No puedo lidiar con muchas cosas, no sé enfrentarme a los problemas, me da pánico cocinar, no puedo ver una mísera hormiga, pero sobre todo, me agobia demasiado estar sola, estar sola es como perderme en mis pensamientos, jamás he estado sola, desde el momento en el que fui creada he estado con mi hermana, puede que no hiciéramos juntas las cosas, pero estábamos juntas y me aterraba demasiado empezar a enfrentarme a un mundo sola, sin ayuda.
No me gustaba estar sola, pero cuando lo estaba, creo que era un poco feliz, no sé cómo, no sé cómo puedo ser feliz cuando más miedo me da la vida, me daba miedo perderme tanto en mis pensamientos que no pudiera volver, porque para mí esa era la muerte, quizás dulce, pero en sí esa era la muerte.
—Vigila el horno—me grito mi padre mientras salía de casa.
Ni un adiós, ni un te quiero, no era un hombre cariñoso, pero en ocasiones esas cosas se agradecían, te hacían sentir que valías y que aún importabas, que esas emociones aún estaban, pero hace mucho que deje de pensar en que mi padre nos quería, no le culpo, somos el recuerdo de una mujer que amo demasiado y perdió, somos el recuerdo de su dolor, de su duelo que aún no supera, pero eso no hace que no merezcamos amor.
O quizás simplemente, era verdad que unas personas que mataron a quien les dio la vida, no merecían amor.
—No la matamos—me recordé a mi misma en alto para hacer más fuerte mis pensamientos.
Mi hermana se había ido con mi abuela a hacer unas compras mientras yo me quedaba en casa mirando al techo, si mi hermana estuviera aquí, ya me estaría llamando la atención por las vueltas que le doy al tema, ella siempre dice que no debo mirar el pasado, sino pisar fuerte para hacer temblar el futuro, pero eso no hace más fácil nada de lo que siento, o que mi cuerpo deje de crear las emociones que crean.
Si todo se terminara dando a un botón, sería la primera en darlo.
Estaba demasiado sorprendida por todo lo que estaba pasando, que un chico se interesara por mi era algo demasiado poco común, no soy de esas personas que atraiga la atención de la gente, soy más de esas personas que pasan desapercibidas por la vida, que nadie recuerda cuando muera, que dirán unas bonitas palabras cuando se muera, pero a los pocos días, todos se olvidan de ti al de unos días.
—¿No te aburres?—me pregunto una voz masculina.
Me senté en mi cama para mirar a Antony entrando a mi habitación desde la ventana, quiero recordar que no vivía en un primer piso, por lo que estaba demasiado sorprendida de que estuviera aquí, como si nada, como si escalar un edificio no le hubiera resultado un solo esfuerzo, ya que su ropa negra y su pelo estaban desarregladamente perfectos.
—¿Cómo has entrado?—le pregunte demasiado sorprendida.
El chico me miro y analizo la habitación.
—No niego que me esperaba una habitación mucho más lujosa— comento.
Le miré.
—Es lo que hay—le dije sin saber muy bien que decir o que hacer mientras asumía la situación tan surrealista que estaba pasando.
Me cruce de brazos bastante molesta, le mire molesta, estaba demasiado molesta porque se hubiera metido en mi habitación, en mi casa, me molestaba que hubiera entrado como un ladrón, como un criminal, puede que sea la persona más guapa del mundo, pero eso no es algo que me guste.
—Te repito la pregunta—le avise mientras él miraba la habitación con atención—¿Qué haces aquí?—le pregunte.
Me miro.
—Esa no es la pregunta que me has hecho antes—aclaro.
Le miré molesta.
—No importa, responde ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?—le pregunte agitando mis manos demasiado molestas.
Me miro.
—Escalera de incendios—me dijo.
Me acerqué a la puerta para mirar las escaleras que él decía, estaban algo lejos de mi ventana, en la de alado por lo que tuvo que colgarse un poco, algo demasiado temerario.
Mire al chico demasiado sorprendido y asustada
—Maldito loco—le grité molesta.
—Venía a llevarte a nuestra cita—comento como si nada.
Le miré.
—¿No sabes llamar como las personas normales?—.
—No— dijo demasiado tranquilo.
Estaba claro por su respuesta y actitud, que no era normal.
—No he aceptado la cita—aclaré.
—Te mueres por cenar conmigo— comenté.
No puedo negar, por mucho que quiera la curiosidad que me da el chico, las ganas que tenía de conocer a ese chico, cada parte de él cada cosa que hacía, me daba demasiada curiosidad saber como era y porque era así, me daba demasiada curiosidad, no sabía por qué, pero algo con demasiada fuerza y locura me llevaba a querer saber, porque era así que misterio estaba en su vida para ser como era, me gustaba demasiado la idea de resolver un misterio andante, me gustaría tener aventuras en mi vida, un enorme misterio que llene mi vida de emoción.
—¿Cómo sabes donde vivo?—le pregunte sorprendida tras unir varios conceptos y darme cuenta de que en ningún momento había mencionado donde vivía.
—Lo he mirado en tu expediente—me dijo como si nada.
Le miré demasiado sorprendida.
—¿Cómo?—le pregunte demasiado sorprendida.
—No me has dado ni una sola información sobre ti, tenía que averiguarlo—me dijo mientras miraba el armario.
—¿Esta habitación es únicamente tuya?—me pregunto.
Le miré.
—Lo comparto con mi hermana—le respondí no teniendo muy claro si debía estar respondiendo sus preguntas.
—¿Dormir juntas?—me pregunto levantando una ceja.
—¿Te das cuenta de que es mi hermana?—le pregunte.
Río.
—No lo decía por eso—dijo y le miré sin entender nada.
—¿Vamos a cenar?—me pregunto.
Le miré.
—Primero tengo que apagar el pollo—.
No sé lo que estoy haciendo, pero si ya estamos perdidas, por lo menos que merezca la pena.