Capítulo 23. Mañanas que huelen a destino.
Camille.
Me levanté ante que todos.
El sol apenas se filtraba por las cortinas y el silencio era tan delicado que hasta mis pasos parecían una intromisión.
Fui a la habitación de los gemelos. Ellos estaban durmiendo en una sola cama, al parecer no ver las rejas de sus cunas los habían desorientado, estaban uno frente al otro, con sus deditos entrelazados, como si temieran perderse incluso en sueños. Me quedé mirándolos un largo rato, acariciando su cabello, recordando cuánto habíamos vivido para llegar hasta este punto.
Todo el dolor y la humillación que debí aguantar en casa de los Montes, la forma como engañe a Francisco para que firmara ese divorcio, todas las noches sin saber cómo serían ellos, sin saber si papá podría sobrevivir a su enf
