CAPITULO 4

1883 Words
A Sofía le había sentado algo mal la cena. Por esto se quedó dormida. Carlos la miraba extrañado.  La chica hablaba en sueños. Sofía veía a su alrededor un edificio enorme, blanco, lleno de gente. Había mucho jaleo a su alrededor. Ella estaba tirada en la cama, miraba a su alrededor. Al principio, veía borroso. La luz del techo era fuerte. Olía a alcohol, a desinfectante. Se levantó con dificultad, queriendo ir a dar un paseo, investigar el lugar. Le resulta muy familiar, pero no está segura si ha estado ya allí o no. Se siente realmente aturdida. El estómago le da vueltas. Al salir al pasillo, puede ver a través de las ventanas, un paisaje precioso, con mucha luz natural y mucho color verde. Se escucha pajaritos cantar desde el exterior. Hay muchas personas paseando por el pasillo. Todos en batas grises. Se mira a ella misma en el reflejo de un cristal. Iba vestida igual. _Que raro es esto. -Se dice. – ¿Por qué todos vamos vestidos así? Alguien, un hombre al que no consigue ver bien los rasgos de la cara, se acerca a ella e intenta hacer que vuelva a la cama, lo cual a ella no le apetecía. _No… No quiero ir a esa habitación. Aquí… Aquí se está bien. -Dice Sofía con perseverancia, mientras ese médico la coge del brazo intentando hacer que volviera a donde se le decía. -Hace mucho… como se dice… Sol. – Se le olvidaban las palabras. – Hace calor. Me gusta mucho estar aquí. _Tienes que volver. -Le dice una y otra vez mientras Sofía siente cada vez más miedo. El doctor le sube poco a poco la manga de la bata, inyectándole un coctel de tranquilizantes. Al sentir el pinchazo, Sofía intenta correr, gritar pidiendo ayuda. No se fía del médico. El hilo suave y bajo de voz que tenía hasta ese momento cambia y se eleva sobremanera. _No quiero…Déjeme… Váyase, aléjese de mi…. En pocos minutos pierde la consciencia. _¿Qué has soñado?- Preguntó Carlos. _No…No lo sé. ¿He soñado algo? _Has estado hablando. Que si esto es raro, que si no querías ir a no sé dónde… _No lo recuerdo. Me cuesta mucho recordar las cosas que sueño. _Pero, sabes que sueñas. Quiero decir, ¿eres conscientes cuando estás soñando de que ese mundo no es real? _No lo sé. No recuerdo nada al despertar. No eres el primero que me lo dices. Alguna vez más me han comentado que he hablado en sueños, que he gritado, pero no suelo recordarlos cuando me despierto. Carlos se quedó pensativo. _Es decir, que recuerdas algún sueño. Dices que no sueles recordarlos, pero no que no recuerdas ninguno… _Si, alguno recuerdo. _¿Me los cuentas? Bueno, no sé si te apetecerá. _Recuerdo poco. Estoy en un lugar, en un edificio grande, que huele raro. La gente suele ir vestida igual, con colores oscuros. Es muy poco creíble y a la vez, lo más real que has visto nunca. Carlos pensó que eso era algo normal. El subconsciente es lo que hace. Crea una falsa sensación de realidad a lo que no lo es. _¿Quieres un café? – Preguntó él. _Si, por favor. Aunque si hay algo más… _¿Relajante? -Sonrió. Sofía asintió con la cabeza. -Preguntaré si tienen tila, hierva luisa, o algo por el estilo. Sofía se sentía más relajada. Cada vez que tiene un sueño de este tipo se siente mejor, más tranquila, como si todo fuera a ir mejor, que las malas cosas que había en su vida se eliminarían de la noche a la mañana. Esta era la razón más importante por la que sabía que había estado soñando. Esa sensación de bienestar únicamente se la daba haber soñado con aquello. Llevaba tanto tiempo soñando con esto, sin poder recordar lo que hacía, con la sensación de no poder avanzar, que había empezado a tener sentimientos contradictorios. No le gustaba soñar con aquello, pero si la seguridad que le daba la realidad, lo que le rodeaba nada más despertarse. Estar sumergida en aquel mundo le causaba palpitaciones y una sensación de asfixia que no se podía comparar con nada. Tenía la sensación de estar drogada o en medio de un mal viaje de alguna sustancia no muy conocida. Esa sensación, en ocasiones, le duraba al despertar. La mayoría de las veces era tan solo unos segundos. En alguna ocasión, minutos. Pero era algo bueno. Al recuperarse le hacía darse cuenta que todo terminaba pasando, que era transitorio. Nada, ningún mal, era permanente. Carlos volvió en menos de tres minutos con una tila para Sofía y un café para él. _Has dormido bastante. Toma esto con cuidado, que aún está caliente. –Le dijo dándole su baso. – Pero tienes que tomar algo de cena, ¿de acuerdo? _No suelo tener hambre después de tener estas pesadillas. _Ya me lo suponía. A mí también me sucede después de tener una. Aunque sea, un caldo, a la hora de la cena tienes que tomar. Sofía se quedó callada. _Bueno, cuéntame más sobre esos sueños que tienes. Quizás te haga bien contarle esas cosas a alguien. _Cada vez que le he contado estas cosas a alguien me ha tomado como loca. _Yo no lo haré. Lo prometo. –Sonrió Carlos. –¿Tiene algo que ver con lo que le sucedió a tu abuela? _Con el accidente, … _¿Qué sucede? Dime. Continúa. _Estos sueños comenzaron cuando ella murió. _Cuando estuvimos en el pueblo, sentados en el bar, no me terminaste de contar qué fue lo que sucedió con tu abuela. Crees que sucedió