**ALEXANDER** Giré mi cabeza lentamente para mirarla, manteniendo una expresión inalterable, fría. La familiaridad de su queja era casi un ritual, una rutina que ambos conocíamos demasiado bien, pero que nunca dejaba de molestarme. —Bien sabes cuál es mi agenda —respondí con un tono cortante—. No hay espacio para sentimentalismos en mi vida. Mi tiempo es un recurso finito, medido en millones, en oportunidades de negocio, en contratos y expansión mundial. Mis viajes constantes, las reuniones en distintas partes del globo, la gestión de Sterling Enterprises… no son excusas, son mi realidad. La vida que llevo no admite pausas, ni descansos, ni visitas familiares sin un propósito estratégico. Ella suspiró de nuevo, esta vez más fuerte, como si quisiera liberar un peso que llevaba en el pech

