Katherine
Me imaginé el rostro de decepción y sorpresa de Teresa mientras nos alejábamos. Incluso la oí gritar cuando me vio tomar la mano de Devora y seguirla hasta la pista de baile.
Tendría una crisis nerviosa y todo era mi culpa, pero me sentía demasiado bien como para lamentarlo.
Por veinte años me había hecho a la idea de que odiaba bailar. Al menos en público, pero ahora, todo era distinto: estaba en un lugar donde no debía fingir ser lo que todos esperaban. Ahí nadie me conocía. Podía hacer lo que quería y ser quien quería ser.
Y quería ser yo por alguna vez.
Agradecí que la mayor parte de la música fuera electro-pop. Cumplí con imitar a las demás que saltaban y aplaudían al ritmo. Olvidé los tacones de stripper, ya ni siquiera me molestaban.
De lo único que era consiente era de mi cintura que, a ratos, albergaba las manos de Devora como si siempre hubiesen pertenecido ahí.
Luego cambió la música. Do I Wanna Know de los Arctic Monkeys me hizo detenerme en seco. Primero, no tenía idea de cómo bailar algo así y, segundo, la idea de estar completamente pegada a Devora me causaba ansiedad.
¿Cómo debía moverme? ¿Qué debía hacer? ¿Y si lloraba? Patético, pero posible.
Sin embargo, Devora no me dejó pensar ni practicar nada de lo que tenía planeado hacer.
Adiós pasos de John Travolta.
Me tomó por sorpresa cuando me hizo girar y su pecho se pegó a mi espalda. Sentí su respiración tranquila y ardiente justo en mi cuello antes de que sus manos bajaran por mi cintura hasta mi cadera. Se quedaron ahí, firmes y controladoras.
Devora era innegablemente sexy. Cada movimiento y gesto lo comprobaban. Y si antes tuve dudas sobre mi atracción por las mujeres ya estaban confirmadas.
Fui hiperconsciente de sus movimientos a mis espaldas. Sin resistencia, me envolvió con su aroma e incluso con su cabello que alcanzaba a deslizarse por mi hombro desnudo. No pude evitar cubrir su mano izquierda con la mía y, cuando levanté la derecha, ella deslizó sus dedos por la piel de mi brazo, guiándome para que mi mano se quedara en su rostro.
Estábamos tan cerca. Podía sentir sus labios rozando el lóbulo de mi oreja mientras me susurraba palabras que no alcanzaba a ligar entre sí. De seguro era un hechizo porque me sentía extraña de la mejor forma posible.
Sin avisarle, me di la vuelta y, a pesar de la sorpresa, ella solo sonrió y regresó sus manos a mi cadera. Esta vez, me jaló más cerca, tanto que nuestros pechos quedaron presionados contra sí. Con esa cercanía, y con ella un par de centímetros más alta, terminé deslizando mi mano por su cuello.
Fue mi turno de acercarla lo suficiente hasta que mis labios rozaron la piel expuesta de su cuello. Y no me detuve ahí. Seguí todo un sendero de roces hasta su oído solo para reír ante lo descarada que me sentía con solo dos copas.
Antes de pensar si debía hacer una prueba de ebriedad, ella juntó su frente con la mía e inició una sutil búsqueda de mis labios. Yo debía girar un poco la cabeza y acercarme más. Solo un poco más.
Con mi tardanza, ella se adelantó.
Pero no me besó. Al menos no en los labios. Me dio la justa medida de placer y tortura al pasar sus labios semiabiertos por mi mejilla, directo para terminar en mi cuello.
Podía sentir su mano enredándose por mi cabello y la otra sujetándose firme de mi cintura. No parecía que me dejaría ir y yo no me iría. Era de lo único que estaba segura.
Bajo el calor de sus labios, me volví líquido nuevamente. Líquido ardiente y a punto de desbordarse. Iba a hacerlo. Me lanzaría con todo y la besaría ¿No era por eso por lo que estaba ahí?
Pero antes de seguir mi fugaz valor, me encontré con la mirada de una chica que bailaba junto a nosotras. Eso era un eufemismo. Ella no me miraba, me apuñalaba con sus ojos.
La mayoría aquí se han revolcado con ella y viven con un corazón roto para contarlo.
¿Con cuántas de esas observadoras habría estado Devora? ¿Las habría hecho bailar junto a ella de la misma forma? ¿Usaría las mismas tácticas que estaban seduciéndome a mí?
Y seguía siendo líquido, pero ya no por el placer, sino que por los nervios y vergüenza. Sabía lo que quería, pero especialmente sabía cómo lo quería y no era así de rápido.
—¿Estás bien? —el suave susurro en mi oído me hizo abrir los ojos—. ¿Te puedo llevar a otro lado?