por tu culpa, por los disgustos que le diste, pero… Sofía cerró los ojos. _No es que lo crea. Fue culpa mía. _¿Por qué? No te veo una mala chica. Sofía suspiró. _Estibe enganchada a la droga. Mi problema con estas sustancias no solo me trajo problemas a mí, sino también, y sobre todo a mi abuela. _Pero, por qué terminaste viviendo con ella. _Como te dije, mis padres murieron. Tuvieron un accidente. Al menos mi abuela es lo que me contó. No quise preguntar mucho. Tanto a ella como a mí nos dañaba ese tema. _¿Qué sucedió? _Un robo que salió mal. Entraron en casa y, mi padre, que al parecer era un poco burro, intentó que no se llevaran nada. Mi madre, que estaba escondiéndome en el armario de mi cuarto, intentando que no me enterara de nada, corrió al salón, donde estaba sucediendo todo esto. Al ver a mi padre herido en el suelo, intentó defenderle, hacer que los maleantes se alejaran de la casa, pero solo consiguió que la mataran a ella también. No sé cómo sobreviví yo ni cómo llegué a casa de mi abuela. No quise saber más. Quizás fue por miedo, pero no quise saber más. Esto pasó cuando yo tenía cuatro años. Carlos le cogió la mano, sin moverse de su sitio. Sofía continuó contándole, esta vez sobre lo que más le interesaba a él, lo referente a su abuela. _Debido a la muerte de mis padres y con el trastorno que siempre causa la adolescencia, me di a lo único que me causaba alivio, es decir, a las drogas. Mi abuela pasó tres años loca conmigo. Llegue a robar para pagar ese mal vicio. _Supongo que es no le causaría a tu abuela alegrías especialmente. Sofía asintió con la cabeza. _El día que murió iba a por mí a comisaría. Me habían pillado robando en el supermercado en el que años después terminaría trabajando. - La joven comenzó a llorar. -  Me gritaba. Antes de estrellar el coche que ella iba conduciendo contra un camión que estaba saliendo de la calle que estaba a nuestra derecha. Yo permanecí inconsciente dos semanas. Catorce días exactos. A mi despertar mi abuela ya había muerto. Ocurrió tres días después de accidente. Como te digo, todo fue culpa mía. Si no me hubiera enganchado a las drogas, si no hubiera robado, mi abuela no hubiera muerto. _No tienes por qué culparte. Las cosas fueron así. Probablemente hubiera sucedido de otra manera si tu no hubieras ido por ese camino. Sofía se sentía fatal. Quería volver a dormir, pero tenía miedo a hacerlo. _¿Quieres que saque las cartas? No soy bueno consolando… Ella asintió sin poder dejar de llorar. Antes de empezar a jugar, Carlos volvió al restaurante y pidió otra taza de tila. Veía a su compañera realmente alterada y no sabía cómo tranquilizarla. Le habían enseñado a que no mostrara sus sentimientos en demasía, pero ver a esa chica así no le hacía gracia. Quizás no debería haberla hecho hablar. Sofía se bebió la segunda tila de una vez. _Siento haberte traído malos recuerdos. Sofía sonrió. No era plan de asustarle o hacer que se sintiera mal por su culpa. Tuvieron una conversación bastante larga sobre la vida , sobre cómo había sido para Sofía, sobre la muerte de la esposa de Carlos. A ella, a la mujer con la que se casó este hombre, le dio un infarto hacía unos años. Se casó con Marta a los veintisiete años. Ella era cuatro años menor que él. Se habían conocido en el colegio. La primera vez que la vio, el primer día de clase, ya tenía claro que se casaría con ella. Y, aunque le costó conquistarla, al final lo consiguió. Fueron años felices lo que pasó a su lado, muchos. Hizo todo lo que pudo para hacerla feliz, todo lo que pudo. Solo hubo una cosa que no pudo hacer por ella, justo lo que más deseaba. No pudieron tener hijos. Marta falleció tranquilamente en su casa, en su cama, tranquilamente durmiendo. Simplemente el corazón se le paró. Desde entonces Carlos ha estado solo desde su fallecimiento. No quiso volver a conocer a otra mujer para compartir su vida, ni siquiera cama. Sofía sentía mucho lo que le estaba contando. Era un hombre que lo había tenido todo y, de la misma manera, lo había perdido. La joven salió del vagón, dirigiéndose al restaurante. Estaba empezando a sentir hambre. Media hora después le sirvieron lo que deseaba. Llevó la cena hasta la localidad que compartía con Carlos. Ella sonrió poniéndole la cena en la mesa. El camarero, una hora después, fue pasando por el tren recogiendo los platos. _Sofía, ¿te importaría quedarte esta noche durmiendo conmigo? No me apetece quedarme solo.  No te preocupes, no pretendo nada extraño contigo. –Sonrió Carlos. _Está bien. - Asintió Sofía. Los dos pasajeros se quedaron mirando al techo. Se concentraban en el traqueteo del tren. Era relajante, muy relajante. Llegó la una de la mañana. Los dos pasajeros del tren seguían en silencio. Sofía se levantó. Quería estirar un poco las piernas. Carlos la acompañó. _¿Te has dado cuenta que en este tren no hay nadie nunca? – Preguntó él. _A estas horas es normal. Estarán todos durmiendo. Quedarán los miembros del personal que aun tenga turno. Supongo que pronto se irán a dormir. _Pero durante el día tampoco… _No es que andemos intentando relacionarnos mucho con otras personas.
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