisha fijó sus ojos en los míos y presentía que quería gritar de la ira. Mi preocupación era más que notoria y para calmarme, tomó mi mano y la besó, dándome una sonrisa que sabía que era fingida, pero intentaba decirme que no me preocupara. Siempre habíamos sido muy unidas y los problemas que tenía una, afectaba a ambas partes. Últimamente su madre y Fernando, su padrastro, estaban teniendo problemas y discusiones. Más que todo era por qué Fernando se había quedado sin trabajo y Penélope sobrevivía de su sueldo mínimo y los millones que le enviaba el padre de Aisha, dándole celos al hombre. Este mismo era un año menor que la madre de Aisha y habían estado juntos por trece años, después de la separación de los padres de mi rommie. No sabía mucho del padre biológico de Aisha, más que lo visitaba en temporadas vacacionales y le daba grandes cantidades de dinero para su bienestar. Y tampoco lo había visto en persona, más que en fotos viejas y pocas fotos recientes. Según lo que me dijo ella, él no era muy fan de las fotografías, por esa razón no tenía muchas con él, pero le tenía un cariño inmenso a su padre. Se veía como un hombre joven y simpático. No aparecía nada mal en las fotografías, pero no podía hacer nada más que apreciarlo por las pocas fotos que existían. —Si mamá, ya mismo bajo a coger el auto —dijo, antes de colgar la llamada, desanimada. —¿Que pasó, Aisha? —preguntó con la boca llena mi hermano. —No seas metido —chisté. —Lo siento, solo quería saber. —No, Amelly, está bien —defendió mi rommie, mientras bajaba la voz—. Tengo que ir con mi madre, está teniendo problemas con Fernando de nuevo, llamaron a la policía. ¿Quieres acompañarme?, no quiero ir sola. —Por supuesto que sí, vamos —asintió, mientras nos alejabamos de los chicos. Nos excuse, para finalmente marcharnos al auto. La casa de Penélope quedaba como a una hora aproximadamente, de la universidad. Menos, si íbamos en auto. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• La policía enfrente de la casa de Aisha, me puso completamente nerviosa, ya que no sabía cuanta gravedad habían causado para que llamaran a policías, y en la madrugada. Si era sincera, la señora Steel nunca había sido una mujer con un temperamento suave. Aveces no podía ni con ella misma y se volvía una vieja castrista. Eso molestaba a mi rommie y a mi, pero ella me había ayudado varias veces que no le daba importancia. —No me gusta lo que veo —dije, observando lo que pasaba al otro lado de la ventana del auto. —A mí tampoco, pero me consuela que estés conmigo —sonreí—. Ahora entremos —ordenó, obligándome a bajar del coche. Los vecinos habían salido de sus casas a ver qué sucedía, como todos unos inevitables chismosos, pero esa no era mi preocupación, sino lo que pudiese encontrar al cruzar la puerta. Jamás había sido tan grave y no sabía que esperar. Ni imaginaba como estaba Aisha frente a la situación, tratándose de su propia madre, con un hombre que no era familia de sangre. Aún recordaba el tiempo en que sus padres se divorciaron y como a su padre, por ser un hombre que trabajaba demasiado y que no quería abandonar su buen pagado trabajo, por que tenía que darle sustento a Aisha, le arrebataron la oportunidad de tenerla en los Ángeles. No fue sino hasta que salió del colegio, que su padre le propuso estudiar en los Ángeles, para ayudarla más, pero Penélope no quería alejarse de ella y como no tenía como sostenerse en una ciudad nueva, obligó a Aisha a hacer sus primeros semestres a una hora de ella y después verían. Aunque con lo controladora que era, no me esperaba nada bueno. Intenté manteneme al margen de la situación, para no darle más problemas, ya que se encontraba Penélope intentando atacar a otra mujer, evidentemente más joven que los dos mayores. Además de eso, estaba semi desnuda. Percibía la razón de la pelea, pero tampoco iba a dar argumentos equivocados por mi ignorancia. Estaba excluida. Fernando por otro lado, vestía un pijama de rayas azul oscuro, tenía el cabello alborotado y parecía recién despierto. Intentaba hablar con tranquilidad, pero la señora de la casa se lo impedía a toda costa, no quería escucharlo. Decía repetidas veces "perra", a aquella mujer y no decir de los insultos que iban cargados con mucho odio e ira hacia el hombre de la casa. Más tarde supe que ella los había encontrado muy juntos en la habitación principal, donde Penélope dormía cada noche y tenía su intimidad con Fernando. Este intentaba decirle que no era su culpa, que ella era quien se había mal intencionado con él y que sólo era una amiga que había dejado quedarse por esa noche. Podía parecer bastante convincente, a decir verdad, pero por supuesto ella no se lo creyó, diciéndole mentiroso como respuesta. Contiguo a eso, la chica, causante de los problemas, dejaba en el aire algunas sonrisas maliciosas, que no eran notadas por nadie, más que por mi, dejándome un poco más claro el argumento de Fernando. Quizás decía la verdad, pero Penélope no quería intentar creerle. Eso me dejó en duda. Los policías luego sacaron a Fernando y a la mujerzuela, dejándonos solas en el recibidor de la casa, mientras Penélope lloraba en brazos de su hija. Me preocupaba, por supuesto, pero Fernando pareció decir la verdad, solo por el simple hecho de que esa mujer me dio motivos para creerle. Quizás intentaba separarlos. —Yo no quiero ser metida, ni nada, pues nunca lo he sido, pero creo que Fernando decía la verdad. —¿Que dices? —preguntó molesta Penélope—. ¿Estás del lado de ese desgraciado, Amelly? —¿Que te hace creer que él dice la verdad? —cuestionó Aisha, prestándome atención. —Esa mujer, sonreía como si le gustase la situación, como si lo hubiera planeado. Nadie lo notó, por supuesto. —No estoy segura de eso, lo vi corresponderle —dijo muy segura de sus palabras, pero sentía algo de mentira en todo ello. No quise decir nada más al respecto. Minutos después, me encontraba sentada en el sofá, esperando. No sabía que, pero allí estaba, en el silencio, a lo que ambas mujeres desaparecieron en el segundo piso. Quizás la madre de Aisha no quería intentar creerle, por qué ya no quería estar con él. Sería lo más lógico, si era lo que yo suponía. Fernando era un bueno para nada. No entendía como habían estado juntos tantos años y casados. —Será mejor que vayas a mi habitación a dormir, voy a estar con mi madre, me necesita —me distrajo la voz de Harvey, al bajar las escaleras. Asentí sin decir una palabra, para comenzar mi camino al dormitorio y descansar, tanto de los juegos en la universidad, como la tensión que se acumuló en las cuatro paredes de la casa. Ella pareció notar mi comportamiento, que la oí suspirar a mis espaldas, pero no obtuve ninguna palabra de su parte. Era estupido, pero los problemas familiares no eran mis favoritos, después de que hubo una revuelta en mi familia cuando mi madre nos abandonó.
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