¿Otro lado? ¿A qué se refería exactamente? Podía ser de regreso a la barra o directo a su casa para terminar lo que empezamos, pero no me atreví a preguntar.
Solo asentí mientras ella tomaba mi mano y me dirigía lejos de la pista de baile.
*
Alcancé a leer el letrero del VIP antes de escuchar la voz de Devora charlando con la guardia. La seguí con la cabeza gacha y no me detuve hasta que vi las almohadas de un enorme sofá blanco en L.
—¿Te traigo un poco de agua?—preguntó Devora—. Estás pálida.
—Estoy bien, yo solo...me duelen los pies.
Mentí. De seguro no le diría que sentí celos al pensar con cuántas chicas había estado. Sonaría raro tomando en cuenta que acabábamos de conocernos. De seguro ella se burlaría de esa clase de celos prematuros.
—¿Cómo no van a dolerte si traes esas cosas y te he hecho bailar por más de una hora? Déjame.
La vi arrodillarse a mis pies y, en el proceso, cada músculo de mi abdomen se tensó. Su mano reposó suavemente en mis gemelos y levantó solo un poco mi pierna. Cuando me quitó el tacón, su mirada se enfocó en la mía y tuve el deseo de apretar mis muslos.
Para cuando estuve totalmente descalza y sus pulgares aplicaban presión en distintos puntos de la planta de pie, yo ya estaba en las nubes. El paraíso de seguro era así, con un masaje en los pies y recostada contra un sofá forrado en terciopelo.
—Vaya, vaya—suspiré una vez que dejó mis pies encima de un cojín y se sentó a mi lado. El baile y el alcohol habían sacado mi personalidad a flote, personalidad que ni sabía que tenía—. Gracias, Dev. Tus cualidades me han sorprendido en estas... —miré el reloj de la pared del frente y di un salto—...dos horas. Cómo vuela el tiempo.
—No es nada—Devora asintió, también mirando el reloj de la pared—. Y sí, se pasa volando cuando bailas con alguien interesante.
¿Interesante? Yo era todo menos interesante. Probablemente lo decía solo para que yo cayera redondita a sus pies.
No era necesario. Mental, física, emocional y espiritualmente, ya estaba ahí.
—Bueno, tengo mis dudas sobre qué tan interesante soy, pero tú si eres interesante. ¿Cómo es que todos te conocen aquí menos yo?
Sonrió marcando un encantador hoyuelo y mostrando un poco sus dientes. Eran tan blancos y brillantes. No me cansaba de mirarla ¿Cómo alguien podía ser tan guapa y natural al mismo tiempo?
—Bueno, tal vez no sales mucho —solté una risa y asentí. De seguro era por eso—. Pero no importa. Probablemente por eso me pareces interesante: no tienes idea sobre mí.
Lo pensé lo más fríamente que pude.
Podía haber muchas cosas malas sobre ella. Quizás sus actos y personalidad, porque físicamente no había nada negativo. Tendría que desligarme de ese factor tan envolvente porque quería saber más de ella.
—Bueno, entonces...cuéntame de ti.
Subió sus pies a la mesa de vidrio que estaba frente al sofá y luego me miró sonriendo.
—Muy bien, trabajo aquí por si no lo habías notado—puse los ojos en blanco mientras ella reía—. Tengo un trabajo de día. No sé si cuenta como trabajo porque mi primo es mi jefe y me paga menos que a todos. Ya sabes, familia. También tengo un perro que se llama Grey y fue padre hace unos días ¿Qué más puedo decir? Ya soy una abuela, y una muy orgullosa. ¿Y tú?
No podía dejar de sonreír.
No era sorpresa nada de lo que decía sobre ella misma. De hecho, lo único que me sorprendía era su normalidad.
Secretamente imaginé robos o peleas callejeras. No era como si Devora luciera como una callejera ladrona—culpaba a los tatuajes, mi educación en casa y a Teresa—, pero sí tenía un aire de chica mala.
No era un aire. Era una ventisca que asustaba y fascinaba al mismo tiempo.
—Está bien—me acomodé mejor y empecé—. Yo no trabajo. A penas terminé mi segundo año en la universidad: Derecho.
—Oh, vaya. Eso es trabajo duro. Tuve un amigo en la universidad que estudió leyes. Pasaba entre libros y una mala actitud. Todo un imbécil.
Bajó la mirada y recordé las palabras de mi madre cuando prácticamente me obligó a elegir esa carrera.
Lo llevas en la sangre, serás buena en esto.
Sacudí mi cabeza y traté de sonreír, pero era difícil hacerlo cuando recordaba mi inconformidad al respecto.
—Sí, lo es—respondí—. ¿Tú fuiste a la universidad?
—Tres años. Luego la dejé, no encajaba ahí.
—¿Y aquí sí encajas?
