Capítulo 44. Una cena benéfica y una sospecha. Valentina asintió lentamente. -- Ya sabe que siempre consigo lo que quiero – le dijo con esa media sonrisa suya, venenosa e intrigante, antes de girarse hacia el coche que las estaba esperando. La noche las envolvió con un viento gélido, pero el fuego que ardía en ambas era mucho más peligroso que cualquier brisa. Lucrecia, con el rostro tenso y la mente trabajando a mil revoluciones, se subió primero. Valentina la siguió, acomodándose a su lado con un gesto triunfante. -- Necesitamos que alguien consiga las pruebas – volvió a repetir Lucrecia, mientras el vehículo se ponía en marcha. Valentina tomaba su teléfono para hacer algunas coordinaciones, luego de algunos minutos sonríe complacida. -- Las tendremos mañana a primera hora. Ya tengo

