Theo
Si alguien me hubiera preguntado, habría dicho que me fui a esa reunión por trabajo.
Que tenía asuntos urgentes con el contador y que no podía quedarme más tiempo viendo cómo Isabella discutía con Adriana sobre flores y manteles.
Pero la verdad era otra, me fui porque no soportaba verla.
No hablaba de Isabella, sino de Adriana.
Esa mirada serena, esa manera de mantenerse firme incluso cuando alguien intentaba humillarla, me habían recordado aquellos años en la universidad donde habíamos sido inseparables.
Llevaba un traje claro, su cabello dorado perfectamente suelto y esa compostura que me recordaba por qué, durante años, no pude dejar de pensar en ella.
Y aunque intentaba convencerme de que todo estaba en el pasado, la simple forma en que dijo mi nombre volvió a romper mi defensa más sólida.
Por eso necesitaba escapar, por eso inventé la reunión y llamé a Marco a mi oficina para tener una pequeña reunión y pasar desapercibido.
El ascensor de la empresa me llevó hasta el último piso, donde el aire olía menos al perfume caro de Isabella y más a realidad.
Mi oficina estaba en un despacho discreto, con una vista hacia la ciudad, no tenía una asistente gracias a que Isabella siempre se molestaba si una mujer llegaba a mi vida, así que este piso siempre estaba vacío.
Cuando entre a mi oficina, allí me esperaba Marco Bianchi, mi contador, y el único amigo que aún conservaba desde antes de que NeonTech despegara.
—Theo —dijo levantándose de la silla con una sonrisa— Llegas justo a tiempo, estaba revisando los estados financieros. — mencionó
—Perfecto —respondí, soltando un suspiro mientras me quitaba la chaqueta y la dejaba sobre el respaldo— Hay algo que me preocupa y quiero salir de dudas — Marco arqueó una ceja, divertido.
—¿Otra vez con tus sospechas de números? Ya te dije que todo está bien. — mencionó dándome una sonrisa tranquilizadora
—No lo sé —dije mientras me inclinaba sobre el escritorio— Desde hace dos meses he notado movimientos raros en la cuenta de inversión principal, cifras pequeñas, pero constantes, no coinciden con los registros de gastos. — Marco tecleó en su laptop, revisando con rapidez.
—Aquí está —dijo mostrando la pantalla— Son pagos automáticos a proveedores internacionales, cosas menores, repuestos de hardware y licencias nuevas, todo aprobado por el departamento técnico. — aseguró mientras me mostraba cada movimiento
Me quedé mirando los números, dudando un poco, era un movimiento limpio, pero algo dentro de mí seguía inquieto, como si supiera que algo no andaba bien.
—No recuerdo haber autorizado esas compras. — mencioné
—No tienes que hacerlo todo tú, Theo. —Marco sonrió, apoyándose en el escritorio— Tienes un equipo entero para eso, relájate, no hay nada fuera de lugar. — Suspiré.
Tal vez tenía razón, Marco siempre había sido confiable, era el tipo de persona que te ofrece lealtad sin condiciones.
Nos conocimos cuando NeonTech apenas era una idea escrita en servilletas y le debía más de lo que podía admitir.
—Bien —dije finalmente— Si tú dices que está todo bien, confío en ti. — me recargué en la silla.
—Eso quería oír —respondió, cerrando la laptop— Ahora, dime la verdad… ¿qué pasa contigo? Tienes la expresión de alguien que preferiría estar en cualquier otro lugar menos organizando una boda. — Solté una leve carcajada sin humor.
—Tal vez porque es cierto. – admití
—¿Problemas con Isabella? — Preguntó curioso.
—No exactamente —respondí, frotándome el puente de la nariz— No es ella, o no del todo. — Marco se reclinó en la silla, cruzando los brazos.
—Entonces es Adriana. — afirmó suspirando.
No tuve que responder, bastó el silencio para que lo entendiera, él sabía prácticamente todo lo que había pasado con ella y también sabía mi historia con Isabella así que no podía mentirle.
—La vi hoy —dije después de unos segundos— No me lo esperaba, cuando Isabella me dijo que contrataría a una diseñadora de renombre, nunca imaginé que sería ella. — Marco silbó en tono bajo.
—Vaya, eso debió ser incómodo. — mencionó con una sonrisa
—Más de lo que crees. — Apoyé los codos sobre el escritorio y miré hacia la ventana— Han pasado cinco años y pensé que la había olvidado, Marco, lo juro, me he entregado completamente a mi relación con Isabella, pero verla otra vez fue como... no sé, como si todo volviera a empezar. — mencione sin atreverme a mirarlo.
—¿Y qué sientes? —preguntó con voz tranquila.
—Confusión —admití— No por casarme, sino porque no puedo dejar de mirarla y eso no debería pasar, no ahora cuando estoy a punto de dar un paso que cambiará mi vida. — Marco me observó con un gesto más serio.
—Theo, los sentimientos no desaparecen porque firmes un contrato, tal vez deberías preguntarte si estás casándote por amor o por costumbre. — Aparté la mirada, no quería entrar en ese terreno.
—No me pidas que lo piense, Marco, Isabella ha estado conmigo cuando nadie más lo estuvo, ha sido constante, paciente…— me quedé en silencio intentando encontrar otra palabra.
—Y Adriana fue la razón por la que construiste todo esto — interrumpió suavemente— Nunca lo dijiste, pero lo sé, lo hiciste para demostrar que podías ser más que el chico de beca. — Me quedé en silencio porque tenía razón, aunque me doliera admitirlo.
Todo lo que había logrado nació de esa herida, de aquella vez en que Adriana me traicionó, la rabia que me impulsó a demostrar que yo también podía tener éxito, poder y respeto.
