UNO

1059 Words
—Elijo reto —sentencié, justo después de que la botella se detuviera en mi, dando clara señal de que tenía que elegir. Ni siquiera permití que me preguntaran que quería. —Me encantan las mujeres valientes —rodé los ojos ante el comentario de quién estaba a mi lado. —Bueno Amelly, te reto a besar a tu rommie, con lengua —me reí, pero no dije nada al respecto, extrañando a Julián. Aisha y yo nos miramos divertidas, ya que teníamos la suficiente confianza como para besarnos sin que hubiese problema alguno. Ya hasta nos habíamos visto desnudas, un beso no era problema y no era la primera vez tampoco. Solo me cerciore de que todos estuvieran viendo, y por encima de la botella del juego, la tomé de la nuca y la besé, tal y como pidió, solo que ese si era el primer beso con lengua incluida. La sensación era incómoda, pero no tanto como para hacerme separar vomitando. —¿A alguien más le parece excitante ver a dos mujeres besarse? —No a todos, David —rodó los ojos en respuesta su hermana, Ro. —Para mí no es la primera vez que las veo besarse. Estos juegos mezclan mucha saliva —comentó mi hermano mellizo, restándole importancia. —Lo dice el que le gusta Aisha. —No me gusta, David, no seas imbécil —quejó. —Manada de idiotas —murmuró Aisha divertida a centímetros de mis labios, luego de que nos separamos. Sonreí de la misma manera, dándole a entender que estaba de acuerdo. —Muy bien, ¿ahora quién quiere jugar a yo nunca? —esta vez fue Pedro quién habló, el que había prestado el dormitorio para jugar, junto con Julián. —¿Te gusta ver cómo se sacan los trapitos al aire, Pedro? —cuestionó Ro. —Es divertido, además, viene trago incluido, aún mejor. —Pues no sé, pero yo me apunto —dije, acomodando los brazos hacia atrás e inclinando el cuerpo, para descansar. —Yo también —me siguió Aisha. La tentación del juego siempre era fogosa, e inevitable, siendo así el comienzo de un nuevo juego a las 00:00 del nuevo día. Teníamos que madrugar la mayoría para clases a las seis en punto, pero a absolutamente nadie, que estuviese dispuesto desde el principio a quedarse, le importaba tal cosa. Mi rommie y yo íbamos en el tercer semestre de las diferentes carreras, casi finalizando. Llegaba la navidad muy pronto, y sinceramente, las cosas no estaban tan bien como se esperaban, pero disfrutábamos lo que podíamos en el campus. Mi hermano mellizo Toby y yo, fuimos criados desde los siete años por nuestra tía más cercana, después del abandono de nuestra madre biológica. Ella nos acogió y hemos estado con ella once años ya. Nos crió y formó como sus hijos, su aprecio era como el de una madre, pero le decíamos tía Marissa. No tuvo hijos, debido a que ya debía cuidar de dos pequeños revoltosos, pero un año atrás quedó embarazada y estaba disfrutando de un hermoso bebé propio, pero sin el padre del niño. No pretendía estar con ella, solo ayudarla con lo que necesitaba para el bebé, y eso era bueno para ella, ya que sola no podía. No vivía sola, estaba acompañada por mis abuelos, quienes aún trabajaban como podían, amando a sus nietos y decepcionados de la hija mayor que habían tenido. —Yo nunca he tenido sexo en un baño público —dijo David, a lo que bebió él y mi hermano. Lo miré extrañada y sorprendida. No sabía de esas facetas del niño que se creía inteligente y demasiado perspicaz para mi gusto, quien me demostraba que no salía a ningún lado sin mi. —No me mires así, Amelly, también tengo mis necesidades. —¿En un baño publico? —Lo prohibido es excitante. —Bueno, no miente —comentó Aisha, y no pude evitar darle la razón. —Sigo —dijo Pedro—. Yo nunca he tenido relaciones con mi mismo sexo —al decirlo, todos menos Aisha y Pedro, dejamos el vaso en su lugar, sin beberlo. —¿Cuando ibas a contarme, Aisha Harvey Steel? —pregunté ofendida, mientras ella alzaba los hombros con una sonrisa. —¿Y tú cuando ibas a decirme, Pedro? —quejó Ro a Pedro. —Te lo dije, se sacan los trapitos al aire —contestó burlón David. —Espero no haya sido en esta habitación —quejó igualmente Julián, su rommie, mientras el moreno esquivaba la mirada. Me preguntaba si había escogido correctamente las amistades en la universidad, fuera de mi amiga de años y mi hermano. Ellos no me llevaban por buen camino, me volvían bestialmente loca con cada fin de semana en los dormitorios jugando y bebiendo. No siempre eran los mismos juegos, aveces eran cartas o las competencias en el Wii, con comida y trago. —Quiero culminar yo. —¿Estas segura Ro?, la última vez fue ridículo. —Callate David —gruñó—. Yo nunca he estado con un hombre, o mujer, en el caso de los hombres, que sea mucho mayor a mi. Lo medité por un segundo. Y no bebí. Los hombres con los que había estado, solo me superaban por menos de 5 años. Era adicta a los hombres con un intelecto superior al mío y grandes sorpresas, pero esa faceta se estaba venciendo por alguna razón. Ya no encontraba la misma conexión, o el mismo interés. Solo había sido en parte de mi adolescencia, turbia y exploradora. —Salud —dijo David y tomó, al igual que Aisha. De eso no me sorprendía. Cuando teníamos dieciséis, se había enamorado de un hombre de veintiocho años, doce años mayor a ella, pero no le importaba. En cambio a él, le parecía un juego, pero logró conseguir llevárselo a la cama. Los detalles fueron excluidos por petición mía, pues a este hombre le gustaba era yo, y no ella. —¿Entonces nos vamos a dormir ya? —preguntó Julián un poco llevado por el trago. Reímos, pero nos interrumpió el sonido del celular de Aisha, que vibraba insistente. —Perdón —se paró del suelo, para tener un poco de privacidad. No se veía muy feliz. Aquello anunciaba lo que iba a cambiar nuestras vidas.
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