No quería sonar despectiva, pero la universidad sonaba mil veces mejor que ser bartender y estaba segura de que cualquier persona con sentido común pensaba lo mismo.
—Claro que encajo—se acercó más a mí, poniéndome nerviosa por millonésima vez en la noche—. Me gusta beber, tengo a mis amigas aquí, estoy rodeada de lesbianas sexys ¿Qué más puedo pedir? —suspiré con decepción y ella soltó una risa antes de darme un leve codazo en el brazo—. No me has dicho tu edad, K.
—Tengo veinte—abrió sus ojos sorprendida y se alejó un poco—. ¿Qué?
— ¿Sabes que este lugar es para mayores de veintiuno? —miré hacia la guardia más cercana porque sería humillante ser sacada a rastras. Pero Devora no me delató, solo deslizó su mano sobre mi rodilla y le dio un apretón—. Tranquila, no le diré a nadie. Además, no es gran problema. Teresa siempre entra sin problemas. Está eso de lucir mayor de lo que se es.
—¿Qué edad tienes tú?
—Casi veintiséis. Aunque románticamente deben ser unos dieciséis. No te aproveches—las dos reímos, pero ella se detuvo antes—. Entonces, Katherine ¿qué haces aquí esta noche?
Suspiré antes de responder. No le diría que iba en busca de mi primera experiencia lésbica, pero tampoco quería mentirle.
—Teresa pensó que sería bueno que compartiera con chicas...como yo.
—¿Cuándo saliste? —la miré con duda, ella sonrió—. Del armario. Supongo que fue hace poco.
—¡Ah! Eso—me sentí estúpida por un segundo, pero traté de repararlo—. Creo que no he salido realmente. Hoy le dije a Teresa, pero lo sé desde al menos los catorce.
—Una adorable edad—Devora se detuvo y luego solo negó con la cabeza como si se sacudiera un mal recuerdo—. ¿Teresa y tú son muy buenas amigas?
—Desde bebés—respondí sin poder camuflar mi sonrisa—. Ella es apenas un día mayor que yo. Y bueno, es la única que sabe esto así que eso explica que tan buenas amigas somos ¿Cómo la conoces?
Sentí que ahogó una risa antes de responder:
—Teresa viene casi todos los fines de semana. Llega con un montón de chicas hetero que quieren hacer tríos o probar un poco de sexo lésbico—al terminar, me miró. Mejor dicho, miró mis mejillas para luego sonreír—. Dios, eres lo más adorable que he visto en mi vida, ¿Cómo logras sonrojarte tanto?
No era orgullo. Era más humillación que Devora hubiese notado que toda la noche estuve sonrojada.
—Mala herencia, supongo. Y el hecho de que no estoy muy acostumbrada a...este...
Me miró atenta y paciente, pero tardé demasiado en terminar mi oración.
—¿Al sexo? Si quieres yo te acostumbro—mi corazón se detuvo por varios segundos, al igual que el aire que estaba inhalando. Recuperé la normalidad al oír su risa—. Lo siento, no pude evitarlo. Tengo un humor un poco retorcido.
—No es gracioso—la miré molesta para que dejara de reír, pero pareció causarle más gracia. No me gustaba para nada que se burlaran de mí, así que, para demostrar mi madurez, me levanté y tomé mis zapatos del suelo—. Es tarde.
Dejó de reír y se levantó igual de rápido que yo. Sus manos se detuvieron en mis hombros y, a pesar de que aún mostraba un poco de burla en su rostro, se esforzó por ocultarlo.
—Lo siento, lo siento. No volveré a hacerlo, eso solo que no estoy acostumbrada a las chicas tan tímidas—puse los ojos en blanco y traté de irme nuevamente, pero me jaló de la cintura y me pegó a su pecho—. Está bien. Parece que todo lo que digo te molesta. Me callaré, pero quédate un rato más.
La miré igual de seria que antes y luego, de reojo vi a Teresa en la barra.
Estuvo ahí toda la noche. Evidentemente enojada e indicándome con gestos que nos fuéramos. Ahora, su boca estaba abierta hasta más no poder.
—No quiero que te calles, solo quiero que no me molestes por mi estúpida manera de sonrojarme. No es algo de lo que me sienta orgullosa—volvimos a sentarnos y decidí ir al grano—. Teresa me dijo que eres una rompecorazones o algo así.
—No creo haberle roto el corazón a nadie, ni literal o metafóricamente hablando. Las personas suelen romper sus propios corazones con tantas expectativas.
Su sonrisa y mirada se dirigieron a Teresa y le sacó la lengua. Alcancé a ver a Teresa que le respondía levantándole el dedo del medio.
—¿Y por qué aún hay chicas matándome con la mirada?—pregunté mientras veía de reojo la barra.