Pero mientras miraba la ciudad extendiéndose bajo la luz gris, entendí algo, todo ese éxito no valía nada si ella seguía siendo el fantasma que me acompañaba cada noche.
—Marco —dije finalmente— Necesito que revises otra vez esas cuentas, no quiero sorpresas. — cambie de tema intentando dar por terminado el asunto.
—Lo haré —asintió— Pero tú deberías revisar algo más importante que eso. — puntualizó
—¿Qué cosa? — pregunté mientras lo miraba.
—Tu corazón, Theo. —Sonrió con cierta ironía— Porque me da la impresión de que la persona con la que vas a casarte no es la que realmente te hace feliz — No respondí, solo miré mi reflejo en el cristal, con el rostro de un hombre que tenía todo… excepto la certeza de haber elegido bien.
Y por primera vez en años, temí que Adriana Ferrer volviera a ser mi punto débil.
Marco seguía observándome con esa mezcla de paciencia y picardía que siempre tenía cuando tocaba un tema delicado.
Se levantó de la silla, caminó hacia el minibar del despacho y me sirvió un vaso de whisky, me lo ofreció sin decir nada, como si supiera que necesitaba algo más fuerte que razones.
—Theo, no te voy a mentir — dijo finalmente, acomodándose frente a mí— Entiendo que ver a Adriana te haya removido cosas, fue importante en tu vida, lo sé, pero no puedes quedarte anclado a lo que fue. — Me quedé en silencio, girando el vaso entre los dedos.
El líquido dorado se movía con el mismo ritmo que mis pensamientos, lento, confuso, cargado de un peso que no sabía cómo liberar.
—No sé si realmente es lo que fue o lo que pudo ser —respondí al fin, con la voz más baja de lo que esperaba— Hay una parte de mí que todavía se pregunta si me equivoqué, si creí algo que no era verdad. — Marco soltó un suspiro, se pasó la mano por el cabello y sonrió con indulgencia.
—Hermano, escúchame, lo que viste en su momento fue claro, no fue un rumor inventado, ¿recuerdas? Aquella foto, ella con ese tipo… No puedes olvidar eso, así como así. — Apreté la mandíbula molesto.
Aquella imagen seguía grabada en mi mente, Adriana, besándolo, el brazo de otro chico alrededor de su cintura y él mensaje anónimo que la acompañaba.
No quise creerlo, pero el golpe fue demasiado certero.
—Sí, lo recuerdo —dije con amargura— Pero a veces pienso que quise creerlo para justificar alejarme. — lo miré y él suspiró
—No te atormentes —replicó Marco, apoyando una mano en mi hombro— Isabella es una buena mujer, es hermosa, encantadora, más joven… y sí, quizá un poco caprichosa, pero eso es normal, tiene veintiún años, Theo, no todos maduran igual, a veces no entiende tus tiempos o tus prioridades, pero te ama, se nota. — Me reí por lo bajo, sin convicción.
—¿Y si no es suficiente? — pregunté
—Claro que lo es —dijo con seguridad— Mira, tú vienes de abajo, todo lo que tienes lo construiste desde cero, y ella estuvo ahí mientras lo hacías, te apoyó cuando nadie creía que NeonTech llegaría tan lejos ¿De verdad vas a tirar eso por la borda por un recuerdo… lleno de dolor? — Su voz bajó el tono, haciéndose más firme. — Por una mujer que, al final, te demostró que no era quien creías. — Las palabras pesaron más de lo que esperaba.
Adriana… era una mujer falsa, eso fue lo que creí durante años, lo que me repetí tantas veces que se volvió verdad, o al menos, una mentira necesaria para poder seguir adelante.
Pero verla hoy, tan diferente, tan dueña de sí había puesto todo en duda.
—Marco, no sé si quiero casarme —confesé al fin, la frase salió de mis labios como si me hubiera estado esperando desde hacía tiempo.
Él me miró sin sorpresa, solo con una calma peligrosa.
—Theo, todos dudan antes de casarse, es normal, pero lo que tienes que preguntarte es si vale la pena destruir lo que construiste con Isabella por algo que tal vez nunca existió. — mencionó un poco molesto
—¿Y si sí existió? —pregunté casi en un susurro y Marco me sostuvo la mirada.
—Entonces también tienes que recordar cómo terminó, con ella haciéndote daño, con tu nombre en boca de todos por su culpa. — Bebió un trago y añadió— No puedes vivir de ilusiones, Adriana Ferrer puede parecer perfecta, pero también supo mentir y lo peor de todo, Theo, es que tú la dejaste entrar demasiado en tu vida una vez, si lo haces otra, podrías perder mucho más que tu corazón. — Sus palabras me perforaron lentamente, como agujas invisibles.
Quise replicar, decir que Adriana no era así, que quizá todo fue un error, pero no lo hice.
Porque si lo hacía, significaba aceptar que aún la defendía.
Y no debía hacerlo, no cuando estaba comprometido, no cuando tenía un futuro planeado, no cuando Isabella, a su manera, había estado a mi lado todo este tiempo.
Apoyé los codos en las rodillas y hundí el rostro entre las manos.
—No sé qué hacer, Marco, todo esto… se siente equivocado. — admití
—Solo estás confundido. — Su tono era más suave ahora— Mira, termina con los preparativos, cásate, cierra ese ciclo, a veces la estabilidad vale más que las emociones, no te arriesgues a perder todo por una ilusión rota. — Asentí, aunque una parte de mí gritaba que estaba equivocado.
Pero cuando levanté la vista, mi reflejo en el cristal me devolvió el rostro de un hombre que ya no sabía distinguir entre lo correcto y lo necesario.
Y por primera vez en mucho tiempo, temí que el error no fuera amar a Adriana… sino seguir pretendiendo que no la amaba.