Acepte la cita con Antony, no porque fuera algo que quisiera, que también quería, me gustaba la idea romántica de las primeras citas, siempre eran una cosa torpe y mal hecha, pero terminaban siendo algo lleno de magia que merecían la pena revivir, las primeras citas o primeros encuentros, en todas las comedias románticas, son el mayor desastre del mundo, la magia se crea, no surge en el primer momento.
Mande a Antony que apagara el horno para que el pollo no se quemara mientras me cambiaba, me quite el pijama en tiempo récord y me puse un vestido rojo ajustado de Alexandra con unas zapatillas, me puse una chaqueta de cuero y me solté el pelo.
—Ese vestido no es tuyo—me dejo claro y le miré.
—Es de mi hermana, pero tenemos la misma taya—deje claro, el chico me miro analizándome y le mire nerviosa, pasando mi mano por el collar de mi cuello—¿Me queda mal?—pregunte nerviosa.
—No—dejo claro y le miré sin entender nada.
—¿Entonces?—.
Antony se acercó a mí y me quito la chaqueta, me miro tranquilo.
—Es como lo llevas, no te ves segura—me dijo y le mire—Recuerda siempre esto, la belleza es una actitud, no una condición—.
Le miré.
Tenía sentido ya que cada uno vemos a las personas guapas de formas diferentes. Salimos de casa por la ventana para no dar pistas a nadie de que me había ido, la gente era demasiado cotilla, si alguien me llevara a verme con Antony, le avisarían a mi abuela, lo último que quería en estos momentos era que Alexandra supiera algo, sabía que tenía mucho tiempo para ir a cenar con tranquilidad, al mercado que había ido mi abuela, era uno que abría veinticuatro horas, y mi abuela era una persona demasiado meticulosa, que calculaba todo con demasiada intensidad por lo que eso podía llevar un buen tiempo.
Antony me dio un casco de moto, no dije nada, le miré.
—¿Cuántos años tienes?—le pregunté demasiado sorprendida.
—Dieciocho—me respondió tranquilo, no dije nada, pero me puse demasiado nerviosa, nunca había estado con una persona mayor que yo, pero no creo que eso sea un inconveniente para que las cosas pasen, la edad es solo un número al final y al cavo.
Me subí a la moto en silencio, nunca había andado en moto, la gente en la zona en la que vivía siempre usaba el coche, coches demasiado lujosos que los padres regalaban a los hijos cuando se sacaba el carnet de conducir, por lo que no era normal que montara en moto por lo que todo eso lo hace demasiado emocionante.
—Debes agarrarte a mí—me aviso y sin dudarlo lo hice, nunca había estado en una moto por lo que debía seguir sus consejos.
Él condujo por la ciudad hasta llegar a un bar de hamburguesas de carretera, ese típico lugar al que van los camioneros tras muchos días conduciendo.
Al llegar baje y le mire.
—Tranquila niña pija—me aviso y le miré sin entender nada—Solo vengo a dar dinero a mi hermano—me dejo claro.
Le miré con demasiado dudas, no pensaba entrar al bar, estaba claro que era un sitio de mala muerte, pero no me iba a quedar sola fuera, en un lugar donde está claro que es el comienzo de cualquier escena de crimen, de esos que son investigados y dan miedo y te quitan las ganas de salir a la calle, por lo que era mejor entrar al bar que otra cosa.
Jamás me he sentido como si alguien me leyera la mente, únicamente me ha pasado con mi hermana gemela y ahora me está pasando con Antony, algo que me daba demasiado miedo como me atraía a él.
Antony me agarro de la mano en silencio para llevarme con él al bar, paso por en medio de todo el bar saludando a uno que otro chico, nos adentramos en una zona privada, un enorme pasillo con muchas puertas, fuimos al final del pasillo donde había una puerta, abrió la puerta sin decir nada y entro arrastrándome con ella.
—No hables—me aviso.
Antony se acercó a una mesa en la que había unos chicos jugando póker.
—¿Cuánto has perdido?—pregunto Antony a un chico de pelo n***o, que se parecía algo a él.
—Poco—comento el chico.
Dejo las cartas en la mesa para girarse a mirarnos.
—Zachary—se presentó haciendo un gesto con su mano como si se quitara el sombrero.
—Elizabeth—me presenté y le ofrecí mi mano—Pero dime Eli—le propuse.
—A mí me puedes llamar Zach—me respondió agarrando mi mano.
Le sonreí.
—¿Desde cuándo tienes novia Tony?—le pregunto uno de los chicos a mi acompañante.
Le miré.
—Calla—le ordeno Antony al chico.
Antony me soltó la mano para acercarse a quien repartía las cartas y mirar el libro de deudas, tras analizarlo miro a su hermano.
—Te me vas a casa—le ordeno a su hermano.
Se puso recto y como si nada saco un fajo de billetes que los dejo en la mesa para pagar la deuda de su hermano, me quede demasiado impresionada por todo el dinero que llevaba encima y por todo el dinero que había tenido con él y yo no me había dado cuenta.
Zachary se levantó del sofá.
—Pues pasarlo bien sin mí—comento el chico saliendo de la sala.
Antony se acercó a mí y le miré tranquila, agarro mi mano para sacarme del bar e ir a su moto.
—¿Te das cuenta de que me estás dejando ver cosas que no debo como si nada?—le pregunte.
No comprendía como este chico estuviera confiando en mí como si nada, como si las cosas no tuvieran importancia.
—Confió en ti—me dejo claro y le miré—Además, si me fueras a acusar, lo hubieras hecho ya, cuando me viste vender drogas en el colegio—añadió.
Le miré en silencio y demasiado sorprendida.
Esto se iba a poner demasiado interesante.