Capítulo 18. Una visita grata e inesperada
Ese es el nombre de mi hijo mayor, el mismo que tiene el lunar más pronunciado. Y el otro bebé es Mateo, “regalo de Dios”.
Cada día es un hermoso amanecer con ellos dos... aunque con los meses he comprendido que la responsabilidad de dos niños es demasiado grande.
-- ¡Adriano, no! – grité desde el sofá.
-- ¡Eso no se come mi amor! –
El pequeño me miró con esa expresión seria que sólo él podía poner, mientras el trozo de papel quedaba pegado a su lengua.
Mateo, a su lado, reía con un entusiasmo contagioso.
-- Eso no... mamá -- balbuceaba
-- Sí, amor, eso no se come – le respondí, intentando contener la risa.
Papá y Adrien observaban desde el ventanal, riendo como dos niños.
-- Son idénticos – le decía Adrien sin poder evitar admirarlos.