Devora se inclinó y siguió mi vista. En la barra del VIP, dos chicas me veían como si fuera una criminal suelta. Sin embargo, al tener la atención de Devora, regresaron su vista a las copas frente a ellas.
—Si te cuento, te sonrojarás—levanté la ceja fingiendo despreocupación—. Está bien, esas dos chicas son, si no mal recuerdo, Melanie y Tina. Hicimos un trío hace un par de meses....
—Oh, claro que Teresa tenía razón.
Estaba a punto de irme con tal de dejar de ser el foco de atención de dos personas que estuvieron con ella.
Al mismo tiempo.
—No, no la tenía. Me preocupo bastante de dejar claro que no seré novia de alguien por acostarme con ella. No es mi culpa si ellas se enamoran—no sabía si era solo ego o realmente era verdad así que solo me quedé viéndola sin decir nada—. Como sea, no es divertido hablar de mí cuando ya tienen ideas preconcebidas sobre eso.
Fruncí el ceño incrédula antes de decir:
—No te hagas la herida. No te queda ni por un segundo—no esperaba sonar tan ruda, y menos esperaría que Devora se viera tan sonriente al oírlo—. ¿Qué?
Inspeccionó mi rostro unos segundos antes de susurrar en respuesta:
—No sé si quiero quedarme hablando contigo toda la noche o llevarte a la cama. Cualquiera de las dos es una buena opción.
Mis labios se separaron sin permiso, pero no me permití la demora así que dije lo único que procesaba mi cerebro:
—Tal vez puedes obtener un poco de ambas.
Bueno, lo dije. No era sorpresa que estuviera diciendo todo lo que se cruzara por mi cabeza. Además, solo esa vez, el sonrojado fue de Devora.
Primer punto para mí. Necesitaría toda una vida solo para empatarle por esa noche.
— ¡Wow! Tú luces como mi amiga, pero suenas más como una perra—Teresa estaba de pie frente a nosotras con ambas manos en su cintura y sin dejar de dar golpecitos con la punta del pie—. Ya debemos irnos.
—Pero yo... —miré a Teresa, y luego a Devora. —...no quiero irme todavía.
Teresa cambió de estar roja a casi morada. Respiraba de una manera agitada que resultó ser aterradora.
No quería que muriera por la molestia. Mucho menos si era mi culpa.
—¿Planeas tener sexo con ella, Kate?—gruñó sin vergüenza alguna—. ¡Tal vez hasta tenga ladillas!
—¡Hey! —Devora se levantó , quedando justo delante de Teresa—. Estoy segura de que no tengo ninguna ETS, a diferencia tuya que no discriminas ni siquiera a un vago.
Sentí el instinto de levantarme y ponerme entre ambas. Lo hice justo antes de que Teresa le lanzara un empujón a Devora y que, por ende, terminé recibiendo yo.
Resultado: Tropecé y caí en los brazos de Devora y le sonreí cuando la vi mirándome.
—Gracias, D.
—De nada, K—me sonrió y nos quedamos así hasta que Teresa soltó un suspiro exasperada—. Bueno, creo que Teresa tiene razón por primera vez en su vida. Debes irte a casa.
Asentí con lentitud. ¿Quién diría que no quería correr a casa y ocultarme?
—Sí, lo haré—la decepción en mi voz fue latente, pero nadie me lo prohibió—. Fue un gusto.
—El gusto fue todo mío—Devora deslizó su mano por mi cintura y me besó en la mejilla dejando sus labios ahí un par de segundos. Líquido ven a mí—. Hasta pronto.
No alcancé a responder porque Teresa tomó mi mano y me arrastró lejos de Devora.
—Oye, no soy una niña, Tess.
—Claro que sí—respondió, agitada por el escape—. Eres Caperucita Roja y Devora el lobo: no estará feliz hasta que se coma tu entrepierna y se largará.
—Vaya comparación—Devora nos alcanzó y jaló de mí hasta que terminé, una vez más, pegada a su pecho—. Olvidé algo.
Levantó un marcador Sharpie y sostuvo mi muñeca mientras escribía un desfile de números sobre la misma.
—Mi primer tatuaje—dije divertida cuando terminó.
Ella asintió orgullosa y, al soltarme, susurró:
—Llámame...pronto.
—¡Oh, no!—gritó Teresa—. Ella no te llamará. No si yo vivo para impedírselo.
Mi amiga estaba en su camino para separarnos nuevamente así que decidí ser más rápida. No podía irme con tan poco.
Sin tardar, me acomodé en las puntas de mis pies y besé a Devora. No en los labios, pero sí muy cerca, tanto que pude sentir una mezcla de cigarrillo, cereza y malas decisiones que sabrían igual de bien.
—Lo haré—dije—. Dalo por hecho.