**ALONDRA** Me vestí en penumbras, guiándome más por el tacto que por la vista. No quería encender la luz y arriesgarme a despertar a mamá, pero, sobre todo, no quería romper la magia de este momento con algo tan mundano como la luz artificial. Miré hacia el pasillo. La puerta del dormitorio de mi madre estaba entreabierta, y por la rendija se colaba el sonido suave de su respiración profunda. Dormía en el sueño pesado de quien ha trabajado todo el día, ese sueño que la protegía de las preocupaciones que cargaba sobre sus hombros. Por un segundo, sentí una punzada de culpa. Ella confiaba en mí, en mi responsabilidad, en mi juicio. Pero era solo un segundo, porque Alexander estaba afuera, esperándome, y habían pasado muchos días desde la última vez que lo había visto. Cerré la puerta de

